Como ha ocurrido durante los últimos doce años, el Festival Internacional de Cine Independiente de Cosquín (Ficic) reabre sus puertas para recibir a los cinéfilos de toda Córdoba y, por qué no, de todo el país. Un encuentro que en 2024 llega a su 13° edición, que se extenderá desde el 2 al 5 de mayo y en la que podrá disfrutarse de su siempre desafiante programación. A diferencia de los anteriores, este año carga el Ficic con el peso de una coyuntura crítica. Una situación que la gestión actual del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA), a cargo del economista Carlos Pirovano, decidió llevar hasta los inéditos extremos de suspender los sistemas de apoyo a la producción cinematográfica y cerrar el organismo. Un cierre que si bien se anuncia como provisorio, no deja de significar la desaparición por tiempo indeterminado del cine argentino, una credencial de identidad cultural que es admirada en todo el mundo.

No es que las condiciones en las que hasta ahora trabajaban los cineastas argentinos y su institución rectora fueran ideales. Lejos de eso, los efectos de malas administraciones previas ya se hacían sentir en todos los espacios vinculados a la producción audiovisual. Pero la decisión de bajar la cortina trae consigo consecuencias trágicas. En primer lugar, la imposibilidad de ser que pesará sobre muchísimas producciones, haciendo que en unos pocos meses la presencia del cine argentino en las salas comience a menguar. Pero además afectará a festivales como el de Cosquín, que por un lado ya no recibirán el apoyo que el INCAA destinaba a este tipo de encuentros, y tampoco contarán con las películas nacionales que suelen nutrir una parte muy importante de sus programaciones.

A cargo de la curaduría del Ficic por undécima edición consecutiva, el crítico de cine Roger Koza es consciente de esto. “La situación del INCAA es tan escandalosa como desesperante”, confirma el director artístico del festival cordobés. “En cada declaración de su actual director se entrevé una mirada economicista del cine y de la cultura, que se articula con una sospecha general del quehacer artístico y cultural en una sociedad concebida teleológicamente como un aglomeramiento de individuos alrededor del mercado”, razona en relación a la gestión de Pirovano, coherente con la que el presidente Javier Milei propone desde el Estado Nacional. “Todo aquello que irrumpa sobre esa presunta utopía de consumo y acumulación es visto como innecesario por su ostensible improductividad”, confirma Koza. Pero aclara que “el arte siempre prodiga visiones abiertas de las cosas, introduce ambigüedad y estimula a un espíritu de indagación que no resultan convenientes. Las mejores películas introducen inestabilidad y dudas; porque no se trata de pavonearse diciendo que alguien la ve o no la ve, sino en que se puedan ver muchas cosas al mismo tiempo”. De eso y no de otra cosa se tratan los festivales de cine.

Reas, de Lola Arias.

Para Koza “los festivales de cine del interior han funcionado por décadas como prácticas intermitentes de descentralización de la cultura y han sido en reiteradas ocasiones agentes de desestabilización de los hábitos perceptivos. Provocar una fisura al régimen audiovisual que se perpetúa en las salas comerciales y en las plataformas constituye una posibilidad vital y un encuentro con perspectivas más libres”. Declaración de principios que identifica al Ficic. “No se puede tomar a la ligera la cuestión de lo audiovisual -insiste el programador- porque nuestra cultura dominante se rige por la imagen, el mundo es pura imagen. Que en varias ocasiones el Presidente y su Vice se hayan proyectado en el imaginario de los superhéroes de Marvel indica cómo ese imaginario cinematográfico erige una visión de mundo y de sujetos. Los festivales constituyen siempre un contrapunto a ese sistema de representación. Porque si el mundo es imagen, en un festival se puede advertir muchas imágenes del mundo”.

Defender al cine argentino es, en palabras de Koza, una cuestión de supervivencia para espacios valiosos como el que representa el Ficic. “Sin el apoyo del INCAA, es bastante probable que muchos festivales dejen de existir. Acá no es cuestión solamente de resistir, sino de persistir como sea en el deseo. Es decir, crear formas de existencia comercial que puedan hacer frente sin pactar al mismo tiempo con la idea de gestión privada de eventos de esta naturaleza. Es otra lógica la que está en juego en un festival. No son eventos comerciales: son, si se me permite, reuniones libres y espirituales. Creer que la ley de la oferta y la demanda rigen y definen exclusivamente la sintaxis de nuestro ser en el mundo es un sofisma. Ni la fraternidad ni el deseo pueden explicarse a través de esa presunta ley inexorable”.

En oposición a esos valores, la mera existencia del 13° Ficic se vuelve entonces ese acto de persistencia y su programación, una declaración a viva voz. De hecho, Koza sostiene que la programación completa de la 13° edición está “concebida como una forma de respuesta y sugerencia a los interrogantes y dilemas que se desprenden de lo que acabo de decir. Son películas que trabajan sobre la sensibilidad en general, e insisten en la fraternidad, el conocimiento y el deseo. Ni la vida ni el cine pueden ser concebidos como un ejercicio de consumo”. Las películas como constancia física de aquello que las palabras expresan desde lo conceptual.

Ahí está sino la película de apertura, honor que este año le corresponde a El realismo socialista, obra póstuma del chileno Raúl Ruíz, codirigida por quien fuera su esposa, Valeria Sarmiento, un nuevo ensayo coral sobre la utopía del gobierno allendista abortada por el golpe de Pinochet. En el otro extremo del programa, La gruta continua, de Julián D’Angiollillo, oficiará como film de clausura. Además el festival ofrecerá una retospectiva completa de la obra de este director argentino.

La Competencia Internacional incluirá este año dos títulos argentino: Reas, de Lola Arias, y Las cosas indefinidas, de María Aparicio. Completan la sección La palisiada, del ucraniano Philip Stotnychencko; Las tierras del cielo, del español Pablo García Canga; y La isla, del francés Damian Manivel. También tendrán lugar la Competencia Internacional de Cortos, que este año incluye 12 películas, y la sección competitiva nacional dedicada a los cortos de escuelas. Otro clásico del Ficic es la sección Filmoteca, curada desde siempre por el investigador Fernando Martín Peña, que esta vez estará dedicada al cineasta alemán Wim Wenders, de quien se verán algunos de sus trabajos menos mencionados: Alicia en las ciudades (1974); El estado de las cosas y Hammett, ambas de 1982. Mucho cine para disfrutar en los cuatro días del Ficic.