DEPORTES › CRECE LA DEUDA DE JUEGO DE LA ARGENTINA EN LA COPA AMéRICA TRAS SU SEGUNDA PRESENTACIóN

Así, la Selección no irá muy lejos

El empate sin goles contra Colombia desnudó la impotencia de un equipo con buenos intérpretes que no logran funcionar como conjunto. Colombia exhibió más técnica y tuvo tantas situaciones para ganarlo que transformó en figura a Romero.

 Por Facundo Martínez

Desde Santa Fe

No hay caso. Como le sucedió frente a Bolivia, a la Selección volvió a faltarle, ante Colombia, claridad para jugar la pelota y orden para recuperarla cuando no la tenía, y terminó empatando sin goles su segundo partido en la Copa América. Otra vez jugó mal y no aparecieron sus estrellas: en síntesis, el equipo ni siquiera se pareció al bosquejo de lo que dice pretender su entrenador, Sergio Batista. Ahora, para pasar a cuartos, Argentina queda obligada a vencer en Córdoba a Costa Rica.

Con excepción de un breve pasaje en el comienzo del encuentro, la Selección no pareció sentirse cómoda frente a un rival que, como había anticipado su DT, Hernán “Bolillo” Gómez, se plantó en la cancha con dos líneas de cuatro bien pegadas, con Carlos Sánchez como nexo, y Falcao como punta, esperando la pelota en el círculo central apenas un metro adentro del campo argentino.

No tardó la Selección en sucumbir ante su propio desorden. Porque por más que Tevez intentara abrir la cancha y, como quiere Sergio Batista, se asociara más con Messi, o que Zabaleta se entendiera más o menos bien con Lavezzi, el problema argentino era que cuando atacaba, con los laterales clavados en el mediocampo, dejaba espacios libres en el fondo que los colombianos aprovechaban para generar situaciones de claro peligro. De hecho, un mal anticipo de Mascherano dejó en inmejorable situación a Ramos, quien para seguridad tocó para Moreno y fue a buscar luego el centro que no terminó en gol porque el remate frente a Romero se le fue milagrosamente por arriba.

Argentina sufría, Colombia ganaba confianza y comenzaba a imponerse a fuerza de llegadas. Argentina no ganaba para sustos y, para colmo, un error grosero de Milito casi termina en gol. El defensor, presionado, tocó la pelota corta hacia atrás y se la terminó llevando Ramos, quien habilitando a Moreno para que éste se metiera en el área con la pelota dominada y, medio atropellado por Burdisso, terminara rematando afuera. Otro milagro en el área argentina.

Sólo un par de contraataques le dieron al equipo nacional un poco de aire como para descomprimir la tensión. Un par de guapeadas de Tevez, un centro de Cambiasso que el arquero Martínez sacó de un manotazo porque se metía, y un mano a mano de Lavezzi que no terminó bien. Cuando la visita se adueñaba de la pelota, Messi se quedaba de punta, entre Perea y Yepes, pero la pelota no le llegaba. Tuvo que sufrir una vez más la Selección antes del descanso, otro remate de Moreno que Romero desvió al corner.

Tevez luchaba como loco, pero perdía más de lo que ganaba ante Zúñiga. A Lavezzi se lo comían entre Armero y Aguilar y, por la franja central, Messi no pasaba ni en tándem con Banega. Cambiasso, que se tomó al pie de la letra eso de que no debía jugar tan adelantado, por momentos aparecía detrás de Mascherano, quien en la desesperación hasta se animó a probar sin éxito de media distancia.

La Selección, en la cancha, pedía un cambio a gritos. Y por fin llegaron dos juntos: Gago por Cambiasso y Agüero por Lavezzi. Apenas ingresó, el delantero del Atlético de Madrid se las ingenió para romper la línea defensiva de Colombia.

Pero el fondo argentino no daba seguridad y Colombia, que abría la cancha, tocaba y desbordaba, seguía arrimando de contra. Armero se desprendió y sacó un remate cruzado, que Romero sacó con lo justo, después el arquero, ya convertido en figura, le tapó un remate frontal a Falcao. Batista, a un costado, alzaba los brazos y pedía orden a sus jugadores, que emulaban acaso al otro Barcelona, al de Guayaquil. Ya se escuchaban insultos en las tribunas.

Batista, ya desconcertado, subió la apuesta con el ingreso de Higuaín por Banega. Pero ni cuatro atacantes, ni los cuatro fantásticos, podían salvar a la Selección de su anemia ofensiva. Y pasaron los minutos, y siguieron los sustos. “Jugadores, ‘la cosa está que arde’, mejor que pongan huevos, que no juegan con nadie”, fue la despedida de los hinchas argentinos para el equipo nacional. Un equipo que arrancó prometiendo un sueño, que hoy parece pesadilla.

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Mascherano se lanza a contener el avance de Falcao. Flojo partido argentino.
Imagen: AFP
 
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