EL MUNDO

Il Cavaliere estalló en mil denuncias histéricas

Silvio Berlusconi, premier italiano, parece preocupado con vistas a las elecciones del domingo y el lunes, donde lucha cuesta arriba con el centroizquierda. Y su respuesta ha sido un alud de insultos.

Por Enric González *
Desde Roma


La campaña electoral de Silvio Berlusconi adquirió ayer tintes apocalípticos. El presidente del gobierno italiano denunció una presunta conspiración contra él que incluía a “los periódicos y los grandes grupos económicos”, a magistrados, a cooperativas, a partidos de la izquierda y a sus propios empleados. Dijo que la democracia estaba en peligro y reclamó el envío de observadores internacionales para evitar un “fraude” en las elecciones del domingo y el lunes. “Está desesperado porque sabe que va a perder”, comentó su rival, Romano Prodi.

Parecía difícil crispar aún más una campaña de tono violento y rasgos ocasionalmente delirantes, obra de un Berlusconi deseoso de convertir las elecciones generales en una cuestión de vida o muerte: seguía convencido de que podía ganar si lograba movilizar a su favor a los indecisos, atemorizándolos con un futuro desastroso en caso de victoria de Prodi. Los italianos, que en general escuchaban el griterío político con resignación y un relativo desinterés, recibieron ayer una nueva ducha de espantos.

Berlusconi convocó a la prensa y en cuanto comenzó su monólogo se vio venir un torrente de improperios: “Quiero hacer una denuncia gravísima de la enésima acción política de la Justicia, dirigida a desacreditar, desestabilizar y atacar al gobierno italiano”. En ese punto, Il Cavaliere se refería a su más reciente procesamiento, anunciado con sospechosa oportunidad al principio de la campaña por la Fiscalía de Milán. La acusación era la de corromper a un testigo judicial, el abogado inglés David Mills, y la primera vista debería celebrarse en junio. El presidente del gobierno distribuyó entre los periodistas unos documentos que, según él, probaban su inocencia. No probaban nada, salvo que los 600.000 dólares recibidos por Mills habían salido de una cuenta corriente a nombre de un empresario napolitano pero gestionada por el propio Mills, cosa ya sabida.

Hubo, de nuevo, palabras durísimas contra los fiscales: “Es absurdo que mientras yo trabajo cada día desde las 7.30 hasta las 2.30 de la madrugada por el bien del país, haya funcionarios públicos indignos que traman contra el presidente del gobierno; se trata de una infamia para empujar a los ciudadanos hacia un voto determinado”, declaró.

Berlusconi prosiguió refiriéndose a “una alianza entre los periódicos y sus propietarios, los grandes grupos económicos, para formar un frente oscuro y opaco contra mí, contra la pequeña y mediana empresa y contra los ciudadanos”. Resultó evidente que no le habían gustado los titulares del día, referidos todos ellos a su fallido intento de comparecer, frente a Prodi o frente a quien fuera, ante las cámaras de Canale 5, su principal emisora televisiva. Tampoco le gustó que el comité de redacción de Canale 5 se opusiera a la aparición del propietario de la empresa en la hora de máxima audiencia, en violación de las leyes electorales.

El hombre más rico de Italia denunció acto seguido una “trama de corrupción” tejida por los gobiernos regionales de centroizquierda y las cooperativas en torno de la concesión de contratas y obras públicas: “Nos encontramos –subrayó–, ante un perverso conflicto de intereses entre gobiernos rojos, finanzas rojas, partidos de izquierda y cooperativas rojas, inaceptable en una democracia”.

Poco antes de ese discurso tormentoso, durante una entrevista en televisión, Berlusconi había intentado explicar las diferencias entre él y Romano Prodi: “Yo soy la persona más buena que existe, soy tolerante, quien llama a mi puerta la encuentra siempre abierta, ayudo a los pobres, amo a todo el mundo, soy una persona que une. Forza Italia es el partido del amor –precisó–, mientras la izquierda es el partido del odio”.

Sus rivales se tomaron con calma el furor berlusconiano. “Da pena, habla como si estuviera ya en la oposición”, declaró Luciano Violante, de los Demócratas de Izquierda. “Cada día se inventa una barbaridad mayor, basta con no escucharlo”, dijo Fausto Bertinotti, de Refundación Comunista. “¿Desplantes? ¡Pero si él lo controla todo! Está desesperado porque sabe que va a perder, por eso trata de envenenar la campaña”, comentó Romano Prodi. Nicola Marvulli, primer presidente del Tribunal de Casación y máxima autoridad de la magistratura, prefirió no hacer comentarios: “A veces, el silencio es oro”.


* De El País de Madrid. Especial para Página/12.

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Berlusconi llegó a acusar a sus propios empleados de traición.
Imagen: EFE
 
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