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Todo sigue igual a pesar del cambio de fichas en el gabinete francés

Tras la derrota del oficialismo en las regionales del domingo, el presidente Jacques Chirac anunció la formación del nuevo gobierno, que consiste más en una rotación de sus ministros.

Tres días después de la derrota sufrida por su campo en las elecciones cantonales y regionales, el presidente francés decidió mantener prácticamente los mismos ministros, cambiando únicamente el campo de sus responsabilidades. El electorado sancionó la acción gubernamental del primer ministro Jean Pierre Raffarin, pero Jacques Chirac optó por mantenerlo en su puesto. Los cambios en el gabinete, dados a conocer ayer, reflejan un desplazamiento de figuras más que la renovación profunda pedida por el electorado. Hay dos sustanciales: el del ministro de Interior, Nicolas Sarkozy, que está ahora al frente de la cartera de Economía y Finanzas, y el de Dominique de Villepin, uno de los hombres más cercanos a Chirac, que deja la Cancillería para asumir la dirección del Ministerio del Interior.
Con el reemplazo de De Villepin la diplomacia francesa pierde uno de los personajes más carismáticos con que contaba en el plano internacional. Famoso por el discurso que pronunció el 14 de febrero del año pasado en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas en contra de la intervención norteamericana en Irak, De Villepin se comprometió a menudo personalmente en los procesos. Irak, Colombia o Costa de Marfil, Dominique de Villepin encarnó una diplomacia de acción en contra de una diplomacia de palabras. Fue reemplazado por un especialista de las relaciones con la Unión Europea, Michel Barnier.
Un total de 43 ministros, ministros delegados y secretarios de Estado componen el nuevo gabinete. El desplazamiento de los ministros a otros puestos claves traduce la intención de reforzar la acción con hombres forjados en las luchas políticas de envergadura. En este contexto, el nombramiento de François Fillon como titular de la cartera de Educación, de Philippe Douste-Blazy a la cabeza del Ministerio de la Salud y de Jean-Louis Borloo al frente del Ministerio del Trabajo, el Empleo y la Cohesión Social indican que Chirac eligió un esquema de combate en los tres sectores que más encendieron las protestas sociales. La inclusión de un gran Ministerio del Trabajo que comprende la “cohesión social” señala, al menos en los términos, que el jefe del Estado va a tomar en cuenta una de sus promesas electorales, es decir, la reducción de la “fractura social”. Los analistas estiman que Philippe Douste-Blazy y Jean-Louis Borloo serán los encargados de marcar la orientación social prometida por Raffarin luego de la debacle de las elecciones regionales.
Lo esencial del Ejecutivo recién nombrado radica en la llegada del hombre más popular de la derecha, Nicolas Sarkozy, al Ministerio de Economía y Finanzas. A Sarkozy le corresponde lavarle la cara a una política de reformas –jubilación, protección social– que provocó un gran descontento en el país. El escollo mayor que enfrenta es la incompatibilidad entre las necesidades y los déficit presupuestarios de Francia. El pacto de estabilidad de la Unión Europea impone un déficit público máximo del 3%. El año pasado, París superó esa barrera, 4,1%, y acumuló un endeudamiento de 15 mil millones de euros, ambas cifras están muy por encima de lo fijado para las economías de la UE.
La izquierda francesa criticó con firmeza la composición del gabinete: “Los actores han sido modificados pero la pieza será la misma”, dijo el Movimiento Republicano y Ciudadano. “El nuevo gobierno es un maquillaje de fachada”, dijeron los ecologistas, mientras que el diputado socialista Manuel Valls consideró que este gobierno estaba compuesto “por náufragos del sufragio universal de los dos últimos domingos”. Los ministros claves tienen 73 días para revertir la situación actual. La próxima cita electoral son las elecciones europeas del mes de junio pero, para muchos observadores, con la derrota en las elecciones regionales y el mantenimiento del premier Francia entra ahora en una fase de revueltas callejeras y protestas sociales de gran intensidad.

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El ministro de Interior, Nicolas Sarkozy (izq.), habla con el canciller, Dominique de Villepin.
 
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