EL MUNDO › EN MIRAFLORES GANA LA DERECHA; EN SAN JUAN DE LURIGANCHO, HUMALA

Dos mundos diferentes dentro de Lima

 Por Carlos Noriega

Fueron cerca de 20 millones los peruanos que concurrieron ayer a las urnas. El retraso en la instalación de algunas mesas de sufragio fue el mayor problema en unas elecciones que se desarrollaron sin incidentes graves. Lima, que concentra un tercio del electorado, fue un caos vehicular. Las calles quedaron desbordadas por la gente que se movilizaba para llegar a las mesas de sufragio. El tránsito colapsó. La crónica deficiencia del transporte público se hizo más evidente. Muchos debieron caminar largas distancias para poder votar.

En los barrios acomodados de la ciudad la preferencia por el economista neoliberal Pedro Pablo Kuczynski y por el ex presidente Alejandro Toledo, en ese orden de preferencia, era notoria, casi excluyente. En el residencial barrio de Miraflores el ambiente era de preocupación por el resultado. Francisco, joven ingeniero de sistemas, espera su turno para votar en un colegio privado muy pulcro y se anticipa a los resultados. “Ojalá que la segunda vuelta no sea entre Humala y Keiko. Eso sería terrible. Yo no sabría qué hacer. Toledo y PPK –como se le conoce a Pedro Pablo Kuczynski– debieron ir juntos.” Laura, que acaba de cumplir 18 años y vota por primera vez, dice que lo hará por Kuczynski porque “sería un presidente de lujo, él sabe mucho”. “Si gana Humala mi familia se va del país”, dice, con gesto de angustia, Jorge, joven que acaba de graduarse de abogado. “Yo también me voy”, interviene al paso una chica mientras camina presurosa hacia su mesa de votación.

“Con Humala nos hundimos. Seguro van a llevar a los pobres a vivir a nuestras casas. Nos van a quitar todo”, señala, en tono dramático Andrés, que dice tener 35 años y un negocio de venta de ropa. “Si gana Humala, el Perú será una colonia de Venezuela, tendremos aquí al dictador de Chávez. Iba a votar por Toledo, pero ahora lo voy a hacer por PPK porque me han dicho que tiene más posibilidades de pasar a la segunda vuelta y no quiero que la segunda vuelta sea entre Humala y Keiko”, comenta Eduardo, empleado de una empresa transnacional. La gran mayoría reparte su apoyo entre Toledo y Kuczynski, son menos los que respaldan a Keiko Fujimori, y hay prácticamente unanimidad en el rechazo a Humala.

En la otra Lima, la de los barrios pobres que forman el cinturón de miseria que rodea la capital, la situación es muy distinta. Son dos mundos muy diferentes dentro de una misma ciudad. En San Juan de Lurigancho, el barrio más poblado de la capital con cerca de un millón de habitantes, hay muchos que apoyan a Humala, también bastantes que están con Keiko Fujimori, menos que respaldan a Toledo y pocos que dicen votar por Kuczysnki. “Yo voto por Humala porque soy pobre y quiero un cambio a favor de los pobres”, dice, tajante, Ezequiel, obrero de construcción, antes de ingresar a su centro de votación en un colegio público despintado y con patio de tierra. Fermina ha llegado en microbús a su centro de votación llevando a sus cuatro hijos, todos menores de diez años, porque no tiene con quién dejarlos. Dice que hace dos años su conviviente se marchó y ella mantiene a sus hijos trabajando en una pequeña fábrica textil. “Yo gano sueldo mínimo (600 soles, unos 215 dólares) y no tengo ningún derecho laboral, seguro, nada. El gobierno dice que el país está muy bien, que la economía crece, pero nosotros los pobres seguimos muy mal. Voto por Ollanta para que las cosas cambien y los pobres ganemos mejor y tengamos más derechos”, dice Fermina. Su vecina, Milagros, que la acompaña con su niña de seis meses en brazos, revela que ella vota por Keiko Fujimori. “Su papá (el ex dictador Alberto Fujimori) nos puso agua y nos ayudó en el comedor popular. Dicen que fue un dictador, pero hay que reconocer que hizo algo por nosotros y eso es lo más importante.”

Varios metros más allá una larga cola avanza lentamente. “Yo soy Toledo. El Cholo no hizo mal gobierno. Tiene experiencia”, dice John, que mantiene a su familia trabajando como taxista informal con un automóvil alquilado, mientras espera su turno para ingresar al cuarto de votación. Mery, que vive en una casita de madera y cartón en uno de los cerros de San Juan de Lurigancho, donde termina la ciudad y viven los más pobres de los pobres, hace fila afuera de la precaria escuelita donde le ha tocado votar. “Queremos un gobierno que se preocupe por los pobres. Yo voto por Ollanta. Ojalá no nos defraude como otros”, dice Mery, que trabaja como empleada doméstica en uno de los barrios ricos de la ciudad, a unas dos horas de viaje en bus desde su casa. Miraflores y San Juan de Lurigancho, dos caras de una misma ciudad. Dos caras de las elecciones.

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Muchos debieron caminar largas distancias para votar.
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