EL MUNDO

“Si George Bush es reelegido, seguirá bombardeando en Irak”

Habla el periodista Seymour Hersh, que reveló las torturas en el penal iraquí de Abu Ghraib. Su libro Obediencia debida desenmascara la guerra antiterror de la gestión republicana.

Por Alois Hug *
Desde Madrid

Desde hace más de 35 años, el periodista Seymour Hersh ha sido una mosca detrás de la oreja para los sucesivos gobiernos de EE.UU. Se hizo famoso en 1969 al revelar la matanza cometida por soldados norteamericanos en My Lai, en Vietnam, lo que le valió el Premio Pulitzer. Desde entonces no ha dejado de publicar historias comprometedoras sobre los círculos del poder, basándose siempre en fuentes de la propia administración. En mayo pasado su nombre volvió a sonar cuando destapó en un artículo de la revista The New Yorker el escándalo de las torturas a presos iraquíes en la cárcel de Abu Ghraib. Hersh presenta estos días en España su libro Obediencia debida en el que revela la cara oculta de la “guerra contra el terror” del presidente Bush.
–Cerca de seis meses después de la publicación de su artículo que denunciaba las torturas en Irak, parece que sólo unos soldados van a ser castigados. ¿Es posible que nadie sea responsable a un más alto nivel?
–Por supuesto. En mi país no existe la responsabilidad. Cuando escribí sobre la masacre de My Lai (en Vietnam), el único que fue inculpado por la matanza fue un teniente. Nadie es responsable en EE.UU. No puedo explicar por qué. Si volvemos atrás, vemos que en agosto del año pasado la guerra iba mal, la insurgencia aumentaba, la ONU había sido golpeada. Decidieron entonces que necesitaban más información sobre la insurgencia. Tenían que infiltrar la insurgencia. Empezaron a maltratar a los prisioneros. Y sacaron fotografías. ¿Por qué? Lo que creo es que había una idea detrás. La idea era: “Vamos a agarrar a unos jóvenes iraquíes que no tienen nada que ver con la insurgencia, los vamos a fotografiar en posturas humillantes para chantajearlos y los vamos a soltar y decirles que se unan a la insurgencia, y luego nos darán información o si no utilizaremos las fotos contra ellos”. Esta era la idea, es lo que me han contado. Pero se les fue de las manos. En enero uno de los hombres enseñó las fotos a la policía militar. Ahí tenían un problema. El problema no era lo que habían hecho, sino las fotos. Porque hacía meses que varias organizaciones de derechos humanos denunciaban estos hechos y la Casa Blanca rechazaba sistemáticamente las acusaciones. Pero en este caso había fotos. Según el Pentágono, unos días después de que el hombre enseñara las fotos, Donald Rumsfeld (el secretario de Defensa) informó al presidente, pero Bush no miró las fotografías. Desde entonces hasta que la cadena de televisión CBS y yo sacamos la historia en mayo, nadie en el gobierno hizo nada, salvo inculpar a “las siete malas semillas”. La idea de que siete jóvenes de Virginia Occidental, que habían entrado en el ejército para ganar dinero, pudieran entender que en la cultura musulmana la mejor forma de humillar a un hombre es desnudarle y fotografiarle, es simplemente imposible. Alguien les dijo qué hacer. Les dieron instrucciones. Si queremos saber dónde está la responsabilidad, no hay que buscarla en los soldados, sino en el presidente, el vicepresidente o el secretario de Defensa, que desde el inicio siempre dejaron claro, desde Guantánamo y Afganistán, que uno podía hacer lo que quería con los presos. Y es lo que pasó.
–¿El gobierno tiene una responsabilidad por no haber dicho nada, por no haber actuado?
–Una responsabilidad pasiva. Estábamos muy asustados después del 11-S, porque no sabíamos nada del terrorismo, nunca lo habíamos tenido. Y Bush, en vez de decir “Este es el momento para entender lo que ha pasado, para ser fuertes, para unirnos...”, en vez de esto, utilizó el miedo, y lo sigue utilizando. No hay palabra para decir lo que Bush ha hecho a mi país.
–Después del escándalo de las torturas, de la ausencia de armas de destrucción masiva, de la falta de un plan para la posguerra, Bush tiene buenas posibilidades de ser reelegido, ¿cómo explicar que la gente lo sigue apoyando?
–Mire, un actor muy famoso en EE.UU., Richard Prior –era muy divertido– contaba esta historia: “Está un hombre en la cama con la mujer de su mejor amigo y de repente su mujer entra y empieza a gritar, y él le dice: ‘Esto no está pasando, no estoy haciendo lo que ves, ¿me vas a creer a mí o a tus ojos que mienten?’”. Esto es lo que ha hecho Bush: “¿Me van a creer a mí o a lo que ven todos los días en la televisión?”. Es una locura, no encuentro una explicación.
–¿Y cuál es la responsabilidad de los grandes medios en la desinformación?
–Los grandes medios han fracasado totalmente. Mi periódico, por ejemplo, The New York Times (Hersh trabajó durante muchos años en este diario), apoyó a Bush. Querían ir a la guerra. Creían que después del 11-S debían ser leales al gobierno.
–¿Estaban convencidos?
–Sí, se lo creían. Mire, hay cosas realmente terroríficas hoy en EE.UU. Creo que Bush no fue a la guerra por el petróleo o por Israel. Decidió la guerra porque creía profundamente que podía ir a Irak con unos 10.000 soldados, unas bombas, unas fuerzas especiales y que Saddam caería y un nuevo gobierno aparecería y la democracia se extendería, como el agua sale de las fuentes. Y si es reelegido seguirá bombardeando porque cree que debe instalar la democracia.
–Pero detrás de Bush, ¿son todos así?
–No todos. Sólo un pequeño grupo que llamamos los neoconservadores. Paul Wolfowitz, Karl Rove... ¿Cómo llegaron a convencer a Bush, Cheney o Rumsfeld? No lo sé.
–¿Los neoconservadores controlan realmente el gobierno?
–No hay ninguna duda. El problema es que después de 11-S Bush dijo: “Están con nosotros o en contra”. Y a principios de 2002, cuando la guerra de Afganistán todavía no había terminado, Al Qaida seguía viva, los talibanes también, decidieron ir por Saddam. Si uno en la Casa Blanca, a principios de 2002, creía que la mejor forma de luchar contra el terrorismo era ir a Bagdad, éste era considerado como un genio. Pero si uno pensaba que no era cierto, aunque fuera un alto mando del Pentágono o de la CIA y había estado trabajando con el presidente durante 25 años, éste era considerado como un traidor. Por eso la gente empezó a hablar conmigo.
–Usted ha escrito mucho sobre la guerra de Vietnam, ¿se puede comparar con lo de Irak?
–Por supuesto hay cosas que se repiten. En Vietnam, el presidente
Lyndon Johnson continuó en matar a gente, incluso después de saber que no tenía razón. Pero en Irak es distinto, porque en el caso de Johnson –ahora lo sabemos gracias a los archivos– él tenía dudas. Bush no tiene dudas. Continuará. Está convencido. La diferencia, además, es que en Vietnam, nuestra seguridad nacional no estaba en juego. Después de perder la guerra –habíamos perdido a 58.000 soldados, tres millones de vietnamitas habían muerto– a los tres años, los vietnamitas ya querían hacer negocio con nosotros. Ahora sí nos hemos metido en un lío. Hemos creado odio en el mundo musulmán. Es muy duro para ellos ver una cosa como la de Abu Ghraib, ver cómo los americanos pueden ser tan locos, tan perversos. Necesitamos cambiar de actitud, empezar a hablar de otra forma, acabar la guerra. No podemos ganar la guerra. Será muy difícil salir, pero tenemos que salir.
–¿Cómo explicar que John Kerry no utiliza el escándalo de las torturas en su campaña?
–Todo el mundo me lo pregunta. No lo sé. Creo que es un tema demasiado delicado y quizás no sabe cómo abordarlo. No entiendo a Kerry, prefiero quedarme lejos de los políticos. Espero que gane, pero creo que lo quedice de la guerra –“Puedo ganar la guerra”– es una locura. Es increíble lo que pasa en EE.UU. Kerry presenta una política más a la derecha que Bush. Dice que va a reforzar el ejército, aumentar las fuerzas especiales, poner más policías, ganar la guerra, ser más duro con Irán. Y Bush replica: “Ven, es un liberal”.

* De El País de Madrid. Especial para Página/12.

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Una de las fotos del escándalo sobre las torturas sistemáticas realizadas en Abu Ghraib.
 
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