CULTURA › OPINION

Mucci sí, Quiroga no

 Por Julio Nudler

Aunque la discriminación carga con una connotación peyorativa, muchas veces es bueno discriminar. Por esa razón es que hacer algo “indiscriminadamente” también es mal visto. Esto viene a cuento de los dos programas culturales que Canal 7 levantó y deslevantó en espacio de días, ante la proliferación de críticas. Lo que no creo es que un programa “cultural” sea digno de apoyo y defensa sólo porque sea “cultural”. Tampoco me parece que los periodistas “culturales” sean ángeles por la materia que han elegido: pueden ser tan insolventes o venales como cualquier cronista de deportes, economía o educación. En el capitalismo todo es negocio, y la virtud está mezclada del modo más promiscuo con el pecado.
En este sentido, y como mero oyente y teleespectador, siempre discriminé entre Los siete locos, el programa de Cristina Mucci, y El refugio de la cultura, de Osvaldo Quiroga, protagonistas involuntarios ambos del juego de hoy-te-suprimo-mañana-te-repongo al que está entregado el canal estatal. La verdad es que el programa de Mucci siempre me agradó por su calidez, su sinceridad, la modestia y curiosidad con que su conductora entrevista a los escritores, desde un Abelardo Castillo hasta un Héctor Tizón. Sin rebuscamiento intelectual ni literario, Mucci torna muy gratos e ilustrativos esos diálogos.
Diré que mis sensaciones con Quiroga eran muy otras, aunque éste sea un juicio personal que de ningún modo pretendo sea compartido y que en absoluto quiere justificar el levantamiento de su programa. Sin embargo, me ha irritado ver estos días cómo Quiroga copó el primer plano en el tratamiento de la noticia en diversos medios, no sé si porque se movió para lograrlo o porque fueron los periodistas de esos medios quienes lo buscaron más a él que a Mucci. Lo que creo es que la verdadera lástima era que se eliminara Los siete locos, mientras que la desaparición de El refugio de la cultura no le hubiese causado daño alguno a la cultura. También pienso que hacen falta más programas culturales, pero que en todos lados los hay malos, como prueban los de Antonio Skármeta o Fernando Savater.
Lo que no tiene sentido es salir en defensa de cualquier programa cultural. Que existan programas dedicados al folclore es bueno, pero nadie que ame el género podrá valorar los que realizaba Julio Márbiz. Los programas de tango que hacía Silvio Soldán, por ejemplo, eran alevosos goles en contra para la música de Buenos Aires. Discriminar entre lo valioso y lo trucho siempre es necesario y constructivo, y esto ocurre también en el ámbito de la cultura. Habrá subjetividad y arbitrariedad en la valoración, como siempre pasa en la vida, pero eso no puede conducir a que se renuncie a distinguir lo bueno de lo malo. Así que, en la modesta opinión de quien escribe, Mucci sí, Quiroga no.

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