EL MUNDO › OPINION

La hora del pan y el circo

Por Robert Fisk *

Es el momento del pan y circo. Sigan distrayendo a la gente. Muéstrenle a Saddam. Que se acuerden lo que solía ser. Que agradezcan. Que Saddam pague. Muestren su rostro al mundo una vez más de manera que sus víctimas piensen en el pasado, no en el presente. Acúsenlo. Frente a la total majestad de la nueva ley “democrática” de Irak. Y que George Bush pueda ganar la próxima elección estadounidense. Más o menos así es como se veía a Bagdad ayer. Atrás quedaron los cortes eléctricos de 12 horas y la violencia y los secuestros y la insurgencia. Volvamos a los horripilantes días del reinado baazista, revisitemos una vez más el teatro de la crueldad, de vuelta a todos esos crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad con los que será acusado el “monstruo”. Démosle otra mirada a Tariq Aziz, a Alí “El Químico” y al resto. ¿No era por eso que vinimos a Irak, para rescatar a los iraquíes de la Bestia de Bagdad?
“Buenos días”, supuestamente dijo Saddam a los funcionarios iraquíes cuando fue “entregado” por los estadounidenses, no sabemos cómo, ayer. Aparentemente quería saber si iba a tener derecho a un abogado (lo que nunca fue un motivo de preocupación para él cuando se trataba de sus prisioneros). Salem Chalabi, un pariente del estafador condenado y ex favorito del Pentágono Ahmed Chalabi, está dirigiendo el trabajo del tribunal. De manera que no es sorprendente que Saddam haya pedido asesoramiento. Saddam fue trasladado de su celda de prisión de máxima seguridad en Qatar para encontrarse con la “Justicia iraquí” –exactamente lo que esto significa no resulta claro, aunque la mayoría de los periodistas occidentales usaron esta frase– y hoy se enfrentará a un juez iraquí que acusará formalmente al ex dictador de crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad.
El problema es que todavía no tenemos juntos todos los cargos contra Saddam. Llevará por lo menos un año decidir los detalles exactos de lo que se le va a acusar. ¿El bombardeo químico de Halabja? Por supuesto. Las matanzas masivas de chiítas después del levantamiento de 1991. Sin duda. La tortura de iraquíes inocentes en la prisión de Saddam, Abu Ghraib. Bueno, eso puede no ser exactamente el nombre preciso que el tribunal o los estadounidenses quieren escuchar justo ahora. ¿Y se aplicará la pena de muerte? Posiblemente, por lo menos es lo que un montón de iraquíes querrían. Fue, después de todo, el castigo preferido de Saddam. ¿Podría la fama de Alí “El Químico” de Halabja escapar a tal sentencia? Luego está el pequeño problema del tribunal iraquí cuyos “jueces” resultan ser abogados, aparentemente sin habilidades jurídicas. Muchos son iraquíes que pasaron años en el exilio, el tipo de personas con las que un creciente número de iraquíes que se quedaron y soportaron el reino de Saddam están cada vez más desencantados. Un juez, nos dicen, leerá hoy formalmente un texto escrito contra Saddam. No sabemos dónde. Ni siquiera sabemos cuándo, aunque presumiblemente será hoy jueves.
El viejo poder de “ocupación” –o el nuevo poder de “ocupación” si la nueva independencia del país parece difìcil de tragar– dejó saber que puede haber un “acceso a los medios” cuando aparezca Saddam. Donde dice justicia, vean las fotos.
Los periodistas harán lo que puedan para convertir todo esto en una historia exitosa. Aún ayer, la BBC le estaba diciendo a los televidentes que la aparición de Saddam en el tribunal era “exactamente lo que los iraquíes estaban esperando”. Ay, pero los iraquíes han estado esperando la electricidad y la seguridad y la libertad y las elecciones durante mucho más que el juicio del miserable viejo asesino que será mostrado antenosotros mañana. Como una mujer consultora financiera iraquí, nada amiga del partido baazista, dijo ayer, “esto es juego de niños, escrito por niños para niños. Tenemos necesidades reales y quieren que vayamos y miremos jugar”.
Porque si el traspaso de “plena soberanía” a un gobierno iraquí elegido por estadounidenses tenía una cualidad de Alicia-en-el-país de-lasmaravillas, el interludio de hoy con Saddam marcará la aparición de Gato de Cheshire. Quizás sonría. Quizás lo desafíe a los gritos al juez y debe ser dominado. Dios no permita que acuse al nuevo gobierno “interino” de ser títere de Estados Unidos. O, aún peor, recuerde al tribunal su propia larga relación con los gobiernos de Estados Unidos. Pero casi con seguridad, como el Gato de Cheshire, desaparecerá nuevamente y lo pondrán nuevamente en su caja durante otros 12 meses hasta que podamos asistir al Juicio del Siglo en Bagdad.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Celita Doyhambéhère

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