EL PAíS › RAúL CASTELLS Y NINA PELOSO, EN BUSCA DE DISTINTOS DESTINOS PERSONALES

Una amalgama política que se ablanda

El líder del Movimiento de Jubilados y Desocupados se mudó a Rosario, empezó a armar su trabajo social con miras a proyectarse en política. Su pareja, Nina Peloso, sigue en Buenos Aires y aspira a convertirse en gobernadora de Corrientes.

 Por Alejandra Dandan

“No creemos que el pueblo argentino aguante hasta diciembre de 2011... Le cuento lo que dicen en cualquier asamblea, hay un convencimiento generalizado de que así tres años más no se aguanta.” Raúl Castells en ocasiones se parece al personaje que inventó desde la televisión: terrible y bizarro al mismo tiempo. A veces reencarna los recuerdos de los peores fantasmas. Con nuevo domicilio en Rosario y en medio de la caldeada geografía política santafesina, el líder del Movimiento Independiente de Jubilados y Desocupados acaba de convertir su vida en una especie de reality show. Dispuesto a pelear una banca como diputado en las próximas legislativas, pasa los días montado a los mejores conflictos, abre comedores, organiza marchas, junta afiliados y ahora también busca a su padre, un hombre del que jamás tuvo noticias. En el trayecto, quedó Nina Peloso. Aunque Castells quiere convertirla en gobernadora de Corrientes, las revistas del corazón aseguran que un final desventurado se cierne sobre el matrimonio.

–¿Están separados?

–Nadie está exento de nada –dice Nina a Página/12–, pero el tema es que a nosotros nos parece que hay cosas más importantes de qué hablar. No es muy importante hablar de una relación de pareja independientemente de que uno puede decir que es popular. Hacemos nuestras actividades políticas, eso es, nada más.

–No dicen nada, pero Castells está en Rosario y usted en Buenos Aires: ¿no es raro?

–No se puede descartar nada. De hecho es una separación y, por lo pronto, sí, es raro. Pero si pasara eso yo no haría más nada. No tendría ganas de tener a una persona que uno no siente. Es feo. No creo que uno pueda trabajar así realmente.

Castells dejó a Nina en Buenos Aires el año pasado, después del conflicto con el campo. Sin decir demasiado, se llevó sus cosas a una casa del barrio Fonavi en los alrededores de Rosario, donde colocó su base de operaciones. Al comienzo, su desembarco despertó cierto revuelo en las pantallas locales. El líder del MIJD se sumó a las protestas de lo que hubiere. Estuvo en noviembre entre quienes pidieron más seguridad en los barrios mejor ubicados y un mes más tarde era parte del elenco estable que acompañó las protestas de los obreros de Paraná Metal, con unos 1200 trabajadores suspendidos. Entre unas y otras actividades, sus andanzas despabilaron a los otros militantes barriales que lo observaban con intriga. En pocos días, Castells lograba hacer más de lo que ellos hacían en meses. En un mes abrió por lo menos tres comedores, ofreció becas de asistencia y hasta entró a los locales de la Corriente Clasista y Combativa –sus antiguos compañeros de organización– reclutando adherentes.

“Usted piense que cuando nosotros decidimos abrir un comedor ponemos como referente a un dirigente del barrio –se queja un dirigente de la Federación de Tierra y Vivienda–. Castells hace todas las cosas distintas: cuando uno pasa por la puerta de sus comedores lo que ve en las paredes es la misma cara de Castells.”

Ese ánimo personalista es una de las características de su política. Castells estuvo en Chile antes del golpe de Pinochet, pasó por el trotskismo, el Polo Obrero y el MAS. Se dice que su estilo lo alejó de todos esos ámbitos. En 2003 rompió con la CCC por razones parecidas (ver aparte) y a partir de entonces comenzó con su carrera “democrática”. Se presentó como candidato a senador por la provincia de Buenos Aires y ahora busca un puesto como diputado. Señalado por su supuesta relación con Eduardo Duhalde, de la que reniega, el año pasado terminó alineado con los productores rurales, lo que parece explicar ahora su nuevo vuelco al interior. Claro que no es lo único.

“Mi mudanza tiene que ver con la construcción de nuestro movimiento en las provincias del centro del país, como Córdoba, Santa Fe y Entre Ríos –dice a Página/12–, que además han sido el epicentro del levantamiento campesino del año pasado. Esa sería la explicación política. La otra es que yo soy rosarino de nacimiento, soy socialista y de Newell’s.” Eso es lo que más o menos repite Castells desde su mudanza. Nada más, hasta que alguien le señaló otro factor. Castells no conoció a su padre biológico. Su madre dejó Rosario en los años ’50, sólo con él y una hermana mayor. En Buenos Aires, ella construyó una nueva familia, con una nueva pareja y otros tres hijos. En las radios rosarinas empezaron a preguntarle por esas historias. Castells respondió y aunque nunca organizó una campaña para dar con el paradero de su padre, siempre parece dispuesto a hacerlo. La historia le permite montar el andamiaje de una especie de novela por entregas en la que él va poniendo los nuevos condimentos.

“Yo nunca dije eso”, corrige Castells. “Resulta que un día, apenas llegué, me invitaron a un programa de televisión y me preguntaron mis recuerdos sobre Rosario. Les dije que no los tenía. Que no sabía de qué barrio era, porque mi mamá se separó siendo nosotros muy chicos y se ve que para ella fue una situación muy dolorosa, porque nunca nos habló del tema. Y no conocí a mi papá biológico y es muy probable que tenga hermanos, sobrinos, primos y no los conozca. Eso conté. Y un periodista puso que a los 55 años estaba como un huerfanito, buscando a mi papá. No, no conté eso. Reconozco como mi papá a un hombre que ha estado casi cincuenta años con mi mamá, que se llama Héctor Troncoso, que tiene 75 años, y que era un hombre extraordinario, a ese hombre lo siento como mi padre.”

Algo de eso alimentó su historia con Nina Peloso. “Ella sigue en Buenos Aires”, dice él, que no termina de confirmar ni desmiente nada. Ni sí ni no. No hay palabras. Y cuando le insisten, suele cambiar de tema. En el silencio instala la intriga, como una especie de puesta en escena del suspenso.

Ambos se conocieron hace veinte años. Eran vecinos de uno de los barrios más pobres de Banfield. Castells tenía un gran almacén, desde donde llevaba adelante algunos de sus trabajos de militancia política. Nina vivía a la vuelta. Separada, con dos hijos, trabajaba en la fábrica de boquillas Minifusor. Castells preguntó por ella a una de las comadronas del barrio, y cuando hizo contacto empezó a formarla como delegada de la planta. Cuando Nina se postuló por primera vez a las internas, la echaron. Castells estaba en pareja, pero en esos días empezó con la relación. Juntos armaron la CCC con la estructura del PCR y Carlos Santillán, el “Perro”. Nina permaneció en las segundas líneas de la organización hasta 2005. Se presentó como candidata a senadora y se volvió el personaje de tapa. El resto llegó dos años después con la aventura en la pantalla de Tinelli. De allí en adelante, las crónicas del corazón convirtieron sus andanzas políticas en grandes sucesos. Y Castells parece haber encontrado en ese recurso un espacio de capitalización. Hizo de la vida de Nina una herramienta política para llegar a las masas. En ese contexto, Rosario podría ser sólo un nuevo capítulo de aventuras. O podría ser otra cosa.

Nina está a punto de terminar con el profesorado de Biología. Cursó tres de los cuatro años de currícula, y como se llevó cuatro materias a examen ahora pasa buena parte del día metida arriba de los libros. He allí una de las razones por las que dice que aún no se ha ido de Buenos Aires: porque estudia. Cuando termine de dar los exámenes, dice, ella también va a abandonarlo todo para irse a Corrientes. También ella en busca de sus orígenes.

“Me voy a ir a una localidad llamada Bella Vista, donde vive una hermana mía con mi mamá. Como vive sola la voy a estar acompañando un poco, ella ya tiene 70 y pico. Yo me vine a Buenos Aires en el ’78 con mis abuelos, nací en un pueblo que se llama Colonia Tatacua, dejé a mis hermanos más chicos con mis padres; los más grandes se quedaron recorriendo las grandes ciudades. No pude volver nunca más a mi pueblo; estuve en otros como Santa Lucía o San Roque pero no volví más, quiero recuperar los tiempos, y aunque ya sé que no se pueden recuperar por lo menos quiero hacer un intento. Esta experiencia de lo que significa Buenos Aires en su aspecto social quiero trasladarla a mi pueblo.”

Nina intentará no sólo mudar algo de su vida, sino la matrícula para poder trabajar y terminar el último año de su carrera. Si no lo consigue, estará entre uno y otro lugar. Por lo menos, durante el próximo año. Es que el traslado a Corrientes no puede esperar ni doce meses más. Nina quiere ser gobernadora, aunque por las dudas también se presentará como candidata a diputada. El campo tampoco puede esperar.

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Raúl Castells y Nina Peloso, separados de hecho y cada uno con su proyecto político.
Imagen: DYN
 
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