EL MUNDO › LA FILTRACION SOBRE KELLY SALIO DE SU PROPIA OFICINA

A Blair no lo salva ni Bush

La revelación de que Kelly, el experto de Defensa que cometió un suicidio misterioso, había sido la fuente de la BBC no salió de cualquier lugar sino de los despachos que rodean al primer ministro.

 Por Marcelo Justo

La investigación judicial sobre el aparente suicido de David Kelly alcanzó de lleno al primer ministro Tony Blair. En su declaración ante la investigación que encabeza Lord Hutton, el jefe de Gabinete de Blair, Johnatan Powell, reconoció ayer que la oficina del primer ministro participó en la decisión de revelar públicamente el nombre del científico como la fuente de la polémica nota radial de la BBC que acusaba al gobierno de manipular la información sobre armas de destrucción masiva de Irak.
En la sala 73 de la Alta Corte de Justicia de Londres, con esa voz calma y reflexiva que usan los británicos hasta para insultarse, Powell refirió la serie frenética de reuniones y debates que siguieron a la decisión de Kelly el 30 de junio de comunicar a sus superiores la reunión que había sostenido con Andrew Gilligan, el autor de la nota de la BBC. La noticia llegó a oídos del primer ministro tres días más tarde. Según declaró ayer su jefe de Gabinete, Blair dijo que debían seguirse los procedimientos del ministerio para estos casos, pero que era interesante contrastar la versión del científico con la de Gilligan sobre lo que se dijo en el encuentro que dio lugar a la nota. “El primer ministro quería saber si conocíamos qué opinión tenía Kelly sobre armas de destrucción masiva y qué diría si testificaba ante los comités de Inteligencia o Relaciones Exteriores del Parlamento”, dijo Powell a la investigación judicial.
En ese momento, la tensión entre el gobierno y la BBC por la noticia que Gilligan transmitió el 29 de mayo estaba en un punto crítico. Las sesiones de la Comisión de Relaciones Exteriores del Parlamento se transmitían en vivo por televisión y eran la comidilla diaria de los medios. Las armas de destrucción masiva seguían (y siguen) sin aparecer. Ganaba cada vez más peso en la opinión pública la idea de que el gobierno había manipulado deliberadamente la información de los servicios secretos presentado en el dossier de septiembre pasado para justificar la guerra contra Irak a la que se oponía la mayoría de la población.
En este contexto, cuatro días más tarde, el 7 de julio, hubo una cumbre en 10 Downing Street, la residencia oficial de Tony Blair. Además del primer ministro entre los presentes se encontraban el jefe de Gabinete, Johnatan Powell, el jefe de propaganda de Blair, Alisdair Campbell, el canciller Jack Straw, el jefe de la Inteligencia Conjunta, máxima autoridad de los servicios secretos, John Scarlett, y el secretario permanente del ministro de Defensa, virtual número dos del ministerio, sir Kevin Tebbit.
Según Powell, un día más tarde sir Kevin Tebbit trajo a 10 Downing Street el borrador de la declaración que se haría comunicando que un presunto “funcionario medio” del Ministerio de Defensa había confesado a sus superiores su encuentro con el periodista Andrew Gilligan una semana antes que emitiera la nota de la discordia. En la residencia del primer ministro Tebbit discutió y modificó el borrador en el curso de una reunión con Campbell, Scarlett y los dos portavoces oficiales del primer ministro, Tom Kelly (sin relación alguna con el científico) y Godric Smith.
Al otro día se dio a conocer el comunicado sobre la fuente de la nota. Según la encargada de prensa del Ministerio de Defensa, Pam Teare, quien declaró ayer por la mañana, sabían que el comunicado desataría una pesquisa periodística para identificar al “topo” que había hablado con la prensa. Pero la presión de 10 Downing Street y del mismo ministro de Defensa forzó la partida.
Según indicó en su deposición ante Lord Hutton el jefe de Gabinete de Blair, en momentos en que el Comité de Relaciones Exteriores estaba investigando el tema no podían dejar de informar que un funcionario habíadicho que era la fuente de la nota de la BBC. “Nos podían acusar de encubrimiento o de distorsionar la investigación si no revelábamos una información de esa importancia”, señaló Powell.
Por su parte, la encargada de prensa del ministerio indicó que la estrategia de revelar el nombre del científico la tomaron dos personas en su departamento: sir Kevin Tebbit y el vicedirector de inteligencia del Ministerio, Martin Howard. “Nos preocupaba Kelly. Sabíamos que la presión de la prensa iba a ser muy intensa. Por eso le aconsejamos que permaneciera con amigos. Pero no teníamos alternativas porque era injusto que las sospechas recayeran sobre gente que no tenía relación con el asunto”, comentó Teare.
Dos días más tarde tres periódicos identificaron a Kelly como la fuente de la noticia tras recibir la confirmación de la oficina de prensa del ministerio. Cinco días después, el 15 de julio, Kelly prestó testimonio ante el Comité de Relaciones Exteriores que entre otras cosas le preguntó si él se sentía un “chivo expiatorio” de la feroz batalla entre la BBC, que defendía la historia emitida por Gilligan y otros dos periodistas, y el gobierno que buscaba que la cadena pública de radio y televisión se retractara.
El 17 de julio, el científico salió a dar un paseo por una zona boscosa de Oxfordshire, cercana a su casa, del que no regresaría vivo.

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Tony Blair, primer ministro británico, en peligro por el escándalo del científico-espía.
 
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