CONTRATAPA

La República humillada

 Por Osvaldo Bayer

La vergüenza y la tristeza. Lo que ha ocurrido en nuestro país ya supera toda paciencia y comprensión. Las coimas a los senadores de la Nación tienen una trascendencia moral tan profunda que nos llega a conmover toda raíz de confianza y de fe en las instituciones. Todo menos eso. Que los representantes de la Nación, más, que los representantes del pueblo sean coimeros, sobornados, de una inmoralidad pequeña, sucia, imperdonable. En los mismos partidos –los de siempre– a los que pertenecen esos seres inmorales, deben constituirse tribunales de conducta, para juzgarlos, expulsarlos y pasar esos antecedentes a la Justicia a fin de que se los condene a prisión perpetua por jugar de la manera más deshonesta con sus representados y por supuesto debe regir la prohibición absoluta para cargos electivos y al servicio del Estado. Pero los deshonestos son una cosa y los que protegieron a los deshonestos –en este caso, todos– son otra, pero con detalles muy comprometedores. Si el vicepresidente renuncia por esto, el Senado, por un lado, y por el otro, el propio gobierno, tendrían que haber llevado la investigación hasta las últimas consecuencias. No, se traslada el caso a la Justicia y allí, como era de prever, la investigación muere, dejando probado que está todo podrido en Dinamarca, perdón, Shakespeare nada tiene que ver, en la Argentina.
Que tenga que aparecer un correveidile vergonzante para hacer conocer toda esta tremenda deshonestidad a toda la Argentina es de no creer. La Argentina, con su policía, su Justicia, sus engolados políticos y su mafia, dejó pasar todo. No se enteró. No supo, y sólo alguna noticia y una renuncia, la de Chacho Alvarez, para la gilada. Llegamos a saber del vergonzoso crimen para con la República a través de un mandadero de manos sucias.
Basta ya, señores peronistas y radicales, basta ya. Déjense de jugar con las bases republicanas que fundaron los patriotas de Mayo. Basta los dos partidos de hacer negocios con la moral de la República. Este episodio terrible, inconfesable, indescriptible, nos hace recordar la Década Infame, aquel triste período donde se mancilló el nombre argentino hasta el hartazgo. El negociado de las tierras del Palomar, al cual hay que recordar siempre y sacar consecuencias. Tierras para el Colegio Militar que se compraron con la participación de generales, legisladores y funcionarios. Una vergüenza nacional. Las señoras Herrera Vegas le venden al comisionista Néstor Luis Casás las tierras del Palomar en 1.447.906 pesos. Y diez minutos después, Casás le vende al gobierno nacional las mismas tierras en 2.450.303 pesos. Es decir que la Nación pierde 1.002.497 pesos en el mismo momento. Y el pago se hace en orden inverso, la Nación le paga primero a Casás la suma de 2.450.303 pesos. Y Casás paga en segundo término a las dueñas Herrera Vegas 1.447.906. La diferencia servirá para pagar coimas a los miembros de la comisión senatorial y al presidente de diputados, Juan G. Kaiser; al titular de la comisión de Presupuesto y Hacienda de Diputados, Gregorio Raúl Godoy, y otros legisladores radicales, así como a generales y funcionarios. El ministro de Guerra, general Márquez, que había aprobado la venta, pasó a llamarse para el pueblo, el general Palomárquez. Cuando se descubre todo, el diputado nacional del radicalismo, Víctor Juan Guillot, se pega un tiro. En el caso actual, ninguno de los inculpados ha tenido esa salida en reconocimiento de su delito. No, niegan todo y esperan el camino de la Justicia, tortuoso e interminable que no nos ha llevado a ninguna conclusión –salvo contadas excepciones– con respecto a los negociados de armas y de otras especies que han cometido nuestros representantes, especialmente en el período menemista.
En las tierras del Palomar, el negociado queda absolutamente esclarecido cuando el senador conservador Suárez Lago enfrenta al ministro de Guerra, general Márquez, y le destruye sus argumentos. Le dice textual: “Según lo que hemos oído de la boca del señor ministro de Guerra, general Carlos Márquez, había una extraordinaria urgencia de carácter militar en adquirir el campo. Se necesitaba como oxígeno para resolver las dificultades de la enseñanza y de la práctica de ejercicios en el Colegio Militar, pues, por las razones que dio el general Márquez, parecía que los cadetes se ahogaban en ese pañuelo de tierra en que está edificado el Colegio. ¡Imagino cuál sería la alegría y satisfacción del director del Colegio Militar cuando supo que se había realizado la compra de la propiedad lindera! Pero no es así. No bien comprados los terrenos a Casás, se dan en arriendo a un particular para la explotación de la industria tambera a 40 pesos la hectárea. Se pagó 11 mil pesos la hectárea para arrendarla en seguida a 40 pesos anuales. ¡Oh, sarcasmo irritante!”. Por el negociado, renuncia el presidente de la Nación, doctor Roberto M. Ortiz, pero la misma no es aceptada.
En cambio, en el affaire de Pontaquarto no va a renunciar nadie.
La Justicia condenará a los implicados –entre ellos a los legisladores– a seis años de prisión, en 1945. Pero el presidente Perón los amnistiará en 1947. Uno de los coimeros, el ex diputado Bertotto, se hará entonces peronista e instalará un comité en Rosario de ese partido.
En ese entonces no se supo defender a fondo la democracia. Se tomó el affaire del Palomar como una travesura de niños. Después, la inmoralidad se generalizó pasando muchos generales y coroneles retirados a formar parte del directorio de empresas extranjeras, nacionales y transnacionales. Y otros, a ser los dueños de empresas de vigilancia.
Aunque el negociado se debatió, no se procedió con un ejemplarizador castigo a los culpables. La década terminó llamándose la Década Infame. Veremos ahora qué pasa con nuestra República. Desde ya se la humilló. Hasta el hartazgo.

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