ECONOMíA › PARCIAL RECUPERACION POR LA DEVALUACION

Con el dólar no basta

Muy pocos sectores industriales y sólo algunas empresas, le sacaron provecho a la devaluación.

 Por Cledis Candelaresi

La norteamericana Goodyear analiza volver a producir en Argentina, como hizo hasta 1998. Aluar, única productora nacional de aluminio, prevé aumentar su capacidad productora para aprovechar el aumento de exportaciones a destinos variados como Perú o Corea. Los proveedores de Gas Natural Ban y Wal Mart se lanzaron a conquistar los mercados español y mexicano de la mano de sus grandes clientes. Todos ejemplos concretos de un desperezamiento de la industria que, sin embargo, está muy lejos del boom que muchos soñaron tras la devaluación.
Un análisis del Centro de Estudios Bonaerenses, realizado sobre la base de datos oficiales, relativiza aquella presunta pujanza industrial, aunque a partir de un planteo optimista. Es cierto que la producción industrial dejó de caer y, además, comenzó una resurrección incipiente. Pero ésta sólo involucra a pocos sectores, en su mayoría de gran concentración en pocos productores y sólo en un par de provincias “ricas”.
De enero a octubre del 2002 sólo 8 sectores de los 31 que releva el Indec crecieron respecto de igual período del 2001 y, de ellos, apenas los cuatro primeros mantuvieron esta buena performance todo el período: aceites, aluminio, materias primas plásticas, caucho, químicos básicos, acero, azúcar, neumáticos y cigarrillos.
Salvo los químicos y el caucho, los ganadores pertenecen a sectores representados por un pequeño número de empresas cuya localización, preferentemente, se da en las provincias de Buenos Aires y Santa Fe. Donde hay grandes bolsones de pobreza pero, al mismo tiempo, donde se concentra el grueso de los recursos económicos del país. Aun así, hay quienes sostienen que la industria, en general, puede celebrar la partida de 2002 como un año menos dramático de lo que en algún momento se previó.
“De enero a marzo todo el mundo pensaba que perdía su empresa. Frente a esa expectativa de cierre masivo y concentración las cosas no están tan mal. El aparato productivo no se destruyó, aunque encontró una especie de refugio: nadie invierte ni toma personal porque aún hay mucha incertidumbre”, interpreta el director de Cepal para Argentina, Bernardo Kosacoff. El mismo especialista da la clave de esta relativa bonanza: la industria en conjunto vendió (en cantidad) un 20 por ciento menos que en el 2001 pero aumentó enormemente sus márgenes, gracias a que sus precios se duplicaron mientras que gran parte de sus costos permanecen congelados. La situación, claro está, no es igual para todos y gracias al nuevo tipo de cambio los que exportan gozan de mayores beneficios.
Las exportaciones de aceites de soja pasaron de 651 millones de dólares en los nueve primeros meses del 2001 a 931 millones en ese mismo lapso de 2002. Algunas pymes se lanzaron a conquistar nuevos mercados en el exterior, incluso con el auxilio de grandes clientes como la cadena Wal Mart o Telefónica. Producto del tipo de cambio alto, también se sugiere un modesto proceso de sustitución de importaciones. Fate proyectó invertir 25 millones de dólares para fabricar localmente cubiertas radiales, del mismo modo que Procter & Gamble reelaboró su estrategia de fabricación para exportar desde aquí artículos de tocador.
Algunos de los varios casos esperanzadores, aunque pocos y casi aislados. Una encuesta organizada por el Ministerio de la Producción entre 145 grandes empresas demostró que la devaluación no es suficiente para estimular las exportaciones. Antes lo probó Brasil que, tras la drástica depreciación del real producida en 1999, demoró tres años en aumentar sus ventas externas un módico 20 por ciento.
Según el trabajo del Centro de Estudios para la Producción –del ministerio de Aníbal Fernández–, sólo el 15 por ciento de los empresarios asegura haber comenzado a comprar localmente los insumos que antes importaban y más de la mitad sostiene que no consiguió desplazar con sus productos a los importados que demandan otras empresas. También hay límites claros en la posibilidad de aumentar las exportaciones, aunque síse testean nuevos destinos: más del 40 por ciento no diversificó su oferta y otro tanto ni siquiera encaró un trabajo de promoción en el exterior.
“El tipo de cambio es sólo un arrancador. Sin una política pública de aliento exportador, la devaluación no sirve. A menos que el país tenga grandes ventajas competitivas. Pero Argentina no es Corea”, concluye el economista de Ecosul Raúl Ochoa.

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