EL MUNDO › OPINIóN

“Los 5” en el techo de América

 Por Atilio A. Boron

El 10 de enero tres jóvenes andinistas argentinos, de la provincia del Neuquén, hicieron cumbre en el Aconcagua, el pico más alto de América que se eleva a 6959 metros sobre el nivel del mar. Esta verdadera hazaña, realizada por Santiago Vega, conductor radial y televisivo; Aldo Bonavitta, empleado bancario, y Alcides Bonavitta, activista social, tuvo un objetivo político tan claro como noble (foto): expresar la solidaridad del pueblo argentino con la causa de los cinco luchadores antiterroristas cubanos, mantenidos en prisión por el imperio durante once años, en condiciones que ni siquiera se le aplican al más feroz criminal serial de ese país. Condenados, además, mediante juicios absolutamente viciados que torna el encarcelamiento de los cinco una afrenta al debido proceso y el imperio de la ley. Los agentes de inteligencia Ramón Labañino, Gerardo Hernández, Antonio Guerrero, Fernando González y René González fueron injusta e ilegalmente encarcelados por investigar actividades terroristas en la comunidad cubana de Miami, y su caso constituye un rotundo mentís a la pretendida lucha contra el terrorismo que dice librar Washington.

El caso de “los cinco” revela como pocos los alcances de la putrefacción moral del imperio. Si están presos en Estados Unidos es precisamente por haber luchado contra el terrorismo. En cambio, disfrutan de la libertad terroristas probados y confesos como Orlando Bosch Avila y Luis Posada Carriles, responsables de la voladura del avión de Cubana de Aviación causante de 73 muertes, habiendo sido el primero de los nombrados beneficiado con un indulto presidencial, porque Washington ampara y protege al terrorismo, como en su momento lo hizo con Osama bin Laden, Saddam Hussein, Videla, Pinochet y la tenebrosa red de mercenarios que en el marco del Plan Cóndor mató, desapareció o torturó a casi medio millón de latinoamericanos.

La reclusión de los héroes antiterroristas cubanos es un escándalo cuya inmoralidad denuncia a los gritos que a Estados Unidos no le interesa en lo más mínimo combatir al terrorismo y que su prédica en este sentido es una monumental hipocresía. Si Barack Obama quiere ser fiel a la memoria de quien en su discurso de Oslo considerara como uno de sus mentores, Martin Luther King, debería indultar a “los cinco” ya mismo y rechazar con firmeza y dignidad la gritería de la mafia terrorista enquistada en las principales agencias y departamentos de los tres poderes del Estado norteamericano. Mafia, además, articulada con la derecha radical y los grandes intereses del complejo militar-industrial, opositores intransigentes a cualquier iniciativa medianamente progresista que quisiera poner en práctica quien llegara a la Casa Blanca seduciendo al electorado con sus promesas de cambio y su consigna de “Sí, podemos”.

Si Obama no indulta a los luchadores antiterroristas, como lo exige la comunidad internacional –y lo reclama la bandera que los valientes andinistas neuquinos enarbolaron en la cumbre del Aconcagua–, es porque o bien su integridad moral está carcomida por insanables flaquezas (lo cual es gravísimo para un Premio Nobel de la Paz ) o porque carece de la audacia y valentía necesarias para enfrentarse con el “gobierno permanente” de Estados Unidos: el fatídico complejo militar-industrial que es quien realmente rige los destinos de ese país haciendo de la tan exaltada democracia norteamericana una burla sangrienta. La insanable degradación moral del imperio y del nuevo elenco gobernante brotó como el pus cuando meses atrás el Departamento de Estado negó la visa de ingreso temporario a Estados Unidos a Adriana Pérez O’Conor, esposa de Gerardo Hernández Nordelo. En esa farsa legal montada en Miami con el consentimiento de Bill Clinton, de George W. Bush y, ahora, del Premio Nobel de la Paz, Gerardo fue condenado a dos cadenas perpetuas más quince años de prisión. Como si tamaña monstruosidad penal no fuera suficiente la “Justicia” estadounidense le prohibió, a lo largo de once años, la visita de su esposa, algo que no se lo niegan siquiera al peor criminal confinado en sus cárceles. En este infame episodio, digno de figurar como un nuevo capítulo del memorable libro de Jorge Luis Borges, Historia Universal de la Infamia, la actual secretaria de Estado Hillary Clinton declaró para justificar lo injustificable que la visita de Adriana “constituye una amenaza a la estabilidad y seguridad nacional de los Estados Unidos”. Pocas expresiones pueden superar a ésta a la hora de demostrar la podredumbre moral del imperio. Ojalá que la proeza de Santiago, Aldo y Alcides en el Aconcagua sirva para que Obama tome conciencia del universal descrédito en que está cayendo por mantener la política de sus predecesores en relación a dos temas clave: el injusto encarcelamiento de “los cinco” y el mantenimiento del criminal bloqueo en contra de Cuba.

* Politólogo.

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Imagen: AFP
 
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