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Cómo cambiar de caballo a la mitad de una intensa contienda política

Kadima, la nueva formación de centro fundada por Ariel Sharon, afronta la desaparición de su líder a menos de tres meses de elecciones cruciales para el futuro de la paz. Las encuestas otorgaban al partido de Sharon más de 40 de los 120 escaños del Parlamento.

Por Juan Miguel Muñoz *

Las decisiones de Ariel Sharon durante su trayectoria de más de medio siglo han sido habitualmente traumáticas. Y el adiós involuntario del primer ministro israelí a la política también provocará una convulsión electoral. Hace sólo un mes y medio abandonó el Likud para fundar Kadima, el partido que se perfilaba como contundente triunfador en las elecciones del 28 de marzo y que ahora busca un líder que no podrá suplir el carisma del general retirado. El derechista Likud puede ser el más beneficiado por la ausencia de un dirigente que desata pasiones y que concita la confianza de la población israelí.

Desaparece de la escena israelí el hombre que ha dominado a su antojo la vida política del Estado judío en el último lustro. Hace sólo seis semanas Sharon causó un cataclismo en Israel al abandonar el Likud, el partido que fundó en compañía de Menajem Beguin a comienzos de los años ’70.

Arrastrados por el líder carismático, 13 diputados del Likud, tres dirigentes laboristas –entre ellos, el Nobel de la Paz Shimon Peres–, parlamentarios de otros partidos y personalidades del mundo académico ingresaron en Kadima, que significa “Adelante” en lengua hebrea. En un sistema político en el que prima el personalismo, el nuevo partido se ha quedado huérfano; con las listas electorales aún por confeccionar, y a la búsqueda de candidato para el cargo de primer ministro. El futuro político de los dirigentes que siguieron los pasos de Sharon es ahora incierto.

La totalidad de las encuestas otorgaban desde mediados de noviembre a Kadima 40 o más diputados en el Parlamento de 120 escaños. Y situaban al Likud con entre 12 y 15 asientos en la Knesset frente a los 40 que logró en las elecciones de 2003, en una tesitura casi desesperada tras la fuga de varios de sus más prominentes dirigentes, entre ellos el presidente del partido, Tzaji Hanegbi, y el ministro de Defensa, Shaul Mofaz. El viceprimer ministro, Ehud Olmert, siempre fiel a Sharon y que ha asumido la jefatura del gobierno, parece el candidato de Kadima para la jefatura del gobierno.

El nuevo partido afronta el reto de demostrar que Kadima no es sólo Sharon. Akiva Eldar, analista del diario Haaretz, comenta ayer que “la elección del heredero de Sharon es el reto principal. Si logran mantener la unidad y elaborar las listas electorales, podrán conservar gran parte del apoyo” que les ofrecen las encuestas. Sin el primer ministro al frente, es aventurado pronosticar cuál será el comportamiento de Kadima en los comicios. Sobre todo porque algunos de los líderes que se sumaron al carro de Sharon tras abandonar sus anteriores partidos –Shimon Peres, el laborista, y Shaul Mofaz, el Likud, tras prometer que nunca abandonaría el cargo– carecen del prestigio del enfermo. Meir Shitrit, ministro de Transportes y uno de los señalados como probable sucesor de Sharon, afirmó en contra de la opinión más extendida: “Kadima no es un hombre sino un camino. Estamos en condiciones de sacar adelante el legado de Sharon”. Va a ser complicado en un partido en el que el jefe del Ejecutivo acaparaba casi toda la atención y en el que los dirigentes como Peres y Mofaz se han mantenido en un plano más que discreto después de desertar del Partido Laborista y del Likud, respectivamente.

La desaparición política del primer ministro ha abierto así una carrera electoral que se antojaba poco reñida. Será el Likud, encabezado por el ex primer ministro Benjamín Netanyahu, el más beneficiado por el internamiento en el hospital Hadassa de Sharon. Pero también el liberal y laico Shinui, que cuenta con una quincena de legisladores, podrá conservar a buena parte de los votantes que prometían en los sondeos su preferencia por Sharon en las urnas. La incertidumbre se ha adueñado de una precampaña que el nuevo líder del Partido Laborista, Amir Peretz, pretende centrar en los aspectos sociales. Lo tendrá muy complicado en un país en el que los asuntos de seguridad –el programa nuclear de Irán se ha sumado en las últimas semanas al sempiterno conflicto con los palestinos– son decisivos a la hora de votar.

El derrame cerebral sufrido por el gobernante tampoco favorecerá el proceso de paz con los palestinos, aunque en la práctica el propio Sharon lo mantenía paralizado. Israel exige a la Autoridad Palestina (AP) el desarme de las milicias antes de reanudar las negociaciones. Pero a 20 días de las elecciones generales palestinas y a casi tres meses de las israelíes, la convalecencia del único dirigente con la fuerza necesaria para ejecutar medidas como la retirada de la franja de Gaza no augura avance alguno a corto plazo en el proceso de paz.

Sharon, desde la fundación de su nuevo partido, nunca fue demasiado preciso sobre sus intenciones respecto de las colonias de la Cisjordania ocupada. Pero sus rivales –especialmente el ultraconservador Benjamín Netanyahu, que se opuso a la retirada de Gaza y que encabezó la rebelión en el Likud que desembocó en la fractura del partido– lo acusaban a diario de planear nuevas evacuaciones de asentamientos. Y los colaboradores próximos al primer ministro tampoco se empeñaban en desmentir tajantemente eventuales retiradas en el futuro.

Sin Sharon, ¿qué dirigente osaría llevar a cabo nuevas evacuaciones unilaterales? “Sólo Sharon puede impulsar el proceso de paz”, aseguró Peres cuando anunció su abandono del Partido Laborista.



* De El País de Madrid. Especial para Página/12.

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Ehud Olmert, sucesor de Ariel Sharon, conversando con su jefe en una sesión parlamentaria.
 
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