EL MUNDO › MERCHANDISE MART, EL CORAZON DEL IMPERIO AMERICANO

Crisis en la Meca del consumo

Por los pasillos del emblemático edificio del Merchandise Mart hay poco movimiento y los vendedores no tienen mucho para hacer. Uno de ellos espera que la economía “arranque como sea”.

 Por Santiago O’Donnell

Desde Chicago

Finalmente la crisis llegó al Merchandise Mart, el mismísimo corazón del imperio, pero sus ocupantes confían en Barack Obama, el nuevo presidente, para salir del pozo. El Merchandise Mart ya no es el edificio más grande de mundo, pero sigue siendo bastante grande. Ocupa dos cuadras sobre el río Chicago, en el distrito financiero. Es también uno de los más famosos y llamativos de la ciudad. Elegante y original, estilo art déco clásico, fue construido en 1930, en medio de la Depresión. Al reflejarse en el agua de río, su frente de piedra caliza se destaca entre los rascacielos plateados y negros que lo rodean.

Es grande. Mide 372.000 metros cuadrados. Para darse una idea, es más grande que el Empire State, aquel que durante décadas fue el edificio más alto del mundo. Merchandise Mart es el lugar donde las empresas mayoristas más importantes del país venden productos vinculados con el diseño a las cadenas de tiendas, a los comercios minoristas, a los empresarios inmobiliarios, a los arquitectos y a los propietarios que buscan productos de primer nivel. Tiene 25 pisos, diez de ellos organizados como shopping abierto al público, el resto de oficinas. Fue concebido como una ciudad dentro de la ciudad y cuenta con todo lo necesario para amenizar la vida: restaurantes, peluquerías, bancos, estación de subte, estudios de radio y televisión. Los pasillos que recorren sus tiendas suman 4,35 kilómetros. Recibe tres millones de visitantes por año. Es, junto al Pentágono, el único edificio con código postal propio: 60654.

Al recorrer sus amplios pasillos uno no pude dejar de pensar que ha llegado al corazón del imperio. Merchandise Mart es como un Patio Bullrich pero del tamaño del Mercado Central. El edificio brilla por todos lados y está lleno de detalles, como sus pisos de terrazgo naranja y verde agua con diseños simétricos, sus columnas rayadas color durazno, sus terminaciones de bronce y sus ascensores alfombrados de techos altos y grandes puertas corredizas. En un piso hay más mueblerías que en la calle Belgrano. En otro, grifos, baños y cocinas. En otro, pisos y alfombras. En otro, adornos y regalos. Acá, para arreglar su mansión en los ’70, el sultán de Burnei se gastó un millón seiscientos mil dólares en un solo día. Pero los tiempos cambiaron. Ayer los pasillos del Merchandise Mart lucían semivacíos y los vendedores se dedicaban a mostrarse ocupados hasta que llegara un cliente. Había clientes, pero no muchos. Algún matrimonio acompañado por su decoradora, algún grupito de turistas jubilados. Poco movimiento.

Las noticias del día no habían sido buenas. La Bolsa se había desplomado otra vez, tras la publicación de los balances de las cadenas Target y Neiman Marcus, y la automotriz Toyota. El Departamento de Trabajo informó que en el mes pasado se perdieron 200.000 puestos de trabajo. La escalada es inevitable: si no hay trabajo se contrae el consumo, si se contrae el consumo se contraen las compras mayoristas.

Scott Wilkinson, de Wilkinson Company, vende lo que él llama “accesorios gourmet”. Sus máquinas de café expreso, que ofrece en varios modelos, son su producto más vendido. Wilkinson dice que todavía no sintió el impacto de la crisis, pero algunos datos lo preocupan, como la caída en la venta de autos. “Si no compran autos, quiere decir que la gente sólo compra lo que necesita. Espero que algo pase, que la economía arranque como sea”, se ilusiona.

Shirley Solus vende todo tipo de cajas, moños y papel de envoltorios para ventas, para regalos, para tiendas, para supermercados, Tiene de todo para envolver en su tienda, Gif Box Corporation of America. La empresa tiene 72 años, 27 en el Merchandise Mart. Dice que la caída en ventas ya se siente. “Nosotros estamos lejos de nuestras expectativas y tengo entendido que otros negocios en el edificio la están pasando mal. Es como todas las recesiones: mucha gente se va a quedar sin trabajo y sólo los más exitosos podrán sobrevivir.” Solus es optimista: “Obama es padre de familia y yo creo que va a querer que sus hijas tengan una vida menos dura de la que tuvo él. Por eso creo que va a hacer las cosas bien”.

Tracy Biesterfildt, de Paris Stone, vende piedras. Piedras removidas de palazzos italianos y châteaux franceses, de caminos en Jerusalén y monasterios españoles. Su empresa se dedica a reciclar piedras en mansiones norteamericanas. Hasta tiene una máquina para que las piedras nuevas parezcan antiguas. Está muy contenta con la elección de Obama y hasta se permite un consejo: “Hay que vigilar mejor a las corporaciones, que están fuera de control”.

El edificio Merchandise Mart tiene su historia. Fue el más grande del mundo hasta que el Pentágono le ganó, en 1947, y sigue estando en la lista de los veinte más grandes. Fue construido por el magnate de las tiendas que llevan su nombre, Marshall Field, que durante un siglo fueron sinónimo de Chicago hasta que fueron adquiridas en el 2006 por la cadena Macy’s, un golpe para el orgullo de la ciudad. En medio de la Depresión, o como respuesta a ella, Field creó Merchandise Mart con la idea de juntar a todos sus proveedores en un mismo lugar. En 1945 lo vendió a Joseph Kennedy, el padre del presidente JFK, y permaneció en la familia hasta el 2007, manejado por Sargent Shriver, el suegro de Arnold Schwarzenegger, durante años, como una especie de embajada del clan en el Medio Oeste norteamericano, hasta que fue vendido a un conglomerado por 550 millones de dólares en el 2007. Frente a la entrada al edificio que da al río está el Salón de la Fama de Merchandise Mart, una hilera de ocho esculturas de hierro de las cabezas de los próceres del mercadeo estadounidense de la década del ’30: Marshall Field. Frank Winfield Woolworth, Joh Huntignton Hartford, Aaron Montgomery Ward.

Ninguno sonríe. Hoy tampoco estarían contentos.

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El edificio fue construido en 1930, en medio de la Depresión.
 
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