DEPORTES › A 16 DíAS DE BEIJING 2008

Forzudo de Kurdistán

El pesista iraquí Sawara Mohammed no pensaba en los Juegos Olímpicos cuando empezó a desarrollar su impresionante físico cargando cemento desde los trece años para ayudar a mantener a sus diez hermanos y hermanas. Pero a los 26, formará parte del puñado de deportistas iraquíes que estarán en Beijing. Competirá en la categoría de los 67 kilos. Hace unos meses dejó de trabajar gracias a una beca mensual de 250 dólares del club de halterofilia de Erbil, la capital de Kurdistán (norte de Irak). La subvención no basta para cubrir los gastos de entrenamiento, pero Sawara espera que su resultado, sea cual fuere, ayude a aliviar un poco el sufrimiento de su país destrozado por la guerra.

“La falta de recursos económicos hace que la preparación sea muy difícil –explica el único pesista de la delegación iraquí–. Si tuviera sólo una fracción de lo que reciben los atletas extranjeros podría lograr un buen resultado”, explica en el lúgubre y polvoriento club deportivo de Erbil mostrando sus zapatillas raídas. “Simplemente espero que mi nivel de preparación sea lo suficientemente bueno para que los iraquíes puedan disfrutar. El deporte es la única fuente de satisfacción del país. Aunque mis posibilidades son escasas, aprovecharé este momento histórico, sobre todo en la ceremonia de apertura”, explica el deportista.

Si Sawara, nativo del montañoso Kurdistán, cuna reconocida de los forzudos iraquíes, gana una medalla, será sólo el segundo atleta iraquí que lo logra después del pesista Abdel al Wahid Aziz, medalla de bronce en Roma 1960. Irak enviará seis atletas a los Juegos que comienzan el 8 de agosto, pero la delegación deberá desfilar bajo la bandera olímpica porque el Comité Olímpico Internacional (COI) suspendió en junio al Comité Olímpico Iraquí por “interferencias politicas” del gobierno.

En Irak, donde más de cien deportistas han muerto desde la invasión estadounidense de 2003, Sawara Mohammed y los otros cinco atletas seleccionados por primera vez para unos Juegos (dos remeros, un lanzador de disco, un velocista y un yudoka) son una luz de esperanza. Tras cinco años de combates precedidos por una década de sanciones económicas internacionales, la mayoría están obligados a trabajar mientras buscan financiación privada. “La atención y el apoyo que los atletas deberían tener a nivel nacional no existen ni en el plano moral, ni en el físico, ni en el material –explica–. Ni siquiera sé cuándo tengo que volar hacia Beijing.”

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