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El “socialismo siglo XXI” de Chávez, eje del debate electoral venezolano

La frase está en boca de todos, pero las definiciones cambian según a quién se le pregunta. Para algunos chavistas se trata de una definición ideológica; para otros, de un modelo de desarrollo económico y social. Para la oposición es igual al castro-comunismo.

En el contexto de uno de los tantos actos de campaña en el interior, entre la multitud de seguidores del candidato a presidente, Alexis se destacaba por llevar en su mano el libro de Noam Chomsky, Hegemonía o supervivencia, el mismo que se vende en las calles caraqueñas a precio especial luego de que Hugo Chávez recomendara su lectura en el insolente discurso de la ONU en septiembre de este año. “¿Socialismo del siglo XXI? La tendencia moderna del resurgir de los pueblos”, contestaba confiado. Sus palabras resultaban demasiado sofisticadas frente a las diversas interpretaciones que por allí se le daban al tema. “Significa que tiene que haber más apoyo a la clase social, no pensar en gobiernos aislados de los barrios”, explicaba Alberto; “que todos tengamos derechos por igual, algo que los indígenas venimos practicando hace 500 años”, decía Margarita. A veces la respuesta era simplemente: “Espectacular, lo mejor. De verdad, lo mejor”.

El concepto de socialismo del siglo XXI, controversial y ambiguo, es una de las fases de la Revolución bolivariana de mayor aceptación entre los seguidores del proceso y un tema instalado de debate en la sociedad venezolana, que mañana elige presidente. Su origen es más bien reciente. En los primeros años de gobierno chavista el discurso oficialista se mantenía dentro de los parámetros de la crítica al capitalismo salvaje. Es sobre todo con el golpe de Estado de abril de 2002 que la retórica toma otro rumbo, el antiimperialismo norteamericano, lo que finalmente da pie a que el 1º de mayo de 2005 Chávez anuncie que Venezuela se dirigía hacia la construcción del socialismo.

El término “socialismo siglo XXI” tiene como fuente ideológica al teórico Heinz Dietrich y a lo que se dio en llamar “el árbol de las tres raíces”: la raíz bolivariana de la igualdad y la libertad, y la visión geopolítica de integración de América latina; la raíz del histórico dirigente campesino Ezequiel Zamora, del pueblo soberano y la unidad cívico-militar, y la raíz robinsoniana de Simón Rodríguez, el sabio de la educación popular y maestro de Bolívar. Nuclea además al humanismo cristiano, las experiencias comunitarias de los pueblos indígenas, a Marx y a Artigas entre otros.

El no tener definiciones pautadas permite que entre la gente se desarrollen distintas perspectivas. Hay quienes, como Picky, coordinador del núcleo endógeno para los jóvenes Tiuna, El Fuerte, piensan que el socialismo es lo que se está viviendo en la actualidad, pero con mejoras. “Socialismo del siglo XXI es que el poder se redistribuya, que haya menos distancia entre nosotros y el Estado, pero sin que el Estado te chupe. De eso tratan, por ejemplo, los consejos comunitarios y los bancos comunales, que es la forma como el barrio se organiza y resuelve sus propios problemas.”

El fomento al cooperativismo, desde la misión Vuelvan Caras es otro aspecto de esta democracia participativa. “Las cooperativas son un instrumento dentro de un marco más grande, que es la economía social y solidaria, que propician la participación del pueblo para apropiarse del proceso político que estamos viviendo”, señalaba Yris Martín Márquez, directora general de Despacho de la Superintendencia Nacional de Cooperativas.

A este marco se le sumarían las misiones sociales, que nacen como soluciones de emergencia, pero terminan rompiendo con los parámetros de salud y educación pública, al punto de que hoy la expectativa de muchos es que se institucionalicen. Ejemplo de ello son Barrio Adentro I, el programa que lleva módulos de atención médica cubana a los espacios más recónditos del país y que, según cifras oficiales, suma 220 millones de consultas; y las misiones Robinson, Ribas y Sucre, que cubren los niveles inicial, bachiller y terciario y que permitieron, gracias al incentivo económico que reciben los estudiantes adultos, un avance fundamental en los niveles educativos y la declaración de la Unesco en 2005 de Venezuela, único país latinoamericano junto con Cuba, como país libre de analfabetismo.

Sin embargo, hay quienes leen que todos estos avances son parte de una etapa de transición. Julia, militante estudiantil, explicaba: “Socialismo del siglo XXI es lo mismo que socialismo en el siglo XX”. Para ellos, el hincapié en la industrialización y el desarrollo tecnológico incentivado desde los acuerdos comerciales con, entre otros, China, Rusia e Irán (como es el caso de la inauguración, este martes, de la primera planta ensambladora de vehículos, Venirauto), la diversificación de la economía a través de la recuperación de un agro abandonado por el petróleo y la creación de infraestructura, como son los puentes sobre el Río Orinoco, el sistema ferroviario Caracas-Tuy, los metros de Valencia, Los Teques, Maracaibo y la nueva línea de Caracas son los sostenes del socialismo venezolano.

Desde la oposición también se escuchan interpretaciones. En su cierre de campaña, Manuel Rosales intentó explicarlo: “Que todos seamos mendigos del Estado, ése es el socialismo del siglo XXI, regalar riqueza a otras naciones. Esta corriente política les hablará a los niños de violencia, castro-comunismo y enrolará a los jóvenes para prepararlos para guerras ajenas que no entendemos”.

Esta vuelta al discurso macartista de la Guerra Fría se siente, además, en la calle. Maribel, habitante del municipio rico y opositor del Chacao, comentaba: “Yo vivo en una zona escuálida y todavía no puedo convencer a mis vecinas de que la revolución no les va a sacar a sus hijos. Es una locura”.

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Parafernalia electoral socialista, con iconografía de Chávez, el Che y Simón Bolívar.
 
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