DEPORTES › TENIS > DJOKOVIC VOLVIó A VENCER A NADAL EN UNA FINAL, ESTA VEZ EN EL US OPEN

Nole besa la copa, Rafa muerde el polvo

El serbio ratificó su condición de número uno al superar por sexta ocasión en el año al español en una definición. Lo superó en cuatro sets, 6-2, 6-4, 6-7, 6-1, con marketing y un poco de teatro.

 Por Sebastián Fest

Desde Nueva York

El serbio Novak Djokovic sometió por sexta vez en la temporada al español Rafael Nadal en una final y conquistó el Abierto de los Estados Unidos, su tercer torneo de Grand Slam del año. Djokovic, abrumador número uno del mundo, se impuso 6-2, 6-4, 6-7 (3-7), 6-1 a Nadal, segundo del ranking y defensor del título, y sumó así su décimo torneo en 2011.

En una tarde ventosa e incómoda para jugar, Nadal comenzó tomando la iniciativa. Ganó el sorteo y eligió sacar, cosa inusual en él, pero la jugada le salió bien, porque defendió su saque, quebró el del rival y tenía la oportunidad de adelantarse 3-0. Pero no fue así, porque el español, tenso en su juego e inseguro en sus golpes, cedió el servicio. Allí comenzó a cambiar el partido, y la tendencia se reforzó cuando, pese a tres break-points sobre el servicio del serbio, Nadal no pudo aprovechar la situación.

Empate en dos, apenas cuatro juegos y 28 minutos de partido. La final se perfilaba intensa. Lo fue en cierto modo, pero mucho menos que la de un año atrás. Mientras Djokovic comenzaba a crecer en su juego, Nadal dudaba. El viento arremolinado, que hacía que la pelota se moviera bruscamente, no ayudaba a que el partido fuera bueno.

Desde aquel 0-2 del inicio, Djokovic encadenó seis juegos consecutivos. En la parte superior del estadio de tenis más grande del mundo, cerca de la enorme bandera estadounidense que flameaba con fuerza en la tarde de Nueva York, un grupo de hombres de seguridad escudriñaba los asientos con prismáticos. Desde esos asientos se veía a un Djokovic capaz de producir puntos notables, a un jugador que los celebraba con fuerza para dedicárselos al público, que estaba claramente más a su favor.

Quizás haya tenido su influencia el haber salido al estadio vistiendo una gorra del Departamento de Bomberos de Nueva York –gran jugada de imagen del número uno–, apenas un día después del décimo aniversario de los atentados del 11 de septiembre.

Nadal, en cambio, había salido a defender su reinado sobre el cemento de Queens con un nudo en la garganta, tal como se dedujo de su entrevista con la televisión instantes antes de entrar a la cancha. Y durante dos horas y dos sets, ese nudo se trasladó a su juego: un revés inconsistente, el látigo de derecha que sólo aparecía de tanto en tanto y un servicio que no era el de hace un año, esperable, porque no lo había sido en todo el torneo.

Pero, como el español ya dijo, gana sus partidos con sus golpes de fondo, no por su servicio. Y el problema fue esa falta de consistencia desde la línea de base ante un hombre que prácticamente vuela de confianza en una temporada en la que lleva 64 victorias y sólo dos derrotas, además de 10 torneos. Ni en los “challenges” al pedir el “ojo de halcón” ganaba Nadal, que dejó un revés en la red y entregó el primer set en 53 minutos. Tras su 2-0 inicial, un 6-0 del rival.

El segundo set vio también adelantarse a Nadal por 2-0, pero a la hora de confirmar el 3-0 con su saque, el número dos del mundo se encontró con que, cuanto más rápido ponía la pelota del otro lado, ya fuera con sus tiros de fondo o con el servicio, más velozmente aún se la devolvía el serbio, descolocándolo.

Nadal perdía su servicio para recuperarlo luego y volver a perderlo de inmediato. Así, tras 124 minutos de juego, Djokovic se adelantaba 6-2, 6-4. El tercer set fue el más emocionante, porque Nadal elevó su nivel ante un Djokovic capaz de llegar a todo, de devolver todo. Dispuso de una oportunidad de quebrar el servicio de Djokovic y adelantarse 5-3, pero lo que sucedió fue que, minutos más tarde, el serbio quebró el saque del español para situarse 6-5 con el suyo. Falló una derecha y llegó el tie break. Nadal gritaba y apretaba el puño, convencido de que podía cambiar una historia que ya parecía escrita.

Y lo hizo. El español jugó un enorme tie break, que tuvo su punto culminante al ganar un gran punto con una combinación de revés cruzado y revés paralelo que levantó a su tío-entrenador, Toni, de la silla. “¡Vamos!”, se gritaron mirándose a la cara tío y sobrino.

Tras el 7-3 del tie break, que cerró un set de una hora y 24 minutos de duración, Djokovic se hizo atender por el fisioterapeuta. Nadal se le quejó al juez de silla, el portugués Carlos Ramos, por el tiempo que le daba al serbio. “Pero da igual, yo estoy aquí luchando”, remató la conversación el español, que había recuperado la fe en el triunfo y la intensidad en su juego. A la primera oportunidad, Djokovic pidió una pausa para ser atendido de la espalda, en la que tenía molestias. Y al regresar, Nadal perdió su saque para quedar 2-0 abajo, y 4-1 después.

Sin señales de que la espalda le molestase en exceso, Djokovic sacó con ventaja de 5-1 y no dejó pasar la oportunidad. Nadal lo felicitó en la red y, tras cuatro horas y 10 minutos de batalla, el número uno del mundo gritó toda su felicidad.

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Djokovic besa la copa del US Open.
Imagen: AFP
 
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