EL MUNDO › UNA CAMPAÑA EN BRASIL QUE HIZO SUBIR Y BAJAR A LOS CANDIDATOS

Entre ataques, escándalos y denuncias

Dilma Rousseff recuperó los puntos que había perdido tras los ataques de Serra para mostrarla como una terrorista lesbiana a favor del aborto y ya tiene la misma diferencia que ostentaba después de la primera vuelta.

 Por Santiago O’Donnell

Desde San Pablo

El cuartel general del Partido de los Trabajadores parece tranquilo. Casi nadie en la entrada de un viejo edificio del centro de esta ciudad, remozado y pintado a nuevo, el guardia sonriente y relajado. Fotos de Dilma, no demasiadas, algunas con Lula, con fondo verdeamarelho y no rojo como en la primera vuelta, y sin la estrella del PT, innovaciones del “marquetero” para atraer votos moderados. Tercer piso, área de comunicaciones, diez, doce escritorios ocupados, computadoras prendidas, voluntarios trabajando pero sin gente a su alrededor. Toman denuncias, actualizan la página web y coordinan a los miles de militantes que ayer tomaron las calles en los distintos barrios de la ciudad, en las tradicionales “paseatas”, cantando y repartiendo volantes de la candidata petista. Faltan tres días para la segunda vuelta y las encuestas le dan quince puntos a la candidata oficialista. Todo parece encaminado, pero los muchachos no están tranquilos.

Hablan de la campaña sucia, de encuestas infladas, de la famosa “bala de plata”, la sorpresa que la oposición guardaría hasta el último momento, para dejar a Dilma sin chance de protestar. Como en el ’89, cuando armaron un montaje con un encapuchado con remera de PT que secuestraba un empresario, y Collor de Mello terminó ganándole a Lula una elección muy pareja.

En esta campaña hay mucha diferencia, pero la campaña del socialdemócrata José Serra insistió con las viejas tácticas. El intento de pintar a Dilma como una terrorista lesbiana abortista para espantar al voto conservador y religioso no parece haber dado resultado, pero Aparecido Luiz da Silva, Cidào, no se duerme en los laureles.

Cidào, jefe de Comunicaciones del PT en el principal distrito electoral del país, recorre sin pausa los sitios de Internet, buscando la bala de plata, mientras dispara instrucciones a los voluntarios. Dice que el ataque va a llegar, pero no sabe de dónde. Tiene tres hipótesis. Es sabido que Folha de Sao Paulo ha estado hurgando en el pasado guerrillero de Dilma, dice, buscando algo que sirva para pintarla de terrorista. Esa es una posibilidad, tal vez la más firme, calcula Cidào. También está la movida del Papa. Los medios publicaron una carta del pontífice alentando a los obispos del nordeste a hablar en contra de la legalización del aborto. Serra se montó enseguida en la movida de prensa, opinando que el Papa es un hombre muy sabio que merece ser escuchado. “¿Y dónde están las declaraciones de Dilma sobre el Papa? ¡No están!”, se enfurece Cidào, casi gritándole a la pantalla de su laptop, que muestra la página de Folha.

La tercera posibilidad, alerta Cidào, es que se produzcan disturbios en las últimas “paseatas” programadas para hoy. Las campañas acordaron que la “paseata” principal, por el centro de la ciudad, la haría la oposición por la mañana y el oficialismo por la tarde para evitar problemas, pero cualquier chispa puede prender. Basta decir que la semana pasada Serra se internó en un hospital y se hizo una tomografía computada porque en una “paseata” alguien le tiró y le acertó en la cabeza con una tapita de plástico y un bollo de papel.

Cidào tiene motivos de sobra para mantenerse alerta a pesar de la ventaja y no sólo por experiencias pasadas, sino porque esta elección ha sido muy cambiante. Serra había arrancado en punta cómodo, pero Dilma lo pasó por arriba y casi gana en la primera vuelta, pero una fuga de votos de último momento a una tercera candidata, Marina Silva, terminó forzando el ballottage. Dilma arrancó la segunda vuelta quince puntos arriba, pero en menos de una semana Serra cortó esa ventaja por la mitad, a caballo de un debate por la legalización del aborto.

Entonces pasaron tres o cuatro cosas. “La gente se asustó. De repente las reuniones (del PT) se llenaron. Empezamos a ver muchas caras que hace mucho no veíamos. La posibilidad concreta de perder generó una movilización”, dijo Gustavo Feiberg, voluntario de la campaña y viejo militante del PT.

Y pasó que Dilma fue a una iglesia en San Pablo a comulgar y “cumplir una promesa de mi vida privada”, dando a entender que le pidió a la Virgen que la cure del cáncer. Y pasó lo del papelito de Serra, que terminó siendo un papelón. Pasó un debate en el que Dilma arrinconó a Serra con el tema Petrobras, empresa estatal que el gobierno de Lula capitalizó y que el anterior gobierno socialdemócrata había parcialmente privatizado. Y saltaron obispos, pastores y líderes religiosos a contestar la campaña del miedo, a decir que el partido del gobierno garantizaba la libertad religiosa. Y saltaron artistas e intelectuales como Chico Buarque, Gilberto Gil, Beth Carvalho, en un gran acto en Río de Janeiro, para apoyar a Dilma y decir que era peligroso y divisivo poner un debate religioso en el centro de una campaña electoral.

Así, el PT terminó jugando el partido de la socialdemocracia, esto es, priorizando el debate sobre el aborto, siempre a la defensiva, contestando agravios y acusaciones. Pero para desgracia de Serra y la oposición, la táctica defensiva de Dilma y el PT funcionó muy bien. “Logramos instalar que acá no se está eligiendo al Papa, ni a un pastor, ni a un líder religioso, sino al presidente de la república”, dice orgulloso Cidào.

Todas esas cosas pasaron y de golpe la distancia entre Dilma y Serra volvió a crecer, hasta llegar a los quince puntos de diferencia que existen hoy, según las principales encuestadoras. Pero en el bunker del PT nadie parece relajado. Es que tres días en esta campaña pueden ser una eternidad.

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La candidata del PT, Dilma Rousseff, ya se perfila como segura ganadora de las elecciones del domingo en Brasil.
Imagen: EFE
 
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