ECONOMíA › PANORAMA ECONOMICO

Empleos y salarios

 Por Alfredo Zaiat

El mercado laboral argentino ofrece suficientes señales para analizar con signo positivo su recorrido en los últimos diez años respecto de las dos décadas previas, como también para evaluarlo en forma negativa cuando se observan las deficiencias que aún persisten. Incorporar ambos aspectos facilita la comprensión de la situación, permitiendo un abordaje dinámico y no estático. Concentrar la atención sólo en uno de ellos expone una debilidad conceptual que algunos lo hacen por distraídos, otros por intereses inconfesables y no pocos por estar enemistados con la realidad en términos políticos. Observar los aspectos favorables y pendientes del mercado de trabajo, definiendo el sendero transitado, la agenda abierta en ese frente y el horizonte inmediato, brinda un marco analítico más riguroso para la negociación paritaria en un año económico de más tensión.

La actual estructura del mercado laboral tiene como característica la fragmentación y heterogeneidad, desplegada en una importante disparidad salarial entre trabajadores formales según actividad, y entre formales e informales. Esto implica una pronunciada diferencia de calidad y protección social entre el empleo registrado y el no registrado. En los últimos diez años, década definida como “ganada” por el kirchnerismo y “desperdiciada” por opositores, la desocupación descendió fuerte. En este relevante indicador sociolaboral, la balanza se inclina hacia la primera calificación. De todos modos, aún se mantiene una elevada tasa de informalidad (32 por ciento), aunque desde 2005 se ha quebrado el ciclo ascendente iniciado a mediados de la década del ’70.

En ese contexto general, la tasa de desempleo alcanzó al 6,4 por ciento en el último trimestre de 2013, el registro más bajo desde 2003 de la misma serie estadística, y el menor nivel desde octubre de 1991, cuando se utilizaba otra metodología de medición. Es una cifra notable, teniendo en cuenta que el mercado laboral mundial está siendo muy castigado, con desocupación de más de un cuarto de la población económicamente activa en España y Grecia, con más del 50 por ciento de los jóvenes sin empleo, y con la explosión del empleo precario en las potencias Alemania y Estados Unidos.

Los resultados de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) de los últimos tres meses del año pasado muestran que la cantidad de personas ocupadas se mantuvo constante, disminuyó la de subocupados en 128 mil y mejoró la proporción de quienes están ocupados en forma plena (aumentó 1,5 por ciento). La reducción del desempleo en 0,5 punto porcentual con respecto al cuarto trimestre de 2012, con una caída de la tasa de actividad de 0,7 punto porcentual (la relación entre la población económicamente activa y la total), significó que 59 mil personas menos estén desocupadas. De esto se deduce que, analizando el desempeño de las tasas de desempleo y de la población activa, algunas personas, antes desocupadas, se retiraron del mercado de trabajo (unas 66 mil). De ese modo se mantuvo constante la cantidad de ocupados en alrededor de 11,1 millones de personas. Entre los cuartos trimestres de 2012 y 2013 no hubo entonces destrucción de puestos de trabajo, en el total de aglomerados urbanos relevados por la EPH.

El Ministerio de Trabajo menciona en un reciente informe que, si bien el descenso de la tasa de desempleo del cuarto trimestre de 2013 (6,4 por ciento) es resultado de la reducción de la tasa de actividad (de 46,3 a 45,6 por ciento), ésta igual sigue siendo mucho más alta que la registrada en 1991 (39,5 por ciento), año al que hay que remitirse para encontrar un nivel de desempleo menor al actual. “Esto implica que el mercado de trabajo logra, en el presente, absorber a una población que presiona en mayor medida sobre el mercado de trabajo”, explica. Especialistas en materia laboral señalan que ese incremento de la tasa de actividad, o sea las personas empleadas o que buscan un empleo, es una tendencia que comenzó en los ’70 con la creciente incorporación de las mujeres al mercado laboral, al aumento de la esperanza de vida que ha extendido el período de actividad laboral y al insuficiente salario del jefe de hogar que impulsa a otros miembros de la familia a buscar empleo.

El último informe del Centro de Investigación y Formación de la República Argentina (Cifra-CTA), coordinado por Eduardo Basualdo y con Mariano Barrera y Pablo Manzanelli en el equipo de investigación, también observan el recorrido de la tasa de actividad para el análisis de la evolución de la desocupación. Indica que en el acumulado del año, la tasa de desempleo se ubicó en 7,1 por ciento, nivel similar a 2012 (7,2 por ciento) y 2011 (7,1 por ciento), destacando que ese porcentaje es considerablemente menor al de 2007, cuando alcanzó el 8,5 por ciento, con una tasa de actividad casi igual a la de 2013. Esto significa que en los gobiernos de CFK ha habido creación neta de empleo. De todos modos advierte para este año la perspectiva de un impacto negativo en el empleo por la reciente devaluación. Lo dice del siguiente modo: “Si bien las expansivas políticas de ingresos pueden compensar parcialmente algunos de los efectos regresivos de la fuerte devaluación y el alza en las tasas de interés, es esperable que, dadas las características estructurales de la economía argentina, estas medidas tengan consecuencias negativas sobre el nivel de actividad y el consumo, y, posiblemente, sobre los niveles de empleo”.

La heterogeneidad en el mercado laboral es desarrollada en el informe de Cifra. Precisa que, después de dos años consecutivos de ligero crecimiento del salario real, el poder adquisitivo del salario cayó 0,4 por ciento en 2013, calculado con el IPC-9 provincias. Con ese criterio estadístico, los asalariados registrados del sector privado mostraron una merma de 0,6 por ciento, en tanto que los asalariados no registrados experimentaron un aumento del salario real del 3 por ciento. Menciona que los más perjudicados fueron los trabajadores del sector público, con una caída de 1,8 por ciento. “Las brechas salariales son significativas, favoreciendo, como es obvio, a los trabajadores registrados en el sistema formal”, apunta, para precisar que esa brecha se acentuó en los años de la posconvertibilidad: “El poder adquisitivo de los asalariados registrados fue en 2013 un 32,4 por ciento más elevada que el vigente en el último trimestre de 2001, en tanto que el de los trabajadores informales fue apenas un 9,8 por ciento superior”.

En ese marco, los economistas de Cifra-CTA sugieren que es imprescindible que la actual política de precios esté acompañada por políticas sociales significativas. Sugieren, además del Progresar, instrumentar un importante aumento de la Asignación Universal por Hijo, del salario mínimo y de los haberes jubilatorios, “tendientes a mitigar el impacto recesivo de la devaluación”. Además de esas iniciativas de coyuntura, proponen que “deberían impulsarse políticas industriales activas que promuevan la creación de empleo y tiendan a revertir los condicionantes estructurales de la economía argentina”.

El debate sobre el empleo tiene las mismas características que el resto de los temas económicos y sociales en los últimos años. Pronósticos fatalistas, interpretaciones erróneas a partir de comparar diferentes trimestres cuando lo correcto es hacerlo en forma interanual para neutralizar la estacionalidad, y datos estrujados para forzar la realidad con el objetivo de confirmar hipótesis previamente elaboradas. La situación laboral requiere entonces ordenar el diagnóstico para eludir análisis dramáticos y precisar así que, si bien se ha avanzado al disminuir la desocupación del 24,3 al 6,4 por ciento en diez años, todavía falta para reconstruir un sólido mercado laboral.

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