El Gobierno apareció en los últimos días más decidido a poner negro sobre blanco las diferencias con las cámaras agropecuarias, desde informar sobre las reuniones que venía manteniendo con ellas, cuando los ruralistas se quejaron públicamente dilaciones en el diálogo, hasta explicar detalladamente qué privaciones implicaría (no poder aumentarles a los jubilados, docentes y policías, por ejemplo) si el Estado le entrega al campo los 15.800 millones de pesos equivalentes a la suspensión de las retenciones, medida reclamada por estas entidades. Pero ayer pareció caerle como anillo al dedo la toma de un banco en la localidad entrerriana de Hasenkamp por parte de 200 personas encabezadas por el dirigente de la Federación Agraria Alfredo De Angeli.

Para el Gobierno no fue casual que De Angeli tomara esta audaz decisión un día antes del encuentro. Para el ministro del Interior, Florencio Randazzo, la jugada de De Angeli es “una actitud violenta que no tiene ningún tipo de justificativo y lo único que busca es generar incertidumbre en la sociedad y dinamitar el diálogo”.

En este juego de presiones donde quien aparece como victimario pierde y el que se victimiza gana, en el Gobierno sostenían ayer que quienes dan sustento mediático para que la sociedad dé su apoyo a los ruralistas no iban a poder encontrar argumentos para defender la actitud De Angeli.

En la Casa Rosada aprovecharon para reforzar su postura dialoguista al afirmar por distintas vía, y lo dijo explícitamente, Randazzo, que la convocatoria para hoy a las 14 se sigue manteniendo pese a la toma del banco en Entre Ríos. Si bien el Gobierno dijo que la reunión será a agenda abierta, es decir que van a aceptar hablar de las retenciones, también marcaron los límites de lo que puede conceder y de los que no está dispuesto a negociar. El único “no” claro que se percibe es a la suspensión de las retenciones a la exportación de soja, que es el principal reclamo de los ruralistas. Para darle más fuerza a su negativa a discutir las retenciones, ayer Randazzo recordó que si los productores de soja están tan mal venderían los siete millones de toneladas que tienen guardada en silos desde el año pasado.