CONTRATAPA

Tiempos

 Por Rodrigo Fresán

Desde Barcelona

UNO Amedida que nos movemos hacia el futuro –en términos personales– el pasado es cada vez más grande, más pesado, más presente. Hay algo paradójico ahí: el aquí y ahora ya fue (se esfuma en el tiempo que me ocupa teclear las palabras “el aquí y ahora ya fue”), el futuro pone siempre un par de líneas de distancia y así es la cosa, en eso estamos.

Pregunta: ¿Qué tiempos hace?

Respuesta: Todos al mismo tiempo.

DOS Me entero de que en las universidades de Sheffield y Warwick se descubrió la proteína llamada ovocledidin-17 y que esto ha resuelto el enigma temporal en cuanto al huevo y la gallina. Primero fue la gallina y luego el huevo. Pero enseguida surgieron voces disonantes que aseguran que antes de la gallina fue el dinosaurio. Así que...

TRES Leo en el suplemento ciberinformático de El País de la existencia de un site en Internet (entro muy poco ahí, se pierde mucho el tiempo ahí adentro, Internet es un país extranjero que está en todas partes y a toda hora y donde hacen las cosas de manera diferente) en el que un tal Matt Novak ha ido reuniendo diferentes versiones del mañana planteadas y soñadas por futuristas, desde 1870 hasta casi ahora mismo. El site –su nombre lo dice todo– se llama Paleo-Future (www.paleofuture.com) y se presenta bajo el slogan: “Una mirada al futuro que nunca fue”. Es muy divertido perderse y encontrarse ahí, en cientos de variaciones (viñetas, noticias, ilustraciones de libros, fotografías y planos) girando alrededor de un aria que canta los blues inevitables de que todo mañana nace condenado a ser ayer. Los tiempos no están cambiando. Tan sólo parece que cambian. Y, cuando cambian, cambian de forma distinta pero en el fondo siempre igual.

CUATRO “Hoy es hoy, ayer fue hoy ayer”, canta Andrés Calamaro en “Los divinos”. “Si miras atrás mañana es hoy”, canta Joaquín Sabina en “Tiramisú de limón”. Ambas canciones suenan y resuenan en este agotador verano español donde se agotan las camisetas de la selección campeona del mundo pero casi todo lo demás sigue sin venderse ni comprarse. La agotadora crisis continúa y comienza a dejar de entenderse como circunstancia pasajera para aceptarse como nueva forma de vida. De acuerdo: la tormenta va a pasar tarde o temprano; pero ya nada volverá a ser como fue en aquellas playas perfectas en la que España refulgía como tesoro encontrado y modelo europeo. Ahora subió la marea y se ha llevado los aéreos castillos de arena y sólo queda percibir el presente como un día a día, paso a paso, objetivo a objetivo. Los noticieros apuntan que han pasado diez años desde que Zapatero llegó al frente del PSOE y, de ahí, al frente del país todo. Larga entrevista casi a medida en El País del domingo (“He pasado noches sin dormir”) pero el editorial es bastante menos mimoso. “La formación de equipos políticos quedó enteramente sometida a su voluntad, y el debate y la crítica interna fueron desterrados”, leemos allí. Y todos tiran de archivo y recuerdan que el 22 de julio del 2000, en el congreso de su partido en el que fue coronado, con el PP en el gobierno y los socialistas en horas bajas, un Zapatero más rozagante dijo: “No estamos tan mal”. Una década más tarde –arrugas nuevas, la soledad del poder, acto conmemorativo, su talante social y reformista talado para que no se propague el incendio–, Zapatero afirma: “Estamos mejor de lo que parece y lo vais a ver”. Esperemos que así sea, que sea pronto, y que la cosa no se quede en mero paleo-futuro o retro-presente o lo que sea mientras, por aquí, la gente repite cada vez más aquello de “Contra Aznar vivíamos mejor”.

CINCO Leo Reality Hunger: A Manifesto, de David Shields. En su portada, una avalancha de elogios de gente a la que admiro –Jonathan Lethem, Geoff Dyer, Ben Marcus, Amy Hempel, Lydia Davis y Charls Baxter entre otros– celebrando la “controversial” y “modesta proposición” que Shields hace en este manual a base de (lo sabemos llegando al final) citas ajenas enhebradas en un discurso que reclama como suyo. La tesis y ars poetica de Shields podría resumirse más o menos así: todo es de todos y nada es de nadie y adiós a géneros y límites y fronteras y copyright. (En este contexto, no me queda del todo claro por qué Shields, firma y solicitó y ganó tres becas y recibió adelanto y cobrará derecho, pero son detallitos, supongo.) ¿Qué hora es? Hora de ya nunca tener que preguntar qué hora es. Bienvenidos a un nuevo orden donde ficción y no-ficción son más o menos lo mismo al ser devoradas por una realidad famélica (a la que la literatura, según Shields, tiene que imitar realmente y no realísticamente, como hasta ahora) y donde toda obra personal y privada deberá adoptar usos y costumbres googleanas y copy-pasteras que recuerdan a ciertos enredadores malos hábitos de ciertos enredadores de la red. Y el problema no es el manifiesto de Shields (que cada uno diga lo que quiera), sino el que funcionará a unos cuantos como licencia para robar en nombre de la vanguardia y del suyo. En su nota final, Shields protesta porque los abogados de la editorial Random House le exigieron identificar la fuente original de todas y cada una de las citas utilizadas en un apéndice a Reality Hunger. En algún lugar, Andy Warhol sonríe y susurra con esa vocecita tan warholiana: “Yo les avisé...”

SEIS Afortunadamente, el tiempo pasa y pasará incluso para las supuestamente innovadoras e instantáneamente añejas leyes de Shields. Y del polvo venimos y al polvo volvemos y en el principio y en el final de todo soplará en el viento que arrastra el polvo de las estrellas. Un titular en otra página de El País nos pone en caja y nos hace comprender (incluso a los entusiastas del formato caótico y a los optimistas del mañana siempre mejor) que las cosas son diferentes y su comprensión y compresión total todavía está fuera de nuestro alcance, lejos. Descubierta una estrella monstruosa, leo allí. Y cómo no seguir leyendo que “monstruosa” equivale a “la más grande hasta ahora” y “muy por encima de las previsiones de los astrónomos hasta ahora”. La estrella –bautizada R136a y viviendo en la nebulosa Tarántula, situada en la galaxia de la Gran Nube de Magallanes, a unos 165.000 años luz de la Tierra– fotografía bien y da un poco de miedo. Y en la nota, Paul Crowther –líder del equipo descubridor– comenta: “A diferencia de los humanos, estas estrellas supermasivas nacen con mucho peso y lo van perdiendo con la edad”. Lo que me recordó a algo que, días atrás, había respondido a un cuestionario sobre mi relación con mi biblioteca. Con mi pequeño gran universo privado, donde –los libros que leímos, los que leemos, los que no leemos aún y a los que nos acercaremos en esa cuarta dimensión que es la relectura– todos los tiempos transcurren al mismo tiempo. Y todos nos pertenecen, porque les pertenecemos de una manera mucho más saludable y honesta de la que predica Shields. Y esto es verdad: el 90 por ciento del polvo de una casa sale de nosotros (piel muerta, fatiga de materiales, etc.) y, sépanlo, no conviene sacudirles mucho el polvo a los libros, ya que funciona como agente protector y rejuvenecedor del papel. Paradoja: nosotros nos deshacemos para que los libros no se deshagan y alcanzamos la inmortalidad entre páginas que cuentan las vidas y las muertes de inmortales. Visto así, no estamos tan mal, estamos mejor de lo que parece y lo vais a leer y –de algún modo– todo final será un final feliz. Mientras tanto y hasta entonces, diga lo que diga Shields, para mí Matadero-Cinco (clásico atemporal donde pasado y presente y futuro son tiempos simultáneos) será siempre propiedad de Kurt Vonnegut, a quien agradezco el alquilármelo durante todos estos años y los que vendrán. Será un placer irme a vivir y a posarme sobre sus páginas cuando, hecho polvo, dentro de un tiempo, ya no esté aquí pero siga allá.

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