CIENCIA › DIáLOGO CON SILVINA SOTO, COORDINADORA DEL INSTITUTO DE FLORICULTURA DEL INTA

En búsqueda de la flor más bella

Las plantas embellecen los entornos y mejoran la calidad de vida. Bajo esta premisa actúa el Instituto de Floricultura cuando, con el objetivo de obtener variedades ornamentales autóctonas, realiza un proceso de recolección, domesticación y mejoramiento de aquellos ejemplares que exhiben potencialidad para el cultivo.

 Por Leonardo Moledo

–¿A qué se dedica?

–Mi especialidad es el mejoramiento de plantas ornamentales a partir de flora nativa, a partir de plantas de Argentina.

–¿Cómo es eso?

–Con el objetivo de obtener variedades ornamentales nacionales, hacemos un trabajo con la flora de la Argentina. Salimos de viaje de colecta, a través de todas las zonas del país; recolectamos las plantas que nos parece que pueden tener potencialidad ornamental, las traemos al Instituto y ahí comienza un proceso de cultivo, de domesticación, de ver cómo la planta se adapta a condiciones de producción, cómo se adapta al riego, cómo vive adentro de los invernáculos. En base a eso vemos qué potencialidad ornamental puede tener, qué uso le podemos dar. Ese uso puede ser para macetas, para gordura, para flor de corte, para interior....

–¿Gordura?

–Gordura es para canteros. Una vez que pasa todo ese proceso y es seleccionada, o sea que le encontramos un uso potencial que se adapta bien a las condiciones de cultivo, pasa a un segundo escalón, que es el mejoramiento propiamente dicho. En ese mejoramiento hacemos cruzamiento entre las mejores plantas y evaluamos a los hijos. Con eso vamos tratando de hacer una mejora del material que vino de la naturaleza en forma salvaje. Cuando nacen hijos que son mejores que los padres, que reúnen las condiciones que nosotros queremos, son esas plantas las que se registran en el Registro Nacional de Cultivares, y finalmente se ponen a disposición del productor.

-Haciendo un poco lo que hizo Mendel.

–Exactamente lo mismo. No-sotros hacemos un procedimiento clásico: cruzamiento y selección de la progenie. En el cruzamiento lo que tratamos de hacer es combinar padres que tengan las características que nosotros buscamos para que los hijos salgan con buenas características de la madre y buenas características del padre. Y así llegamos finalmente a las variedades ornamentales. En este momento tenemos 14 variedades registradas. Las primeras se registraron en el 2004, y en este último tiempo se incrementó el número. Hace ya tres años que todas están en el mercado, masivamente.

–¿Cuáles son?

–Son cuatro géneros. Uno es el género “glandularia”, que la gente conoce como “verbena”. El otro es “calibracoa”, que se conoce como la “petunia chiquitita”. Después tenemos un género nuevo, la “mecardonia”. Esa la gente no la conoce porque es totalmente nueva. Y la “nierenbergia”, que la gente de Entre Ríos conoce como “chuscho del bosque”. Todas son de la Mesopotamia. Esos cuatro géneros tienen dos o tres variedades cada uno. Después, en leñosas, tenemos dos variedades. El lapacho (un árbol grande que tiene las flores rojas)....

–Parecidos a los jacarandáes.

–Son de la misma familia. Dentro del lapacho tenemos dos variedades (sorpresa inca yaica y el tecoma): ambos son no para arbolado público sino para planta en maceta.

–Arbolado público de lapacho hay muchísimo en Entre Ríos, por ejemplo.

–Sí. Lo que pasa es que se trabajó mucho en lapacho para que el árbol cuando sea pequeño dé flores rápidamente. Como lo podríamos imaginar, una azalea es un producto que puede llegar a competir con una azalea. Todas las demás que tenemos son herbáceas.

–¿Cómo hacen para que esas plantas leñosas se adapten a macetas?

–Primero se buscaron padres para cruzar, que florezcan rápido. Se trabajó muchos años en esas plantas para que la progenie sea de arbolitos pequeños y no vayan para arriba. Porque una maceta tiene que ser armoniosa: si yo tengo una maceta de determinado tamaño, la planta no puede ser enorme porque queda mal. Se trabaja entonces mucho en la arquitectura de la planta. Eso se hace con cruzamientos y selección, no es nada raro lo que hacemos. Vamos seleccionando padres y mejorando lo que nosotros buscamos y nos ofrece la naturaleza. Nosotros trabajamos con la variabilidad que nos ofrece la naturaleza, pero con la diferencia de que tratamos de ir con una lupa para ver aquellas plantas que tienen características que sobresalen del resto, de modo de poder trabajar con esas plantas. El mejoramiento clásico, que es lo que hacía Mendel, es... a ver, pensemos que tenemos en la naturaleza un mazo de cartas: lo que hacemos es barajar ese mazo y jugar con la variabilidad que nos da.

–¿Y una vez que las tienen?

–Se comercializan. El tema de la comercialización también lo fuimos ajustando con el tiempo. En el 2004 sacamos nuestras primeras variedades, se las ofrecimos a los productores pero no había un mercado para las plantas que estábamos ofreciendo. Entonces lo que pasaba era que el productor las producía pero nadie las compraba. En función de eso, no-sotros empezamos a trabajar sobre el consumidor. El INTA empezó a hacer difusión de las variedades, participando de los eventos de flores, y convirtiéndose en propagador. Dentro de la cadena productiva tenemos al que “engorda”, al que prepara la planta para su comercialización y una escala antes está el “propagador”, que es el que prepara el plantín. Esa figura de propagador en Argentina está un poco perdida.

–¿Por qué?

–Porque los grandes productores se preparan su propia planta, y los pequeños productores, que no tienen la infraestructura para preparar sus propias plantas, se quedan sin la posibilidad de producir esas plantas porque los grandes productores solamente producen para ellos. No hay, entonces, nadie que se las venda al pequeño. Entonces hace tres años que el INTA se convirtió en propagador de las producciones nacionales: vendemos los plantines. No pensando que esto va a ser para siempre, sino con el objetivo de crear un mercado. Una vez que esté el mercado, la idea sería que hubiera un productor que propague las variedades nativas para todos los productores que las quieran producir.

–Y las plantas que se venden acá ¿qué son?

–La mayoría son variedades extranjeras, que se han mejorado en Europa. Nosotros toda la vida nos hemos manejado con variedades europeas. El tema de las variedades europeas es que han mejorado, primero, para las condiciones europeas. Segundo, para el gusto europeo. La posibilidad de tener plantas nacionales cumple con muchos requisitos que resultan favorables para el consumidor. Primero que son variedades de plantas argentinas, ya adaptadas a nuestro país, que nosotros adaptamos para lo que al consumidor nacional le gusta. Con eso, también, tratamos de “educar” al consumidor argentino, que no es un consumidor experto en plantas. Nos falta un poco de incorporar a las plantas al hábitat.

–¿Por qué pasa eso?

–Por un lado, hay miedo de comprar la planta y que se muera rápido: la planta es desde esta perspectiva para un parque y se ocupa de ella un paisajista. No está incorporada a una mejor calidad de vida. Eso es producto de una educación en la que estamos trabajando desde hace más de diez años: queremos meter las plantas en la vida. No trabajamos solos, por supuesto.

–¿Y está avanzando eso?

–Sí. Este es el cuarto año en que el Instituto trabaja como propagador, y entre el primero y el tercer año se cuadruplicó la producción de planteríos. Es más: este año ya hay productores que van a ser propagadores de determinadas especies. Esto significa que ya es rentable y que ya al propagador le conviene comercializar las nativas.

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Mercadonia, nuevo cultivo que se distingue por ser compacto y por exhibir una profusa floración.
Imagen: Gentileza INTA
 
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