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Al negocio del tenis también le llegó la era de la devaluación compulsiva

Después de años de expansión económica, la ATP sufre el colapso de ISL y sus propios errores. Deberá ajustarse para sobrevivir.

Por Sebastián Fest
Desde Madrid

Desde afuera todo parece seguir igual, con centenares de millones de dólares repartidos entre glamorosos jóvenes siempre bronceados, pero cuando se escarba un poco se descubre que el tenis masculino afronta la crisis más grave en décadas. Los síntomas son múltiples y coincidentes. El último, la demanda judicial presentada por los torneos de Indianápolis y Washington contra la Asociación de Tenistas Profesionales (ATP), pero hay muchos más.
Aunque la ATP repite desde hace un año que el colapso de ISL no la afectó, ya que sus finanzas (según dice) son sólidas, la verdad es que ese crack fue un golpe demasiado duro para una organización que ya venía gastando demasiado dinero en una estructura con excesivos cargos y generosas compensaciones económicas. La euforia en el tenis masculino fue creciendo junto a la burbuja de la “nueva economía”, que reventó en el 2000. El punto culminante fue el anuncio hecho en noviembre de 1999 en Hannover por el director ejecutivo de la ATP, Mark Miles, que presentó orgulloso un acuerdo de comercialización con ISL por un monto de 1200 millones de dólares. Por entonces, nada hacía prever lo que vendría el año pasado.
Es que todo funcionó más o menos bien durante el 2000, pero en 2001 la realidad se mostró con toda crudeza: ISL ya no tenía dinero para cumplir sus compromisos. La historia fue larga, y aún no está concluida, pero se puede resumir en que la ATP perdió gran parte de su poder y autonomía financiera, que está ahora en manos de los torneos, con la amenaza siempre latente de crear un circuito paralelo. Mientras tanto, la consigna es achicar gastos para sobrevivir. Torneos como los Masters Series –sólo superados por los Grand Slam en premios y nivel– analizan recortar un 30 por ciento sus premios. Otros, como el de Buenos Aires, bajaron de 625.000 dólares a 400.000, afectados de lleno por la crisis y la devaluación argentina. Gustavo Kuerten, que llegará el próximo viernes a la Argentina para participar de este certamen, sabe que, de ganarlo, sus beneficios económicos serán sustancialmente menores que en la temporada pasada. La misma ATP redujo drásticamente, en términos generales, su presencia en los torneos.
Grandes mercados como el alemán caen –de ahí la presentación de Madrid como sede de un Masters Series para reemplazar a Stuttgart–, importantes patrocinadores desaparecen –la telefónica Ericsson fue reemplazada esta semana por Nasdaq como auspiciante de Miami–, el tenis interesa cada vez menos en Estados Unidos y la crisis llega hasta los cimientos del circuito. La serie de torneos challenger Copa Ericsson, una de las razones del boom del tenis latinoamericano en los ‘90, deberá cambiar de nombre, y la incertidumbre acerca de su concreción en el segundo semestre del año persiste. Entretanto, la ATP está cada día más distanciada de los jugadores, que, a su vez, parecen demasiado adormilados como para decidirse a tomar el control del circuito, control que obtuvieron hace tres décadas y perdieron en la última. La escasa seriedad del sistema antidoping tampoco parece moverlos en sus resortes más íntimos. Mientras, la crisis late en el corazón de un circuito que se resiste a admitir la realidad.

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Gustavo Kuerten deberá conformarse con premios menores.
 
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