EL MUNDO › HOY SERIA EL REENCUENTRO DE LA MADRE REHEN Y SU HIJO NACIDO EN CAUTIVERIO

“Creo que estoy viva por Emmanuel”

El niño que nació en la selva enfermo e indefenso, y que a los ocho meses fue separado de su madre, se convirtió en el símbolo de la libertad y la esperanza para todos los secuestrados, y de la paz para toda Colombia. Su madre, Clara Rojas, dijo que no sabía que Emmanuel había sido liberado y contó detalles de su vida en la selva.

 Por Katalina Vásquez Guzmán

Desde Bogotá

Junto al corazón, colgada del cuello, Clara Rojas lleva una imagen del pequeño Emmanuel. La espera puede terminar hoy, cuando Clara Rojas llegue a Bogotá. Ahora los dos están libres, pero no juntos. El mundo está ansioso por conocer esa sonrisa que tanto impactó a Clara cuando, después del difícil parto, lo cargó en brazos y lo miró. “Quiero abrazar a mi hijo ya”, dijo Clara el jueves último, primer día de libertad después de seis años de cautiverio. Hace tres y medio lo concibió en la selva. Ocho meses después sus captores guerrilleros se lo llevaron y, en medio de otra película de guerrilleros armados y un campesino de sombrero y jornales de sudor que se encargó del pequeño, se supo hace dos semanas que Emmanuel está en poder del gobierno colombiano. Que era el niño Juan David Gómez entregado al Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (Icbf) en las mismas tierras donde fueron dejadas en libertad Clara Rojas y Consuelo González: San José del Guaviare.

“¿Cómo así que nos van a liberar? ¿Y dónde está el niño?”, se preguntaba Clara los últimos días de diciembre cuando en la radio decían que ella, su hijo y Consuelo González serían entregadas a Chávez. El 31 de diciembre lo supo todo. “La noticia de Emmanuel me tomó por sorpresa. No era lo que me habían dicho (la guerrilla). Claro, si es Emmanuel me alegro de que esté libre”, pensaba la madre del niño que nació en un campamento guerrillero, sin libertad, enfermo, sin derechos, sin padre, y sin la idea de lo que llegaría a ser: el símbolo de la libertad y la esperanza para todos los secuestrados y para la paz en Colombia.

Al regresar a Bogotá, el Icbf le entregará el niño a su madre. “Será entregado inmediatamente ella (Clara) defina cuándo lo quiere recibir”, dijo la directora de esa institución. Pero no se sabe cuándo será. Las ex rehenes con sus familias estaban aún hasta ayer en Caracas, Venezuela. Doña Consuelo estaría arribando hoy a la capital colombiana, y con ella llegarían también las pruebas de vida de 16 secuestrados que la guerrilla entregó al gobierno venezolano el día de la liberación en la selva. Clara, por su parte, no ha informado cuándo volverá, pero se la ve ansiosa. Agita las manos y levanta cejas y hombros cuando habla del encuentro con su hijo, del momento que su madre lo conozca, del deseo de continuar esa crianza que la crueldad de la guerra provocó y, sin aviso, interrumpió. “Eso es muy duro. Uno estar aislado seis años y estar separado hasta de su propio hijo”, declaró el viernes en conferencia de prensa desde Caracas.

El drama, desde todo punto de vista, conmueve. El mundo supo que el niño existía por la publicación de un libro. Por eso Clara, al hablar del parto, dice que “más o menos es la misma historia que se cuenta en la revista Semana y el libro. Fue tenaz. Yo creo que estoy viva por Emmanuel y yo sé que él también. Demostró ser un niño muy echado para adelante desde chiquito”, contó Clara a una emisora nacional. “La realidad es que se temía por la vida del niño, parece que al sacarlo fue cuando se le fracturó el brazo. Quien ayudó en el parto fue un enfermero de las FARC. Básicamente, él me dice que estudió medicina pero no se graduó. El tenía dos enfermeras de ayuda también que habían hecho sus cursos allá en las FARC. Ellos básicamente son prácticos. Digamos que era lo disponible que me pudieron prestar, la atención que me dieron y pues estoy viva. ¿No? Fue un parto difícil porque se trató de que fuera un parto normal pero no logré, como se dice, dilatar, entonces ellos tuvieron que hacerme la cesárea y ahí sí fue una cosa muy difícil en términos de recuperación. Luego me tuvieron 40 días sin moverme.”

Después, el niño estuvo en una cunita improvisada con los recursos de la montaña y pocos juguetes. Pero fueron apenas ocho meses. El paludismo, la leishmaniasis y la fractura en el brazo fue el motivo de la guerrilla para separarlo. Que lo llevarían a curar dijeron, y así fue, pero la historia no se resolvió como ellos esperaban. José Crisanto Gómez Tovar, el campesino que lo entregó al Icbf, lo narró así para la Fiscalía. “Todo empieza en enero de 2005, un día cualquiera como a las seis de la tarde. Nosotros vivíamos en una finca a la orilla del río Inírida en el departamento de Guaviare. De un momento a otro se arrima una voladora (lancha) y se bajan un señor y una señora con un niño en los brazos y se acercan y me dicen: aquí traemos a este niño para que le curen la picadura de pito y le arreglen el brazo. Mi suegro es indígena y sobandero. El hacía unas cremas para contrarrestar la leishmaniasis. “Ustedes quedan a cargo del niño. Mañana venimos y les traemos pañales y leche.” Ellos no volvieron a aparecer en cuatro meses. Era visible que el niño tenía el bracito fracturado y tenía una llaga grande de leishmaniasis en el pómulo derecho de la carita. También tenía picadas en el oído derecho. Yo tenía cinco hijos en ese momento y vivía con mi esposa. A ella no le gustó nada que yo me hubiera hecho cargo del niño. Yo le dije: Mija, esperemos pues a ver si llega su papá que cure al niño”.

Después, el señor lo llevó al hospital gracias a que un hijo suyo también enfermó. Allí lo vio por última vez. Por la extraña condición de salud del pequeño empezaron investigaciones que llevaron a enviarlo a Bogotá a cargo del Icbf. A finales de 2007 Emmanuel ya estaba en la lista para adopción. De haberse demorado más la identificación por ADN del niño, probablemente Emmanuel estaría con otra familia y, seguramente, en otro país. Ahora, en la capital, el niño recibe terapia para reconocer a su madre y a su abuela, y aprender a identificarse con su verdadero nombre, que significa Dios con nosotros, y que es ahora el más popular en las notarías colombianas para bautizar a los recién nacidos.

La directora del Icbf explicó al final de esta semana que el niño sería entregado temporalmente y que iniciaría un proceso ante un juez para cambiarle oficialmente el nombre. Sin otra prueba de ADN, la familia Rojas lograría la custodia definitiva.

El pequeño pasaría los primeros días de reencuentro con su madre en el apartamento que Clara nunca más visitó después de su secuestro, en el Edificio Monserrate. Hasta allí llegó doña Clara de Rojas a vivir durante el secuestro de su hija. Ahora, a la entrada están un agente de policía y un portero silenciosos. Dicen que no pueden decir nada, pero que claro que están emocionados con la liberación. “Qué bueno conocer el niño y prestarle mis servicios”, declaró el portero. El apart-estudio, ahora que la familia está en Venezuela, permanece vacío. “Yo sí quiero que el niño llegue ya a su casa para que lo cuiden y lo críen como debe ser. No en la selva en esas condiciones infrahumanas en que estaban”, dijo Diana Herazo, vecina de los Rojas.

Calles abarrotadas de buses colectivos y locales comerciales rodean el que fue el apartamento de soltera de la bogotana Clara Rojas hasta su secuestro en 2002. Por la ventana, ante esos ojos brillantes de Emmanuel que algunos medios nacionales publicaron ayer aparecerán una iglesia, el patio verde de un colegio, unas inmensas y viejas ceibas, y una patria para crecer.

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Clara Rojas, tomada de la mano de su madre, durante una conferencia de prensa a horas del reencuentro con su hijo Emmanuel.
 
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