EL PAíS › EN EL GOBIERNO SE DEBATE CUANDO IRSE Y A QUIEN APOYAR EN LA INTERNA DEL PERONISMO

Entre el veranito y el pacto con el diablo

Duhalde juró que el 25 de mayo de 2003 se va. Pero muchos de sus colaboradores tratan de convencerlo de quedarse. Otros piensan que los mejor es irse a tiempo y bien. El Presidente pidió encuestas y mandó a medir su imagen e intención de voto.
Los posibles pactos. Menem.
Kirchner.

 Por Sergio Moreno

La anulación judicial de las elecciones internas a expensas del Estado y la novedad de un posible y cercano acuerdo con el FMI provocaron un efecto catalizador en el Gobierno. Cada oficina de la Casa Rosada devino, gracias al nuevo escenario, en un ágora donde se discute qué hacer y cómo hacerlo. Hay quienes quieren quedarse hasta el 10 de diciembre de 2003, están los que apuestan a arreglar con Carlos Menem, otros con Néstor Kirchner y siempre dan el presente quienes siguen esperando el milagro de un cambio de opinión de Carlos Alberto Reutemann, el presidente entre ellos. Hasta ahora no hay acuerdo ni definiciones, a pesar de las altisonantes declaraciones de Eduardo Duhalde que daban por concluido categóricamente su gobierno el 25 de mayo del año entrante.
Este diario dio cuenta hace ya varios meses de lo que tanto en la Rosada cuanto en Olivos entienden por “veranito”. Veranito es un estado de gracia generado por la calma económico-social que permitiría a este gobierno quedarse hasta diciembre de 2003. Todas las especulaciones, las distintas variantes que afiebran las mentes oficiales están alimentadas por la certeza de que efectivamente el verano ha llegado. Más allá de lo dudosa que es esa creencia, de que la más devastadora crisis económica y social de la Argentina siga profundamente instalada, la mirada sesgada de la mayoría de los integrantes del Gabinete los hacer convencer de que “lo peor ya pasó”. La inminencia de un acuerdo con el FMI, la incipiente mejora de los indicadores económicos y la contención social que ha proporcionado el plan Jefes y Jefas de Hogar crean tal fantasía en los pensadores oficiales.
Conocedor de cómo se mueven las mesas de arenas esparcidas en los recovecos del Gobierno, Duhalde intentó eliminar algunas opciones de cuajo. Anteayer, en un acto en La Plata, el Presidente dijo que pasara lo que pasare, el 25 de mayo dejaba el Gobierno, incluso si apareciese algún fallo judicial que anulase la convocatoria electoral. Ayer repitió el concepto. “Eso lo dice siempre en privado –contó a este diario un funcionario que lo escuchó–. Hace poco me dijo que si el 25 (de mayo de 2003) si no había otro Presidente, le dejaba la banda y el bastón al cadete y se volvía a Lomas de Zamora.”
Los beneficios de retirarse en mayo del año entrante sostienen quienes tributan a esta posibilidad (hasta ahora, la posición oficial), se podrían sintetizar en la idea de la “salida decorosa”. Según esta hipótesis, el Gobierno debería dejar el poder con el país en crecimiento –módico pero crecimiento al fin–, sin caos social y en funcionamiento, “un paraíso comparado a cómo lo recibimos”, dijo, ufano, un ministro que abona a la teoría de la salida rápida. Esta modalidad permitiría a Duhalde irse con poder político y alguna pátina de haber hecho las cosas bien.
Según confió a Página/12 un secretario de Estado ponderado por el Presidente, “Duhalde se quiere ir”.
Sin embargo, también suenan otros susurros a los oídos del Presidente, voces que le sugieren que se quede hasta la fecha en que debió irse Fernando de la Rúa de no haber huido anticipadamente por los techos de la Casa Rosada. “Duhalde transmite la sensación de que no disfrutó del poder –confió un integrante del Gabinete a este diario–. El disfrutaría si pudiese tener relación con la gente, relación que ahora está quebrada. La chance de restablecer ese vínculo podría seducirlo para quedarse hasta diciembre de 2003”, especuló el confidente.
Dicha especulación se amarra con un dato de realidad: Duhalde reveló en una reciente reunión que mantuvo con un grupo de intendentes peronistas del Conurbano, que solicitó encuestas para medir su ponderación social, intención de voto inclusive. “Ni piensa presentarse, pero quiere saber cómo está con la gente”, dijo a Página/12 uno de sus colaboradores.

Interna Como las sirenas con Odiseo, el núcleo duro duhaldista que quiere quedarse hasta fines del año entrante endulza la escucha presidencial argumentando con encuestas en la mano. Ningún sondeo en poder del Gobierno otorga a quien los encabeza porcentaje mayor a los 16 puntos. “No hay candidato, de ningún partido, que despierte la pasión entre los argentinos, con lo cual la postergación de las elecciones no va a generar reacciones furibundas”, dicen varios funcionarios bonaerenses.
Tal orfandad, más allá de servir de coartada a los que quieren permanecer, es un problema para el Presidente. Si bien se alivió tras conocer el trabajado fallo de la jueza María Servini de Cubría anulando las internas simultáneas, ahora siente la falta de carecer de candidato propio. “Si nadie va a competir en la interna, el candidato del PJ va a ser Menem, por más esfuerzos que haga el Gallego (De la Sota).” El ministro que esto contaba a Página/12 se lamentaba por la mala performance del gobernador de Córdoba y temía porque su hipótesis se transforme en realidad. “No va a haber pacto Menem-Duhalde”, remachaba la fuente, en una mixtura de información con wishful thinking.
Cierto es, también, que algunos en el Gabinete trabajan por conseguir el pacto de marras, sabedores de que la primera dama, Hilda “Chiche” González, sigue siendo una inexpugnable trinchera a sortear por su marido en caso de que accediese a acordar con el riojano.
Refractarios a Menem y casi tanto como a él a Adolfo Rodríguez Saá, un grupo de colaboradores presidenciales sostiene que Néstor Kirchner, que viene subiendo en los sondeos, podría ser una buena apuesta. “Está haciendo la campaña en soledad, viene bien, en las elecciones del 99, cuando todos lo abandonaron, ‘Lupín’ (por Kirchner) se quedó con el ‘Negro’. Si le ponemos el aparato de Buenos Aires, ¿por qué habría de perder la interna?”, se preguntaba –respondiéndose– un integrante del Gobierno nacional con residencia allende la General Paz.
Todas las neurosis de los funcionarios se habrán agudizado en vano si, finalmente, el peronismo se las ingenia para no ejecutar sus internas. Esto podría ocurrir si el tironeo entre el Consejo nacional del PJ (manejado por Menem) y el Congreso Nacional partidario (conducido por Duhalde) paralizan el proceso. Previsor, el senador Jorge Capitanich presentó su proyecto de ley de lemas. Habrá que ver cuán voluntariosos se muestran senadores y diputados para resolver el entuerto en el momento preciso.
Duhalde no ha comprado aún producto alguno. En su cabeza sigue funcionando el pensamiento mágico que lo remite al momento en que Carlos Reutemann revé su negativa y la desecha. “No hay candidato racional, alguien que logre congregar al peronismo entero, alguien que no parta violentamente a la sociedad; no hay Lole, y el Lole que hay no quiere... por ahora”, dice misterioso, casi necio, un secretario de Estado que, al igual que su jefe, se esperanza en que el santafesino después de repetir no hasta el hartazgo diga, de pronto, si.
Nadie sabe explicar por qué lo haría.

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Muchos peronistas bonaerenses atesoran la fantasía de que Eduardo Duhalde se quede en la Rosada hasta diciembre de 2003.
 
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