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Táctica de lobby silencioso

AEA surgió en uno de los momentos de mayores turbulencias del gobierno de Eduardo Duhalde, con el objetivo de llenar un presunto vacío de poder. En el mismo acto de lanzamiento, Oscar Vicente –provisorio titular de la entidad– embistió con el reclamo de una compensación estatal a las empresas endeudadas en dólares, lo que entonces no pudo interpretarse más que como la exigencia de un seguro de cambio. Fue cuando el dólar tocaba su techo y en el medio de recambios en Economía, que hacían aún más imprevisible el futuro inmediato. Pero aquel perfil alto y agresivo de la entidad devino en una estrategia más recatada, de defender los principios del libre mercado a través de documentos con lenguaje ceremonioso. Quizás porque los hombres de AEA entendieron que, a pesar de la confusión duhaldista, el sistema capitalista no estaba amenazado. Tal vez, porque descubrieron que la capacidad de lobby se potencia con las tradicionales acciones individuales y discretas. “La Asociación no busca la defensa de intereses sectoriales ni regionales”, dice otro de los solemnes documentos difundidos ayer. Probablemente, porque es muy difícil consensuar posiciones únicas entre 70 empresas, incluidos varios bancos, con intereses muchas veces contrapuestos. Claro ejemplo de esa diversidad, es el núcleo de firmas integradas a la vicepresidencia: Techint, Loma Negra, YPF, Grupo Clarín, Laboratorios Bagó, Impsa, BankBoston y Cervecería Quilmes.

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