EL MUNDO › OPINION

Cincuenta años de regímenes de terror

 Por Emir Sader

El golpe militar de 1964 en Brasil dio inicio a la implantación de dictaduras militares en el cono sur latinoamericano, que constituirían un círculo de terror como nunca se había conocido en Latinoamérica. Desde el final de la Segunda Guerra, con la instalación de la Guerra Fría, Estados Unidos promovió en el continente la Doctrina de Seguridad Nacional, su ideología de lucha “contra la subversión”, que en realidad desembocaría en la instauración de esas dictaduras militares.

La Doctrina, elaborada por el Departamento de Estado de los EE.UU. y propagada en la Escuela de las Américas y en cursos administrados directamente por oficiales norteamericanos, propugnaba la militarización de los Estados, que se volverían Estados mayores, conducidos por la oficialidad de las fuerzas armadas latinoamericanas, en el combate contra todas las fuerzas que la Doctrina consideraba que ponían en riesgo las “democracias” del continente.

La concepción totalitaria de la Doctrina se materializó en la época de la dictadura brasileña con el slogan: “Brasil, ame-o ou deixe-o” (Brasil, ámalo o déjalo), es decir, o te identificas con el régimen o tienes que irte del país. Era coherente con la concepción ideológica según la cual toda forma de conflicto era un virus externo infiltrado en el cuerpo nacional, para sabotear y subvertir su buen funcionamiento. Al estilo de las concepciones positivistas importadas de la biología, según la cual el buen funcionamiento de la sociedad se asemejaría al funcionamiento de un cuerpo sano, en el que cada célula funciona en función de la totalidad. Cualquier parte del cuerpo que deja de funcionar así, representa una enfermedad, la introducción de un virus externo, que debe ser extirpado.

Así han actuado los regímenes militares –después del brasileño, los de Uruguay, de Chile y de Argentina– respecto de cualquier forma de expresión que les pareciera que estuviera saboteando el libre funcionamiento del cuerpo social. Era una concepción totalmente intolerante respecto de las diversidades, de las divergencias, de los conflictos sociales. La eliminación física de los opositores o considerados opositores tenía ese origen, de depuración “democrática” de elementos perturbadores.

Cuando se instauró la primera de las dictaduras militares, la brasileña, se desarrollaba una lucha de modelos para un continente que veía agotarse el impulso económico de las décadas anteriores. La Revolución Cubana vino a radicalizar el horizonte de alternativas, al plantear la posibilidad de ruptura de la dominación norteamericana y del mismísimo capitalismo.

EE.UU. intentó forjar una alternativa a Cuba, con el gobierno del demócrata cristiano Eduardo Frei, en Chile, que sería una “revolución en libertad”, con una reforma agraria que fortalecería a los pequeños propietarios, para intentar evitar otras victorias de movimientos guerrilleros, que se desarrollaban en Guatemala, Venezuela, Perú, Colombia. Todo en el marco del programa llamado Alianza para el Progreso.

El golpe brasileño sería ejemplar en el sentido de que lograría derrotar de forma más o menos rápida a la resistencia armada, y porque fue un golpe temprano, que agarró al movimiento popular brasileño todavía en proceso de desarrollo. Además, ese carácter temprano ayuda también a entender el porqué de su éxito económico: pudo disfrutar del final del ciclo largo expansivo del capitalismo en la segunda posguerra, para canalizar gran cantidad de inversiones, que diversificaron la dependencia brasileña.

Pero el santo del llamado “milagro brasileño” fue la intervención militar en todos los sindicatos y la prohibición de cualquier campaña salarial, lo cual promovió una luna de miel para las grandes empresas nacionales y extranjeras, en base a la superexplotación de los trabajadores.

El éxito de la dictadura militar brasileña, con su capacidad de imponer –en base a una feroz represión– el orden y de retomar la expansión económica, ha hecho del modelo militar brasileño la referencia para los otros regímenes de terror que se implantaron en los otros países de la región. Fue el período más terrible de la historia de esos países y de toda la historia latinoamericana. Todo empezó hace 50 años, con el golpe brasileño del 1º de abril de 1964.

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