EL MUNDO

Revuelo en Tasmania por la llegada de una pastera

El Estado de Australia, que se vende a sí mismo como ecológico, tiene a sus habitantes divididos en torno del plan de instalar una pastera maderera. El ministro de Medio Ambiente lo aprueba.

 Por Kathy Marks *

Desde Sydney

Los residentes de Tasmania, el Estado australiano considerado el lugar del nacimiento del movimiento ecológico global, están amargamente divididos sobre los planes para construir una gran pastera en una de las áreas más bellas de la isla. El gobierno estatal y la industria maderera están firmemente detrás del molino, que producirá varios millones de pulpa de madera por año para exportar. Los opositores sostienen que dañará el medio ambiente, la economía y la salud pública. Launceston, la segunda ciudad más grande de Tasmania, con una población de 65.000 personas, está a solo 35 kilómetros al sur.

Los agentes de turismo, los propietarios de viñedos, los granjeros orgánicos y los pescadores de la región del Valle Tamar, en el norte de Tasmania, están preocupados por el impacto de la contaminación del aire y por los químicos que fluyen al estrecho de Bass. Dos docenas de viñedos que producen vinos blancos y pinot noir aclamados mundialmente quedan en el área, algunos a sólo unos pocos metros del lugar, en las riberas del río Tamar. El Parlamento del Estado de Tasmania, donde se fundó el primer partido mundial Verdes en 1972, votará sobre la pastera la semana que viene, pero parece seguro que la aprobará. En Canberra, el ministro federal de Medio Ambiente, Malcolm Turnbull, ya dio su aprobación. La decisión enfureció tanto a Geoff Cousins, un ex asesor del primer ministro, John Howard, que esta semana anunció planes para echar a Turnbull en su banca marginal en Sydney en una inminente elección general.

La controversia expuso la paradoja en el corazón de Tasmania, que se vende como una tierra limpia, verde, pero parece darle poco valor a preservar su ambiente prístino. Las selvas añosas y nativas de la isla están siendo taladas vorazmente y los automovilistas en los tranquilos caminos se ven sobrepasados por camiones madereros agresivamente conducidos. Los turistas están horrorizados cuando tropiezan con áreas desoladas, taladas hasta la base, donde cada árbol fue cortado y cada pedazo de verde quemado.

El debate ha puesto de manifiesto la influencia política de la industria maderera, que según muchos críticos gobierna a Tasmania. La pastera será construida por Gunns, la mayor empresa maderera de bosques nativos de Australia, cuyo director gerente, John Gay, dicen que está muy cerca del premier de Tasmania, pro-madera, Paul Lennon. Una investigación reciente hecha por el programa de televisión ABC Four Corners sostiene que los planes de las pastera fueron urdidos por Lennon y Gay durante un almuerzo en un restaurante Hobart.

Los opositores a la pastera de 2 mil millones de dólares sostienen que Gunns recibió un trato especial. La empresa se retiró este año de una investigación independiente sobre los planes, diciendo que se demoraba demasiado. Dos miembros expertos del panel de la investigación ya habían renunciado, quejándose de la interferencia del gobierno, incluyendo una supuesta demanda de que cajoneaba las audiencias públicas. Lennon luego creó su propio proceso acelerado de revisión, que llevó a que los consultores nombrados por el gobierno rápidamente aprobaran la pastera. El premier colocó publicidad en la televisión estatal, promoviendo el proyecto, antes de que fuera aprobado.

Ayer Lennon admitió que había hecho cambios a las condiciones operativas de la pastera a pedido de Gunns, a la que se le dio una copia de ellos casi tres semanas antes que los políticos, Peg Putt, líder de los Verdes de Tasmania, le dijera a la radio ABC que las emisiones límites de agua y aire habían sido sobrepasadas. Gunns sostiene que la muy subsidiada pastera, que será la más grande de Australia, creará 300 empleos y beneficiará la economía estatal en 6700 millones de dólares por año. Pero un informe comisionado por las empresas del Valle de Tamar concluyó esta semana que causaría 1700 pérdidas de empleo y le costaría a la industria local 3300 millones de dólares, especialmente si la contaminación provoca problemas de salud tales como enfermedades respiratorias.

Los propietarios de los viñedos están especialmente preocupados por los olores que emanan de la pastera, y dicen que destruirá su negocio bodeguero. La industria pesquera, mientras, teme que las descargas de dióxidos al Estrecho Bass puedan contaminar los mariscos, incluyendo la langosta y los locos. Gunns señala que ya existe una industria pesada en el área del Valle Tamar. Gay ha prometido que la pastera será “la más moderna y limpia del mundo”, cumpliendo las más rigurosas normas ecológicas internacionales.

Miles de tasmanos en ambos lados del debate han realizado manifestaciones en los últimos meses. Entre los más duros opositores a la pastera se encuentra Richard Flanagan, un novelista conocido internacionalmente, nacido y residente en el estado. Flanagan dijo durante una marcha de protesta en abril: “Esta pastera es una monstruosidad. Esta no es la Tasmania que reconozco”. Es –dijo– “el feudo de una empresa”.

Hace casi 25 años, los manifestantes evitaron que una represa hidroeléctrica se construyera en el río Franklin, en un área salvaje de Tasmania occidental. Era la primera vez en el mundo que la acción directa de los ambientalistas había logrado un resultado concreto. En el Valle de Tamar, sin embargo, la batalla ya parece perdida.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.

Traducción: Celita Doyhambéhère.

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Arboles talados en el Valle Weld, en Tasmania.
 
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