EL MUNDO › HABLA KEN NICHOLS, EX MARINE ESTADOUNIDENSE

“Podemos parar esta guerra”

Por M. J.
Desde Londres

Ken Nichols O’Keefe tiene 33 años y se declara ciudadano del mundo. Paradojas no le faltan. Conoció Irak como combatiente en la Guerra del Golfo en 1991 y volverá a visitarlo como líder de la caravana de escudos humanos que salen hoy para Bagdad. Ciudadano estadounidense a regañadientes, ha intentado renunciar a su nacionalidad repetidas veces pero, Kafka mediante, la burocracia gubernamental le ha rechazado la solicitud. Cita a Gandhi y Noam Chomsky y con un fervor casi místico espera ahora detener la cada vez más inminente campaña militar de los gobiernos de George Bush y Tony Blair. “No es cierto que esta guerra sea inevitable. Está en nuestras manos impedirlo. No creo que EE.UU. y Gran Bretaña se atrevan a asesinar a sus propios hijos”, señaló a Página/12.
–¿Cómo decidió la formación de escudos humanos para parar la guerra?
–La idea no es mía. Hay otros grupos que están haciendo lo mismo. En mi caso personal, fue el pasado diciembre, debido a dos hechos. El primero fue el asesinato por parte de la CIA de seis personas en Yemen, entre ellos un ciudadano estadounidense. El gobierno de Bush dijo que el hecho era legal y constitucional. Y al otro día reiteró su política de represalia masiva –incluyendo la utilización de armas nucleares contra Estados que no tienen ese tipo de armamento– si se producían ataques contra Estados Unidos o alguno de sus aliados. Creo que este anuncio constituye una amenaza para cualquier persona en el mundo porque Estados Unidos ha demostrado que es perfectamente capaz de atacar tanto a su propia población como a otros. Hiroshima, Nagasaki, Vietnam, Camboya y Laos son los casos más ostensibles de esta capacidad estadounidense, pero también los atentados del 11 de septiembre, ya que hay suficientes pruebas e indicios que apuntan a la complicidad gubernamental en el hecho.
–Muchos lo acusan a usted de ser un peón más de la dictadura de Saddam Hussein.
–Nosotros estamos con el pueblo iraquí, no con el gobierno de Saddam Hussein. Los cientos de miles de personas que van a morir en esta guerra no tienen nada que ver con la dictadura o con los juegos estratégicos de Estados Unidos. La razón de la existencia de Saddam Hussein no hay que buscarla en los que se oponen a la guerra sino en los que la impulsan. Saddam Hussein no habría cometido las atrocidades que cometió sobre los kurdos y otros, si Estados Unidos y Occidente no le hubieran vendido la tecnología que necesitaba.
–¿Creen que realmente pueden parar la guerra?
–Estoy seguro. La única duda es si la gente misma en Occidente va a entender que está en sus propias manos evitarla. La mayoría se opone a un conflicto. Si un porcentaje de esa mayoría participara de esta iniciativa de los escudos humanos, no me cabe duda que Estados Unidos y Gran Bretaña no se atreverán a iniciar una ofensiva militar.
–Su caso es muy especial porque usted fue a Irak como combatiente en 1991 y regresa ahora para impedir una nueva guerra.
–Creo que era mucho más joven, ingenuo y un poco estúpido cuando decidí enrolarme con el cuerpo de infantes de marina. Pensaba que naciones pequeñas como Kuwait tenían derecho a ser protegidas de las ambiciones de países más grandes. Desde entonces aprendí muchas cosas. Tuve la fortuna de no matar a nadie en la guerra pero estuve en la ruta a Basora como integrante del Segundo Batallón del Cuerpo de Infantes de Marina donde militares estadounidenses masacraron a 20.000 soldados iraquíes que huían despavoridos del avance militar aliado. Fui uno de los conejos de India para los experimentos de guerra con humanos cuando a mí y a otros 600.000 soldados nos obligaron a vacunarnos y tomar medicación de sustancias que no habían sido aprobadas para uso humano. A mi regreso a Estados Unidosestudié en la Universidad nuestra historia desde la perspectiva de los negros y por primera vez me di cuenta de la terrible hipocresía que existe en el origen mismo de nuestra nación. Basta un hecho: los mismos padres de la patria que aprendemos a venerar en la escuela eran esclavistas. Este origen tuvo una continuidad en los siglos XIX, XX y ahora en el XXI y se refleja claramente en la política exterior del gobierno.
–Su historia personal parece contener la tradición imperialista de Estados Unidos pero también su tradición libertaria, menos conocida, que va de Henry Thoreau a Noam Chomsky.
–Me halaga mucho estar en la compañía tanto de Thoreau como de Chomsky, aunque lamentablemente no tengo la capacidad discursiva de ellos. La posteridad verá a Chomsky como uno de los más nobles estadounidenses que haya producido la nación y como una fuente continua de verdad en un mundo de mentiras. Me gusta también pensar que formo parte de la tradición de Gandhi. Gandhi consiguió lo que parecía imposible: derrotar pacíficamente al imperio más poderoso de la época. Aún así no me considero un pacifista. Creo que hay que resistir por todos los medios posibles, evitando, siempre que sea posible, el uso de la violencia.

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