EL MUNDO

Un kamikaze tras otro

La semana pasada marcó un recrudecimiento del conflicto en Medio Oriente. Dos atentados en Jerusalén y uno en Tel Aviv reavivaron las críticas de los israelíes a la Autoridad Palestina e Israel no tardó en responder con más asesinatos selectivos. Estados Unidos responsabilizó a Yasser Arafat de colaborar con el terrorismo y estudia sanciones contra su Autoridad Palestina.

Haaretz
Justo esta semana, el nuevo mando de la inteligencia militar enumeró, una por una, todas las plagas que nos trajo Sharon: los peores ataques terroristas nunca antes vividos. Una escalada grave en la lucha armada. La Intifada no se ha acabado. Desde que Sharon asumió al cargo ha habido mayor número de víctimas que bajo el mando de otros primeros ministros. La agenda militar de Sharon es aborrecible. La reocupación de los territorios no es una opción práctica, tampoco lo es asesinar a Arafat, debido a la oposición norteamericana. Del otro lado, la venganza enfermiza ha enviado atacantes suicidas a lugares repletos de gente. Arafat tiene la caja de fósforos en sus manos. (Yoel Marcus)

The Jordan Times
Lo que está ocurriendo en Palestina es al menos desconcertante. Lo que es más desconcertante sobre el actual gobierno israelí es un doble hecho: en primer lugar, que haya logrado ser gobierno, y en segundo lugar, que continúe existiendo. ¿Cuáles son sus objetivos, tanto implícitos como explícitos, directos e indirectos? Estos son, como se suponía desde el principio y ahora puede verse claramente, la promoción de la inestabilidad, la violencia, la guerra, etc. Es claro como el agua que mientras el gobierno de Netanyahu vino a poner coto al impulso de paz, el gobierno de Sharon vino para terminar con el proceso de paz y para reencender las antorchas de la guerra y de la destrucción. (Ahmad Y. Majdoubeh).

The New York Times
Resulta difícil imaginar que 17 meses atrás los israelíes se sentían seguros cuando manejaban hacia el casino ubicado en Jericó –bajo control palestino– y los palestinos no tenían que vérselas con soldados al atravesar los puestos de control. En parte, es culpa de Oslo. El acuerdo creó una colcha de retazos de áreas controladas por palestinos e israelíes en Cisjordania, en parte para preservar los accesos de los colonos judíos a sus hogares y su reclamo de tierra cisjordana. Se suponía que ambas partes coordinarían la seguridad para permitir el desplazamiento a través del territorio. En la práctica, el acuerdo directamente extendió la frontera entre israelo–palestina. Mientras el miedo de violencia aumentaba, los puestos de control proliferaron. (James Bennet).

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