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Cómo Bush vaciló, resolvió, padeció y luego se rió con la ofensiva militar

El presidente norteamericano George W. Bush dio una entrevista al informativo NBC en el que aseguró que hay “indicios” de que el líder iraquí está muerto. Y contó todas su cambiantes emociones e impresiones desde el momento en que ordenó la campaña.

Por Javier del Pino *
Desde Washington

Saddam Hussein puede estar muerto y el régimen iraquí puede haber destruido sus armas químicas durante la guerra. En su primera entrevista en profundidad en los últimos meses, el presidente George W. Bush, que habló el jueves a bordo del Air Force One con Tom Brokaw, presentador del informativo de la NBC, ofrece más preguntas que respuestas y contradice la posición del Pentágono al admitir que tuvo serias dudas sobre el plan militar a los pocos días de que empezara la guerra. Bush asegura que no existen planes militares contra Siria o Irán y que el conflicto con Corea del Norte es un chantaje diplomático que puede resolverse con el diálogo. Contra Francia sólo anuncia una medida: no invitará a Jacques Chirac a su rancho de Texas. La historia que cuenta es como sigue.
El 19 de marzo, alrededor de las 3 de la tarde, hora de Washington, Bush, que madruga mucho, se acuesta pronto y adora el tiempo libre, daba “el día por cerrado”. En ese momento, el director de la CIA se presentó en la Casa Blanca con información facilitada por un agente que garantizaba la presencia de Saddam Hussein en un edificio de hormigón en Bagdad. “Básicamente, vinieron a buscar mi permiso para empezar la guerra”, cuenta Bush. “Salí al jardín a dar un paseo y pensar. Al principio, para ser sincero, tuve dudas –reconoce Bush–, porque estaba preocupado acerca de que las primeras imágenes que llegaran de Irak fueran las de un nieto de Saddam Hussein herido”. Ordenó el bombardeo y la guerra empezó. “Allí, en la Oficina Oval –dice el presidente de EE.UU.– teníamos una narración casi instantánea de lo que estaba pasando. Una persona que estaba arriesgando su vida en el interior de uno de los edificios más protegidos de Saddam Hussein pudo ser capaz de hacerse de un aparato y comunicarse con el Comando Central, que a su vez se comunicaba con nosotros.” El agente en cuestión, según Bush, “está vivo, gracias a Dios. Es un alma valiente”.
Inmediatamente después, la Casa Blanca tenía “pruebas considerables” de que Saddam Hussein había muerto o había resultado seriamente herido en el bombardeo, pero reconoce que los indicios no pueden llegar a confirmarse hasta que se consigan pruebas definitivas, como análisis de ADN. Que Saddam esté muerto, cuenta Bush, explicaría algunos “misterios”, entre ellos por qué Irak no prendió fuego a los pozos de petróleo, por qué no destruyeron las represas o por qué la defensa de Bagdad fue tan desorganizada. Bush reconoce que la resistencia que encontraron sus tropas en el sur de Irak era “más fiera” de lo que esperaba, lo que contradice la valoración que siempre ha hecho el Pentágono. El plan de bombardeos aéreos hizo pensar “que todo lo que teníamos que hacer era desatar nuestro poderío para que la gente se desmoronase. Pero resultó que los combatientes eran mucho más fieros de lo que pensábamos”, dice Bush.
Según él, las informaciones facilitadas por antiguos responsables del régimen indican que Saddam Hussein puede haber destruido o dispersado sus armas químicas y biológicas antes de la guerra. Sugiere que la búsqueda de ese arsenal puede llevar un largo tiempo y reconoce que puede haber “escepticismo hasta que la gente descubra que había de verdad un programa de armas de destrucción masiva”. Recuerda que sólo se han inspeccionado 90 de los “cientos” de lugares sospechosos. “Las encontraremos, pero nos llevará tiempo”, dice el presidente de EE.UU.
Brokaw preguntó a Bush si la retirada de tropas estadounidenses puede completarse en un plazo de dos años: “Podría ser. O podría ser menos. ¿Quién sabe?”, se pregunta Bush. Sobre el futuro, descarta que exista una lista de objetivos con Siria o Irán –”No tenemos planes militares”– e insiste en que el enfrentamiento con Corea del Norte es un “chantaje diplomático” del que puede salirse por la vía del diálogo. El presidente recordó también los momentos de humor que proporcionaba el ministro de Información del antiguo régimen, Mohamed Said al-Sahhaf, que parecía relatar una batalla distinta a la que se estaba librando: “Es mi hombre, era fantástico –dice Bush–. Alguien nos ha acusado de tenerlo contratado y haber sido nosotros los que lo pusimos allí. Es un clásico”.
Bush habla de Blair y Aznar como socios del futuro –ha pedido a ambos que trasladen a Irán el mismo aviso formulado por EE.UU.– y espera que “las tensiones del pasado” con Francia acaben desapareciendo. Reconoce que la postura de ese país se ha contemplado en su gobierno como “antiamericana” y apunta, de momento, un único castigo: “Dudo mucho que Jacques Chirac visite mi rancho en el futuro inmediato”.

* De El País de Madrid. Especial para Página/12.

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