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Yo no fui, fue mi empleado

Arthur Andersen, la empresa auditora bajo la lupa por su rol en el colapso del grupo de energía Enron, ayer le echó toda la culpa a David Duncan, el socio que despidió la semana pasada por la destrucción de documentos potencialmente cruciales. Bajo un agresivo interrogatorio en Washington, Dorsey Baskin Jr., director gerente del grupo de profesionales de Andersen, dijo que Duncan había tomado la decisión de destruir los documentos sin prevenir a los altos ejecutivos de la empresa y sin asesoramiento legal. Miles de documentos fueron destruidos mientras la Comisión de Valores y Cambio, llevaba a cabo una investigación en Enron. El colapso de Enron costó miles de empleos, barrió con los ahorros de toda la vida de trabajadores y dejó a los inversores con enormes pérdidas. Andersen fue advertido por el subcomité de Energía y Comercio de la Cámara de Representantes que no se ocultara tras un chivo expiatorio. Pero el grupo de auditores dijo que Duncan había “organizado y facilitado esfuerzos para destruir o disponer de manera similar de los documentos relacionados con Enron sin consultar con otros en la empresa”. Baskin dijo que Andersen “no estaba orgulloso” de lo que había sucedido.

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