ECONOMíA › ESCANDALOS BANCARIOS CON PROTAGONISTAS REPETIDOS

El delito global más impune

Una comisión del Senado de Estados Unidos acusó al HSBC de lavar dinero del narcotráfico y de fondos negros de Irán y Siria. El banco pagó la multa y siguió operando. Sólo un ejemplo de un sistema que sigue operando impunemente y sin control.

 Por Raúl Dellatorre

No es la primera vez en la historia reciente que el HSBC aparece inmerso en un escenario de escándalos bancarios. La denuncia del experto informático Hervé Falciani acerca de las maniobras de ocultamiento realizadas por la sucursal suiza de la entidad, en 2006, desató una cadena de investigaciones en el mundo, a medida que se fue identificando el origen de los titulares de las cuentas involucradas. Argentina es sólo uno entre decenas de casos. Pero antes de esto, el banco había sido el gran protagonista de la historia contada por una comisión del Senado de Estados Unidos, envuelto en sospechas por blanqueo de dinero proveniente del narcotráfico mexicano y otros fondos de identidad dudosa originados en Irán, Siria y Arabia Saudita. Más aún, el mismo informe daba cuenta de un funcionamiento habitual de la sucursal del banco en Miami (donde opera bajo el nombre de HBUS) para abrir cuentas con formato ideal para la evasión y la fuga. En relación con la denuncia y elementos aportados por Falciani, esta semana el Estado francés requirió la presentación de una acusación ante la Justicia contra el HSBC, pidiendo la apertura de un proceso criminal bajo sospecha de haber armado en la sucursal suiza una plataforma de evasión impositiva para sus principales clientes en el país galo. Pese a tal acumulación de antecedentes, se sospecha que la maquinaria de fuga y evasión sigue funcionando a pleno y operada por los principales bancos del mundo. En eso, el HSBC no está solo.

La maniobra de fuga no implica únicamente una maniobra de un particular para llevar sus ahorros al exterior, en vez de dejarlos en el país, para sentirse más “protegido” o para conservar mejor su valor. Son fondos que se sustraen al circuito económico, en principio, a través de operaciones ilegales (“en negro”) que, al evadir las obligaciones fiscales, erosionan la capacidad de acción del Estado y, por tanto, su función redistributiva. En una segunda instancia, esos fondos sustraídos son transformados en divisas, también de modo ilícito, para cruzar la frontera y ser colocados en el exterior con otra identidad. Es decir, se apropian de divisas que el país necesita para otros fines, provocando un segundo perjuicio al colectivo social. Este fenómeno, que es universal, explica por qué los gobiernos europeos reaccionaron con tanta virulencia a las primeras grandes manifestaciones de fugas especulativas de divisas en 2007 y 2008. Y en la reunión del G-20 de 2008 en Londres llegaron a reclamar “la desaparición” de los llamados paraísos fiscales. Luego, la acción conjunta de Washington y de Londres acallaron esos reclamos y llevaron a vía muerta los ambiciosos intentos de imponer severas regulaciones al sistema financiero. Ni siquiera se avanzó, desde entonces, en las reformas impositivas que se proponían para coordinar el esfuerzo entre los países afectados.

Tal inmovilidad global explica, a su vez, que las peores prácticas del sistema financiero siguieran vigentes. A raíz del caso HSBC, Suiza quedó en la mira. Uno de los aspectos más escandalosos de este tipo de operaciones financieras ilegales, referidas al funcionamiento del sistema en el país helvético, es un particular “método de atención al cliente” que tienen las entidades que funcionan en ese país. Los grandes clientes que necesitan hacer personalmente una operación, tratar algún asunto con un gran ejecutivo bancario o cualquier otra gestión que requiera su presencia, pueden viajar con otro destino haciendo escala en algún aeródromo suizo, como pasajero en tránsito, donde son atendidos en una sala VIP por el ejecutivo de la entidad sin que quede registrado su paso por el país. Así, el cliente podrá evitar dejar antecedentes para eventuales causas judiciales que le sean iniciadas en el futuro. No pueden caber dudas de que este tipo de accionar no es ajeno al conocimiento de las autoridades suizas.

Otro síntoma del poder e impunidad del sistema financiero internacional es que, pese a haberse visto involucrados en negocios funcionales al “eje del Mal”, ni siquiera Estados Unidos se propuso cortarle la cabeza a la víbora. En cada ocasión en la que alguno de estos bancos, particularmente el HSBC en más de una ocasión, se vio involucrado en graves maniobras, terminó resolviéndolas mediante el pago de fuertes multas, pero nunca con el cierre de la entidad o con algún directivo preso.

Cuando el Senado de Estados Unidos arribó a la conclusión de que el HSBC había lavado dinero del narco mexicano y de otros focos de dinero ilícito en el mundo, el senador Carl Levin, que presidió la subcomisión que emitió el informe, afirmó que “en una era de terrorismo internacional, violencia por el narcotráfico en nuestras calles y nuestras fronteras y de crimen organizado, es una prioridad nacional detener el flujo de dinero ilícito que financia esas atrocidades” (citado por la BBC de Londres). Según ese informe, entre 2006 y 2009 el HSBC aceptó más de 15.000 millones de dólares de sus filiales en México, Rusia y otros países “donde se considera que existe alto riesgo de lavado de dinero y no supervisó en ningún momento esas transacciones de efectivo”, pese a haber sido advertido, en al menos dos ocasiones, por las autoridades mexicanas de que era probable que por sus cuentas circulara dinero del narcotráfico.

En el mismo informe se revelaba la forma de funcionamiento de la oficina en Miami del banco, en la cual se abrieron unas 1670 cuentas corporativas con acciones al portador, establecidas en Islas Vírgenes Británicas, una forma bastante usual de viabilizar la evasión y la fuga de divisas. Varios de los titulares de estas cuentas, con delitos de evasión y fuga comprobados, terminaron presos, con condenas de hasta 10 años de prisión. Las autoridades del HSBC, en tanto, pidieron disculpas y abonaron una abultada multa. Y siguieron operando.

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Stuart Gulliver, del HSBC. Pasó un duro momento en la audiencia del Parlamento de Londres.
 

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