El domingo a la noche, en Dorrego y Corrientes, el chofer de una de las líneas de colectivo que para ahí les pide a los usuarios que suban sin pagar. No sé sabe si es de onda o por la premura. Todos lo que lo hacen acaban de salir de la segunda función de Megadeth en el Movistar Arena, por lo que la alegría, impermeable frente a la lluvia y la densa humedad que aguardan a la salida, también desborda al bondi. Con el cierre de puertas, la sensación, más que de desconcierto, es de hermandad. Al punto de que parece uno de esos micros contratados que suelen verse estacionados al término de los recitales. Entonces un fan pide un aplauso por la iniciativa. Seguido por la arenga: “El chofer, el chofer, aguante el chofer”, adaptando ese tramo de “Symphony of Destruction”, himno de la banda metalera, manufacturado en la Argentina (originalmente versa: “Megadeth, Megadeth, aguante Megadeth”).

El gran hit de los liderados por el cantante, compositor y guitarrista Dave Mustaine no faltó en este regreso a los escenarios locales. Vuelta por demás emotiva porque se trató de su reencuentro con el público argentino luego de recuperarse de un cáncer de garganta que lo mantuvo fuera de actividad entre 2019 y 2020. Incluso, el propio frontman llegó a confesar no sólo el sentimiento de rabia que lo embargó cuando le revelaron el diagnóstico, sino que también temió por su vida. Toda una paradoja tras haber sobrevivido a los excesos durante su paso por Metallica, en los inicios del grupo, lo que le valió su despido. A lo que le secundó, a comienzos de los 2000, las secuelas de un cálculo renal. Por eso no es fortuito que su último disco, lanzado en 2022, se titule The Sick, the Dying... and the Dead! (en español, “¡Los enfermos, los moribundos... y los muertos!”).

La canción que da nombre al álbum levantó el telón en los dos indelebles recitales que el grupo brindó hasta ahora en el predio de Villa Crespo (el primero sucedió el sábado y la triada termina este martes). Pero el manifiesto resiliente de Mustaine radica en el otro tema del décimo sexto disco que se incluyó en el repertorio de estos shows: “We’ll Be Back”. “Soy un soldado de la fortuna, de la tortura y del dolor”, dice uno de los pasajes del primer simple de este material, en tanto que el estribillo advierte: “Justo cuando creés que es seguro, ataco. Estaremos de vuelta. Cuando menos esperás tu destino, ataco. Estaremos de vuelta”. Este nuevo asalto a la ciudad sirvió asimismo para presentar a la flamante formación: el bajista estadounidense James LoMenzo (ocupó ese rol entre 2006 y 2010), el guitarrista finlandés Teemu Mäntysaari, y el baterista belga Dirk Verbeuren (el único que grabó en el disco).

La performance avanzó con “Dread and the Fugitive Mind”, en la que Mustaine le cedió el protagonismo a Mäntysaari, ubicándose detrás de él. Si bien el líder y único miembro fundador de Megadeth comenzó actuando en el centro del escenario, durante la hora y media del recital alternó posiciones con el otro guitarrista y el bajista, como si se tratara de una coreografía. Sin embargo, el nórdico, en cuyo pasado destacó su incursión en el grupo de death metal melódico Imperanon, volvió a tener protagonismo en “Skin o’ My Teeth”. Otro de los clásicos del álbum Countdown to Extinction (1992): obra maestra tanto de Megadeth como del thrash metal, género del que siguen siendo punta de lanza. Aunque previamente hicieron el heavy metal “Angry Again” (según la leyenda, su melodía está inspirada en “Should I Stay or Should I Go”, de The Clash), abriendo el juego de estilos.

“Wake Up Dead” cambió la dirección rítmica. Mientras el baterista proponía un camino, las guitarras dialogaban entre de sí desde el ensimismamiento y con acordes largos. Para luego encontrarse en una misma dinámica, donde los solos de viola terminaron mandando. Sin embargo, Verbeuren retomó el mando y guió el final hacia una circunstancia que lindó lo épico. Uno iracundo, con pogo incluido. Esto decantó en la ovación, de todas las maneras posibles. Hasta dos muletas se alzaron desde la parte de adelante del campo. Y Mustaine devolvió esos vítores con una reverencia a la usanza mosquetera. A continuación, los músicos salieron de escena, y a los dos minutos el frontman regresó para presentar, cuando el ensordecedor “olé, olé, Mustaine” se lo permitipo, el seminal “In My Darkest Hour”. “Esta canción no la tocamos desde hace mucho tiempo”, señaló.

A partir de ese momento, Megadeth salía y entraba a escena constantemente. Lo que alimentó la expectativa. Así como viene sucediendo en su gira sudamericana, el repertorio varió. Pese a que existió un cancionero base, hubo temas de la primera fecha que no se repitieron en la segunda. “Angry Again” no fue de la partida el viernes, lo mismo que “She Wolf” y “Devil’s Island”. También cambió el orden de los temas. Esta terna de shows en el Movistar Arena se produce a siete años de su último desembarco en el país, y coincidió con la celebración de las tres décadas de su debut porteño en Obras Sanitarias. Al igual que en esos cinco recitales al hilo, la banda tocó en esta ocasión “Countdown to Extinction”. De la misma forma que “Hangar 18” y “Sweating Bullets”, suerte de rock and roll que arrancó con Verbeuren improvisando una previa de pie desde la batería.

A ese batir de melenas y de brazos que acompañó a este tridente de clásicos, Mustaine agradeció con besos y saludos con ambas manos en el aire. Recorrió el escenario de un extremo a otro, luego de salir de entre las tinieblas de la trastienda. Ahí apareció “Trust”, que tuvo como preámbulo ese trazo ambiental que se construye desde la introspección. Lo que dio pie para que baterista y bajista iniciaran un diálogo, allanando el camino para el rugir de las guitarras. Si ésa fue posiblemente la canción más pop que se desprendió de sendos recitales, no hay duda de que “A Tout Le Monde” se tornó en el tema de los fans. Y es que el icono californiano de las tendencias extremas dejó que lo cantaran casi en su totalidad. “Ustedes son increíbles”, piropeó el músico de 62 años, apenas terminó. Pero no dejó enfriar el momento, lo que bien supo aprovechar al invocar el raudo “Tornado of Souls”.

Las 14 mil personas que rebosaron el estadio saltaron de sus asientos y del suelo cuando descifraron el comienzo de “Symphony of Destruction”, devenida en costumbre argentina. En medio de la locura colectiva, interpretaron “Peace Sells”, donde subió a bailar el Vic Rattlehead (calavera característica de las tapas de los discos de Megadeth) que hasta hacía un rato se encontraba entre el público sacándose fotos. Era el final de show. Aunque todas esas remeras negras pidieron una más, y Mustaine no se negó. Tras lucir su emblemática guitarra eléctrica Gibson Flying V roja, apareció con un modelo con la bandera argentina estampada en el cuerpo del instrumento. En gestos como ése se afinca su elocuencia. Sin embargo, antes de desenvainar “Holy Wars... The Punishment Due”, el cantante y guitarrista tuvo tiempo para unas palabras más: “Honestamente, ustedes son el mejor público”.