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Mientras se agrava la crisis entre Caracas y Bogotá, volvió Consuelo

Con el apoyo de los familiares de los rehenes, la Asamblea venezolana avaló el cambio de status de las FARC.

Las acusaciones y las críticas iban y venían ayer como flechas entre Bogotá y Caracas. La aprobación del status de beligerante para las FARC y el ELN en la Asamblea Nacional venezolana el jueves por la noche cayó tan mal en Colombia que ni la oposición pudo evitar salir a cuestionar la iniciativa del presidente Hugo Chávez. En Caracas, en tanto, el mandatario contestó a través de sus mejores aliados, los familiares de los secuestrados. “La gestión de Chávez es una gran puerta que se nos abre a nosotros y es la puerta que debemos seguir empujando”, aseguró uno de los hijos de la legisladora Gloria Polanco de Lozada desde el Palacio de Miraflores. Pero las condenas diplomáticas y la pujas políticas eran apenas ecos lejanos en la pequeña ciudad de Pitalito, en el departamento de Huila (suroeste). Allí miles de personas esperaron horas, en realidad años, para recibir a la mujer que se convirtió en su ciudadana más ilustre, Consuelo González.

Hace más de una semana que la ex congresista recobró su libertad, pero ayer, por primera vez, la emoción la sobrepasó y se deshizo en llanto. Había podido mantenerse fuerte para sus hijas y sus hermanos en Caracas; sin embargo, la sola imagen de su madre en el aeropuerto la quebró. “¡Es un milagro! ¡Es un milagro!”, repetía una y otra vez Inés de González. A sus 91 años, la madre de Consuelo estaba segura de que no llegaría a ver a su hija, aunque no por eso dejó de ir todos los días a la Iglesia a rezar por su liberación. Estaba tan convencida de que algún día Consuelo volvería a su hogar que le pidió a la mujer que la ayudaba que fuera a limpiar la casa y a regar las plantas todos las semanas durante casi seis años y medio.

Pero nada la había preparado para el momento que vivió ayer. Madre e hija se fundieron en un abrazo, que pareció durar una eternidad. El llanto se había apoderado de las dos y se atragantaban intentando decirse cuánto se habían extrañado. Unos pasos más adelante sus hermanos Elsa y Ramiro ya luchaban por contener las lágrimas.

Una vez recuperados, toda la familia dejó atrás la avioneta de la Policía Nacional que la había transportado desde Bogotá y se subieron al auto que los llevaría al centro de Pitalito, donde los esperaba la fiesta. Pero la celebración se había adelantado unos cuantos kilómetros y Consuelo se encontró que toda la ciudad había salido a la ruta para escoltarla durante todo el camino. La multitud se amontonaba para saludar y tirar flores a la mujer que había perdido seis años de su vida en la selva, y que hoy volvía a su pueblo para pelear desde allí la liberación de los otros 44 políticos, empresarios, militares y policías que siguen en manos de las FARC.

Cuando lograron entrar en la ciudad, González volvió a sorprenderse. El alcalde había declarado feriado y parecía que los 100 mil habitantes de Pitalito estaban allí, llenando cada cuadra, cada plaza. Las calles estaban adornadas con carteles que rezaban “Acuerdo Humanitario, compromiso para todos” y “Libérenlos a todos ya”. Sacerdotes, dirigentes políticos, empresarios locales y vecinos la esperaban en el escenario instalado en una de las cabeceras del estadio de la ciudad para la ceremonia central. Después de seis años, todos en Pitalito recuperaron las esperanzas y la paz parecía posible.

Pero la escena era otra en Bogotá. La inminente promulgación del status de beligerante para las guerrillas colombianas en Venezuela tensó aún más la relación entre Chávez y su par Alvaro Uribe. Peor aún, la votación en el Congreso venezolano provocó el rechazo de la oposición colombiana, que aunque se negó a sumarse a la posición de Uribe, cuestionó la “interferencia” de Chávez. “El presidente venezolano debe saber que la izquierda democrática de Colombia no está de acuerdo con esa decisión”, dijo con mucha diplomacia el senador del Polo Democrático Alternativo y hombre cercano a Caracas, Gustavo Petro. El presidente de la fuerza, Carlos Gaviria, apoyó a su correligionario, pero aclaró: “Estamos dándole tácitamente un reconocimiento político a las FARC a través de este debate en todo los medios y en el mundo”.

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Consuelo González de Perdomo saluda a su regreso a su pueblo natal de Pitalito, departamento de Hulia.
Imagen: AFP
 
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