EL MUNDO › PALOCCI DEJO ECONOMIA PARA ALLANAR LA REELECCION

La caída del segundo hombre fuerte de Lula

Después de meses de especulaciones, denuncias y contradenuncias que llegaron a hastiar a la opinión pública, un escándalo menor obligó a Lula a perder a su segundo alfil: el ministro de Economía Antonio Palocci. El primero había sido José Dirceu, en junio de 2005. Ahora los ataques irán directamente al presidente.

 Por Darío Pignotti
Desde San Pablo

El presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva aceptó ayer la renuncia del ministro de Economía Antonio Palocci, envuelto en un escándalo múltiple donde se mezclaron negocios ilegales con un supuesto affaire extramatrimonial que fue denunciado por un jardinero infiel (al ex ministro), quien decidió contar todo lo que vio a la oposición. Palocci dejó el cargo después de 39 meses, y a tan sólo 6 meses y 5 días de las elecciones presidenciales en las que Lula buscará ser reelecto. Una misión que ahora se ha tornado más difícil, aunque no imposible, si se miran sus todavía altos índices de popularidad.

Advertido de la debacle política que representaría perder al último hombre fuerte del gabinete, el presidente se empeñó en mantenerlo en su puesto hasta último momento. “Palocci seguirá siendo ministro hasta el final de mi gobierno (N. de la R.: 31 de diciembre)”, dijo la semana pasada cada vez que lo consultaron. El ex ministro será sucedido por el presidente del estatal Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (Bndes), Guido Mantega, un académico del oficialista Partido de los Trabajadores (PT), de posiciones desarrollistas moderadas que lo llevaron a discrepar con las altas tasas de interés de su predecesor. Dentro del elenco de candidatos a ocupar el Palacio de Hacienda fue escogido el de menor expresión política: Mantega, a diferencia de Palocci, que contaba con respaldo de banqueros y empresarios, llega al poder como soldado de Lula, que no pretende apartarse del libreto ortodoxo aplicado hasta el momento.

“Esta política económica es la política económica del presidente Lula, el presidente Lula es el fiador de ésta, que es la política económica más exitosa de los últimos años (..) la que nos está llevando a un nuevo ciclo de crecimiento”, dijo ayer Mantega en sus primeras declaraciones como ministro. Luego pronosticó un crecimiento del 4 al 4,5 por ciento del PBI, un número modesto pero más atractivo que el 2,6 del año pasado, pero no arriesgó cifras cuando fue interrogado sobre las tasas de interés, que siguen en torno del 17 por ciento. “El gobierno hará todo el esfuerzo para que los intereses sean reducidos cada vez más.”

La Bolsa de Valores de San Pablo (Bovespa) asimiló sin sobresaltos la crisis cerrando las operaciones del día con un alza de 0,17%. El presidente de la Federación de Industriales de San Pablo (Fiesp), Paulo Skaf, dijo que la transición no traerá turbulencias, pero insistió en que Brasil debe dejar de ser el furgón de cola en la tabla de crecimiento de los países emergentes.

El fin de Palocci, un ex militante trotskista convertido a la ortodoxia económica, conmocionó mucho menos al mercado que a la escena política, contaminada por el estrés electoral de la oposición, urgida por descontar los 19 puntos de ventaja de Lula sobre el candidato presidencial Geraldo Alckmin, gobernador de San Pablo y miembro del Partido de la Socialdemocracia Brasileña (PSDB). Se da como seguro que en los próximos sondeos el efecto Palocci redundará en una crecida de Alckmin, que ha hecho de la ética una bandera de campaña.

Su correligionario, el ex presidente Fernando Henrique Cardoso, celebró con elegancia el traspié del gobierno de Lula: “(La renuncia) no es una sorpresa para mí, las denuncias en su contra vienen del tiempo en que era alcalde” de Ribero Preto. Palocci fue dos veces intendente de esa ciudad del interior paulista a mediados de los años 1990 y a comienzos de 2000, cuando habría montado un sistema de recaudación ilegal para financiar campañas del PT. En otro tramo de sus declaraciones, Cardoso fue más hiriente y comparó el fin de Palocci con el del ex ministro de la Casa Civil José Dirceu, acontecida en junio del año pasado y que significó una sangría para el gobierno, llevó al PT a un estado de virtual fractura y derrumbó la credibilidad de Lula.

El verano, el Carnaval y el hastío ante las denuncias muchas veces inverosímiles de la oposición hicieron que la opinión pública fuera dejando atrás su estupor ante la corrupción gubernamental y la imagen de Lula se recompuso. Pero nadie sabe si el mandatario conseguirá la misma proeza de aquí en adelante, cuando los ataques no partirán hacia sus alfiles Dirceu o Palocci, sino contra él. Esta semana ya está prevista la presencia en el Congreso de uno de sus hombres de confianza sospechado de haber pagado cuentas presidenciales con dinero mal habido.

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