EL MUNDO › FURIOSOS, LOS INSURGENTES VEN DESLEALTADES ENTRE SUS FILAS DE COMBATIENTES

Divisiones entre los rebeldes libios

“Hay algo que está mal acá. No podemos tener éxito si la gente va en distintas direcciones”, dijo Nasr Hamid Husseini. Como él, otros insurgentes se quejaron de las fallas en el liderazgo. Esto, en el proceso de asalto a la ciudad de Bani Walid.

 Por Kim Sengupta *

Desde Trípoli

Los rebeldes se habían abierto camino luchando a través de las angostas callecitas y callejones cuando cayeron en una emboscada. Un desesperado pedido de ayuda a sus camaradas de Bani Walid, cuyo consejo habían seguido en el ataque, fue respondido con instrucción de retrocedor hasta el punto de encuentro afuera de la ciudad. Pero cuando los insurgentes llegaron a su destino, luego de luchar su salida bajo fuego intenso, no había señales del contingente de Bani Walid. Luego, mientras hacían intentos por reestablecer las comunicaciones, llegaron salvas de morteros y cohetes.

Para cuando los combatientes de la oposición llevaron sus bajas al centro médico más cercano –cinco muertos y 10 heridos– estaban furiosos y acusaron a los hombres de Bani Walid de traición. La ciudad es uno de los bastiones que le quedan al coronel Muammar Khadafi. Algunos de los grupos rebeldes regresaron a Trípoli indignados. “Recibíamos directivas de los hombres de Bani Walid a los que conducíamos y debían estar detrás nuestro”, dijo Ahmed Ishmail Jawad, un estudiante y voluntario de 24 años. “Nos enfrentamos a mucho combate, mucho más del que esperábamos. Cuando pedimos refuerzos, no había nadie. Nos dijeron que volviéramos y arregláramos otro ataque con los hombres de Bani Walid. Pero habían retrocedido más y teníamos los cohetes Grads encima.”

Su compañero de Zintan, Nasr Hamid Husseini, añadió: “Hay algo que está mal acá. No podemos tener éxito si la gente va en distintas direcciones. Estamos preocupados por la lealtad de algunos de esos hombres”. Mohammed el Ghadi, de Khoms, creía que las lealtades tribales habían reemplazado las de la revuelta. “Son todos Warfall, los que están adentro de Bani Walid y los que están con nosotros. Creemos que entre ellos hay traidores.” La fricción entre los que tratando de tomar Bani Walid, una de las tres áreas que quedan, junto con Sirte y Sabbah, en manos del régimen, era la señal más incendiaria del creciente cisma en los rangos de la oposición que comenzó a aparecer pocas semanas después del derrocamiento de Khadafi.

Antes del domingo a la noche ya hubo discordias, con los grupos de los combatientes locales exigiendo que no se atacaran ciertas áreas dentro de la ciudad porque miembros de sus clanes estaban ahí. Los combatientes de otras partes han afirmado, sin embargo, que habían recibido disparos de algunas de esas áreas. La señal más fuerte de las divisiones en las filas rebeldes en el pasado fue el asesinato del comandante Abdul Fatah Yunis, supuestamente por los islamistas en las filas de las fuerzas rebeldes que él comandaba.

El nivel que alcanzaron esas tensiones era ilustrado por una conferencia de prensa que el primer ministro, Mahmoud Jibril, debía mantener el domingo a la noche en el hotel Radisson en Trípoli, usado como base por el Consejo Nacional de Transición (CNT). Esta fue pospuesta dos veces y luego tuvo que ser cambiada a otro lugar.

Un importante miembro del Consejo Militar de Trípoli, y vocero de Abdelhakim Belhaj, el comandante de las fuerzas en la capital libia, fue rotundo: “Jibril no representa a nadie. No es bienvenido aquí. Acabamos de luchar para liberarnos de un dictador, no queremos otro”. La antipatía hacia los miembros no elegidos del CNT que forman la nueva administración es cada vez más difundida. La mayoría de ellos son ex miembros del régimen de Khadafi, considerados como oportunistas convertidos del viejo orden. También existe la acusación de que algunos de ellos estuvieron en Europa, en Estados Unidos y en los Estados del Golfo mientras los jóvenes voluntarios morían por la causa de la revolución.

Abdulbasit Abu Muzairik, un alto miembro del consejo de Misrata, la ciudad portuaria que soportó un asedio de las fuerzas de Khadafi, expresó lo que él decía era una difundida frustración. “Estamos preocupados por un montón de cosas que pasan políticamente. No hemos visto a Jibril en Libia, todo el tiempo que nosotros estábamos sufriendo, él no estaba en el país. De pronto está aquí y tenemos que aceptar que es el primer ministro. ¿Qué es lo que la gente está tratando de hacer? Bueno, tendrá que ser reemplazado. Estamos viendo en qué forma se puede hacer esto. Se le debe permitir a la gente que realmente luchó por la revolución poder decir lo que piensa de cómo está manejado el país ahora.”

Belhaj, quien en el pasado, reveló The Independent, fue sometido a tortura con la ayuda de la inteligencia británica, ha sido el foco de la atracción de los medios. Muzairik señaló que “Belhaj, un ex jefe de LIFG (Grupo islamista libio de combate), sólo está a cargo de los combatientes en Trípoli, eso es todo. No está a cargo de Libia, aun si él lo cree”.

Hasta ahora, Mustapah Abdul Jalil, jefe del CNT, ha escapado a la crítica. Pero tiene sus propias preocupaciones sobre el futuro. El ex ministro de Justica de Khadafi advirtió de la existencia de “extremistas fundamentalistas entre las filas de los rebeldes” y amenazó con renunciar, salvo que ellos y otros grupos armados entreguen sus armas.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Páginal12
Traducción: Celita Doyhambéhère.

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El asalto a Bani Walid se les está complicando a los insurgentes por sus propias fricciones.
Imagen: EFE
 
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