EL MUNDO › TRAS LAS PARRANDAS DE LOS DESERTORES EN LAS PLAYAS BRASILEÑAS

Los boxeadores, de regreso a Cuba

Un empresario alemán los había convencido de abandonar la delegación cubana de los Juegos Panamericanos, pero fueron descubiertos y ahora esperan para ser deportados a la isla.

 Por María Laura Carpineta

La aventura de las dos promesas del boxeo cubano que desertaron en medio de los Juegos Panamericanos llegó a su fin. Ayer la policía brasileña anunció que deportará a los dos deportistas, que habían sido detenidos el jueves a la noche en una playa cercana a la ciudad de Río de Janeiro. Después de desaparecer el 22 de julio, antes de la ceremonia de pesaje, los dos boxeadores se habrían refugiado en Praia Seca, en la pequeña ciudad de Araruama, con dos empresarios, uno cubano y otro alemán. Allí debían esperar hasta que les tramitaran los documentos necesarios para instalarse en Berlín y comenzar su carrera profesional. Pero las fiestas y las chicas con las que quemaban los días llamaron la atención de la policía. Anoche los dos deportistas se encontraban en un hotel de Río a la espera de que la policía reciba sus pasaportes y consiga lugar en un vuelo a La Habana.

El caso de los cubanos desertores acaparó la atención mundial cuando el convaleciente Fidel Castro denunció la compra de deportistas en sus artículos en el diario oficial Granma. Según demostró el veterano comandante de la Revolución, Arena, una empresa alemana promotora de boxeo financió toda la operación y ya le habría ofrecido un contrato por cinco años a Guillermo Ringodeaux, de 26 años y dos veces campeón olímpico y mundial de peso gallo, y Erislandy Lara, de 24 años y campeón mundial de la categoría welter. El hombre que dirigió todo el operativo, Ahmer Öner, reconoció que tardó meses en planearlo y, según el diario alemán Bild am Sonntag, habrían ofrecido cerca de 683 mil dólares por las estrellas cubanas.

Pero el plan de Öner se derrumbó cuando los pobladores de Praia Seca comenzaron a comentar sobre las fiestas que desde hacía varios días realizaban dos corpulentos cubanos en un hotel de la zona. Las chicas, la música y el dinero no pasaron desapercibidos en esta pequeña ciudad costera, a apenas unos kilómetros de la ciudad de Río. Según relató más tarde la policía brasileña, los dos boxeadores cubanos dijeron estar arrepentidos y pidieron no sufrir represalias una vez de vuelta en la isla. Tanto los deportistas como sus familias temen que el gobierno cubano los sancione por lo que consideró una “traición a la patria”.

Hasta aquí, todo parece haberse resuelto para La Habana y también para Brasilia. Sin embargo, una semana antes que Ringodeaux y Lara decidieran dejar la villa panamericana carioca, otro de sus conciudadanos había hecho lo mismo, sólo que con mejores resultados. Rafael Capote tiene sólo 19 años y, a diferencia de los dos boxeadores, no es una estrella en su campo. El joven cubano era uno de los jugadores de la selección de handball el 11 de julio pasado, un día antes de la ceremonia de inauguración y dos del inicio del campeonato de handball. Pero a diferencia de los dos boxeadores, Capote encontró una mejor acogida en Brasil. El 23 de julio, Fidel Castro denunciaba en uno de sus artículos el silencio del gobierno de su amigo y aliado, Luiz Inácio da Silva. Bajo el título “¿Brasil sustituyó a Estados Unidos?”, el presidente cubano atacaba: “Hablé hace muy poco del robo de cerebros, algo repugnante. Poco después apareció un buen atacador del equipo cubano de balonmano vestido con el uniforme de un equipo profesional de San Pablo”. “No existe justificación alguna para solicitar asilo político”, agregó.

A pesar de lo que entonces creía Castro, el Estado brasileño estaría a punto de concederle el asilo a Capote, según lo informó el mismo deportista el jueves pasado al diario Folha de Sao Paulo. El jugador de handball ya está entrenando con un equipo de la periferia de San Pablo, el Imes Santa María-Sao Bernardo, y ya habría comenzado los trámites para legalizarse en el país. Según contó, la idea de desertar se la dio un ex compañero de él, Michel, quien también decidió dejar la isla e instalarse en Brasil para empezar una carrera profesional como arquero en el equipo paulista.

El gobierno cubano no ha hecho ningún comentario, ni sobre la estadía indefinida de Capote ni sobre la deportación de Ringodeaux y Lara. Tampoco hizo un reclamo o pidió ayuda al Palacio del Planalto cuando los tres deportistas –y un entrenador de gimnasia, de quien todavía se desconoce el paradero– desaparecieron de la villa panamericana. Ayer por la tarde, en una conferencia de prensa que dio junto al canciller argentino Jorge Taiana, su par brasileño Celso Amorim dejó entrever que el gobierno sigue el caso. “Por ahora, no voy a comentar sobre ello”, les dijo a los periodistas. Mientras La Habana y Brasilia callan –seguramente para evitar un conflicto entre dos gobiernos amigos–, los medios brasileños opositores no disimularon su alegría y destacaron que un nuevo deportista cubano ha encontrado asilo en Brasil.

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Los boxeadores Rigondeaux (der.) y Lara en la policía de Río.
 
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