EL PAíS › PANORAMA POLíTICO

La mejor defensa es un buen adelanto

 Por Mario Wainfeld

La movida, aseguran confidentes del primer nivel del gabinete, se venía cocinando a fuego lento desde hace semanas, pero la decisión (como de costumbre) se tomó de improviso, desconcertando a propios y extraños. El jueves a la tarde, en Olivos, la Presidenta la comentó y compartió con Néstor Kirchner, Carlos Zannini, Florencio Randazzo, Agustín Rossi, Miguel Pichetto y Juan Carlos Mazzón. Los restantes ministros se desayunaron ayer, a la hora adecuada: Randazzo los fue anoticiando en la mañana.

La sorpresa, el control de la iniciativa es una obsesión de los Kirchner, practicaron su juego favorito. Adelantar las elecciones, en un momento trabado de su trayectoria, es tomar varios riesgos, incluido el de un rechazo (o una demora) en el Parlamento. Salen hacia adelante, en una apuesta a todo o nada que tiende a confirmar la hipótesis de que Kirchner será cabeza de lista en Buenos Aires, en junio si todo les resulta bien.

El detonador final fue el desdoblamiento de los comicios en Capital. “Los dos gobernadores opositores de distritos más grandes adelantan, eso nos determina (y justifica) a nosotros”, describen por separado dos de los que estuvieron en Olivos. Como diría Borges, sus discursos son tan similares que dan la idea de que lo discurrieron antes.

Cristina Fernández de Kirchner adujo la necesidad de acortar el período de campaña electoral en medio de la crisis y aludió a los desgajamientos provinciales. El argumento es atendible, aunque obviamente no es la única motivación. En el oficialismo piensan que la oposición llegará más desarmada a junio que el Frente para la Victoria (FpV), “ellos tienen que resolver todas sus internas, nosotros ya mandamos a imprimir las boletas”, exagera un paladín kirchnerista, pero cree no mentir.

En el Gobierno se calcula que los efectos del colapso capitalista mundial se acentuarán andando los meses y prefieren competir con la foto de hoy. No es su mejor foto desde 2003, más bien al contrario, pero acaso supongan que en octubre el horizonte será más oscuro.

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Como corresponde. La oposición reaccionó previsiblemente, cada cual atendiendo a su propio juego. La Coalición Cívica y la UCR a su rastra, cuestionando todo lo que mociona el Gobierno, convencido de que su andarivel es el de mayor polaridad.

Mauricio Macri reprochándole falta de seriedad al oficialismo, pero sin ponerse de punta con la nueva fecha, acaso acotado por su jugada del jueves. Francisco de Narváez alardeó de querer salir al ring. Felipe Solá fue el más severo con el Gobierno, hasta atizó la amenaza de fraude que un socio reciente del oficialismo no debería manejar con tanto desparpajo. Detalle digno de mención: los tres mosqueteros del Properonismo aparecieron cada uno por su lado y se expresaron diferente. Tal vez sus posicionamientos internos expliquen sus diferentes posturas: De Narváez puntea en las encuestas y reclama apelar a ellas para fijar cabeza de lista. Solá apuntaba a ir creciendo mediáticamente, instalando su figura en otras ligas. Macri quiere amurallar su territorio, por encima de todo, como sinceró anteayer,

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Lo que fuera, si breve... La ley enviada al Congreso podrá ser valorada como buena o como mala, nadie podrá negar que será breve. Tendrá dos artículos de fondo, uno suspendiendo “por esta única vez” el cronograma fijado en la vigente normativa electoral (artículo 53), otro fijando la fecha del convite.

En el oficialismo, claro, se confía en juntar los votos necesarios, aunque de modo ajustado. Además de los del “palo” (el adelantamiento era pedido por los gobernadores más cercanos) computan al peronismo disidente, incluido a Carlos Reutemann. “Mide bien ahora, el conflicto con el campo no lo lastima, cuanto antes se vote, mejor para Lole”, tabula un comprovinciano que conoce el paño. El ARI de Tierra del Fuego, el Movimiento Popular Neuquino se incluyen en el optimista poroteo oficial. Y se descuenta que en el Senado no han de volver los desgajamientos padecidos cuando se debatieron las retenciones móviles: el pampeano Rubén Marín, los cordobeses entre otros, tienen intereses propios compatibles con los del gobierno nacional.

A primera vista, da la impresión de que hay altas posibilidades para que la ley se apruebe. Luce más peliagudo que se consiga en el tiempo record necesario para que se confirme la fecha del 28 de junio. Imposible is nothing, aventuran los operadores parlamentarios kirchneristas mientras fatigan las pilas de sus bonitos celulares.

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Memorias del pasado. El manejo de los calendarios y leyes electorales no es un invento actual. Los gobernadores, de cualquier pelaje o color partidario, se valen de las fechas del mismo modo inconsulto que eligió la presidenta Cristina. Mal de muchos no es consuelo de nadie, pero sí una referencia insalvable sobre la cultura política compartida.

Hay varios precedentes relevantes de cambios en las reglas de juego y de discrecional uso de las fechas. Raúl Alfonsín adelantó al máximo posible la elección presidencial en la que Carlos Menem venció a Eduardo Angeloz. La idea era mitigar el peso de la pérdida de gobernabilidad y la crisis económica. La UCR perdió cómoda, hubo anomia social e hiperinflación, debió anticiparse la transmisión del mando, firmando un cheque en blanco a favor del riojano. El costo político e histórico de la movida fue enorme, pero el cataclismo institucional se evitó, por haber un presidente legitimado para reemplazar al gobierno que se caía a pedazos.

El régimen de neolemas acuñado por el duhaldismo fue seguramente inconstitucional, pero significó un aporte en la emergencia política y un freno a los afanes de Carlos Menem. Todo el resto del arco político y los votantes la convalidaron. El cronista no quiere expresar nada enfático respecto del Via Crucis de los fines y los medios pero, en su modesto ver, ése fue un ejemplo de un instrumento opaco si no nulo pero virtuoso en sus efectos.

El proyecto que nos distrae es más “chiquito” que esos antecedentes de mayor porte. Será legal si el Congreso lo valida pero jamás un dechado de calidad institucional ni de construcción de consensos. Los opositores que gobiernan o gobernaron, que cometieron “picardías” similares, no tienen el CV limpio para despotricar. Más vale que no se privarán, anyway.

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Horizontes fugitivos. Los competidores, de tan vivarachos, hacen mutar el escenario en cuestión de horas. Da pereza consignar datos ostensibles que un nuevo golpe de dados puede desbaratar.

El jueves, la Capital proponía un paseo para Elisa Carrió, ahora da la impresión de ponérsele cuesta arriba. En espejo, queda el macrismo. Las observaciones son lógicas pero coyunturales. Por ejemplo, queda por verse la real talla de Gabriela Michetti como candidata, su garra para disputar el liderazgo con Lilita, una adversaria con espolones en campaña.

Vayan algunas referencias menos patentes, antes de llegar al consabido final abierto. La primera es que el oficialismo renuncia tácitamente a mejorar su reputación y su intención de voto antes de las elecciones. La obra pública, supuesto motor de la economía y de las adhesiones, no obrará beneficios palpables en el breve lapso que antecede a la votación. Ni puede suponerse que un Congreso en plena cinchada pueda parir medidas sociales sensibles con repercusión social inmediata. Sería lógico que tampoco alcanzara tratamiento parlamentario antes de junio la Ley de Radiodifusión, que se presentará con pompa y circunstancia el miércoles próximo. La modificación exige un debate social previo y huele a inoportuno agregar una batalla en la ardiente fragua de la campaña.

Las encuestas le dan bien a Kirchner, dicen en su torno. El hombre no dice “sí” pero se comporta como candidato, leen quienes los conocen a él y a los barros del conurbano. También opinan que salvar la ropa en Santa Fe (léase reconstituir vaya a saberse cómo y cuánto con Lole) sobredetermina el anuncio de ayer.

Mucha prosa e indignación darán contexto al trámite parlamentario. Presagiar resultados o beneficios comparativos es un disparate. Lo real es que ese humo se disipará y a la hora de la hora, los ciudadanos decidirán. Hablarán las urnas, vox Dei.

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