EL PAíS › OPINION

Estafadores

 Por Raúl Kollmann

El que vota a Néstor Kirchner no quiere apoyar a Carlos Menem y el que quiere al riojano en la presidencia no comulga con el santacruceño. Pero por obra y gracia del engendro de la ley de lemas semejante malversación de la voluntad del ciudadano puede consumarse: el voto de centroizquierda puede servir para que la derecha llegue a la Casa Rosada y, también en sentido contrario, las boletas liberales pueden terminar sentando a un progre en el sillón de Rivadavia.
La ley de lemas existe por la hecatombe de los políticos tradicionales y la crisis sin fin de sus partidos. No se pueden poner de acuerdo porque no está claro qué es hoy el peronismo y qué es el radicalismo, a tal punto que en un mismo partido conviven Duhalde, Menem, Rodríguez Saá, Kirchner y De la Sota, todos con relativamente pocos votos y sin que ninguno se pueda imponer a los demás. Como están tan divididos, enfrentados, sin que se imponga un líder y una línea política, la única forma que encontraron de mantener pegado el partido es que los votos de todos sirvan para todos. El que quiere a Kirchner y odia a Menem puede presenciar el espectáculo dantesco de que su voto se sume en la casilla del riojano en lugar de ir, por ejemplo, a Elisa Carrió, con la que seguramente sintonizará más. Pero es que la ley de lemas hace que los votos del PJ se mezclen entre sí, más allá de las afinidades de fondo.
La burda maniobra pactada ayer por Duhalde y Menem encima agrega otros fraudes. Si suponemos que en el PJ hay cuatro candidatos y cada uno saca un 15 por ciento de los votos, en total sumarán el 60 por ciento y uno de ellos se proclamará automáticamente presidente, sin segunda vuelta. O sea que entrará en la Casa Rosada casi sin votos, mientras que Elisa Carrió, Ricardo López Murphy o quien sea, aunque saquen el 20 por ciento, no tendrán ni derecho a una segunda vuelta.
La estafa es evidente y tiene el adicional de que le quita el derecho al ciudadano a corregir cosas en la segunda vuelta. Muchos de centroizquierda querrán votar contra Menem en un ballottage, muchos de centroderecha tratarán de apoyar a alguien para que Kirchner o Carrió no llegue al gobierno, no faltarán quienes quieran expresarse contra Rodríguez Saá en una segunda vuelta. Eso se pierde y es grave sobre todo teniendo en cuenta que, por ahora, ningún candidato enamora.
Además de ser grotescamente inconstitucional y de que no será sencillo que atraviese los escollos del Congreso y la Justicia, la ley de lemas es un fraude al que vota porque le va a servir a quien él no quiere, consagrará triunfador a quien tiene pocos votos y le robará al ciudadano su derecho al ballottage. Eso sólo tiene un nombre: estafa política.

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