EL MUNDO › LA BúSQUEDA QUE EMPRENDIó DURANTE AñOS MARGARITA SANTIZO

La madre que murió sin encontrar a su hijo

 Por Gerardo Albarrán de Alba

El féretro abierto deja ver el rostro enjuto de una mujer. Una rosa roja flanqueada por dos velas sobre la bandera nacional que la cubre. A sus pies, una cruz de flores blancas; en el otro extremo, recargada sobre un enorme crucifijo plateado, la foto de la mujer abraza a su hijo, Esteban Morales, el mismo que desapareció hace más de cuatro años y que desde entonces buscó por todo el país. Primero encontró la muerte.

Familiares y deudos llegaron temprano por la tarde del viernes a la amplia avenida Bucareli, en pleno centro de la capital del país, y la convirtieron en capilla ardiente, justo enfrente de la Secretaría de Gobernación. Ahí los agarró la noche, cuando el sacerdote Alejandro Solalinde llegó para celebrar las exequias. El tránsito estuvo cerrado durante horas ante la manifestación de este puñado de personas que vino a cumplir con la última voluntad de Margarita Santizo Martínez: plantar su propio cadáver ante las oficinas del responsable de la seguridad nacional. Ella murió de cáncer, pero quienes rezan ante su cuerpo dicen que murió de olvido.

Originaria de Tapachula, Chiapas, Margarita vivía en Chalco, uno de los municipios más pobres del país, en el Estado de México, en los suburbios del Distrito Federal, a donde llegó hace casi dos décadas –madre soltera ella– arrastrando tras de sí a sus dos hijos pequeños. Ahí vio crecer a Esteban y convertirse en policía federal y, luego, en una víctima más de la guerra contra el narcotráfico que desde 2006 desató Felipe Calderón, el presidente del derechista Partido Acción Nacional.

Durante 1779 días, Margarita buscó a su hijo, desaparecido junto con otros dos compañeros de la policía federal, Gustavo Sánchez González y Prisciliano Gómez Jacinto, en el puerto de Lázaro Cárdenas, en el estado de Michoacán, casi en los límites con el estado de Guerrero. Estaban de franco. Habían pedido permiso para irse juntos de compras. Nadie volvió a verlos.

El Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, que encabeza el poeta Javier Sicilia, acompañó a Margarita durante el tiempo en que ella trató de mover cielo, mar y tierra para encontrar a su hijo. También estuvo en su último acto de protesta junto a su cuerpo sin vida, tan muerto como su esperanza.

“Margarita visitó la Comandancia de la Policía Federal en diversas ocasiones sin recibir jamás atención o ayuda. Como tantos padres de desaparecidos, investigó por su cuenta; aparte de las autoridades de la PF, visitó ministerios públicos en Lázaro Cárdenas; fue a Províctima, el remedo que instituyó Calderón para dar atole con el dedo engañar a las víctimas de su guerra contra el narco. Finalmente, encontró la muerte antes que a su hijo, de un cáncer fulminante, producto de la rabia, el dolor y la indolencia de las autoridades”, al decir de otra madre de desaparecido. “A la indolencia se añaden en el deshonor, la vergüenza y la impunidad de quien no tiene cara que dar.”

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Margarita falleció de cáncer y, dicen, de olvido.
 
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