EL PAíS › ENCUENTRO NACIONAL DE JOVENES POR LA CONSTITUYENTE SOCIAL DE LA CTA

Entre el debate y la movilización social

Más de dos mil jóvenes de cuatrocientas organizaciones de todo el país se reúnen en Córdoba para debatir sobre la construcción de un nuevo movimiento vinculado con la CTA. Campesinos, estudiantes, comunidades originarias, militantes políticos. Sus historias.

 Por Alejandra Dandan

Desde Embalse Río Tercero

Los viejos hoteles sindicales levantados en los años ’50 alrededor del Embalse Río Tercero parecieron por algunas horas sacudirse de la modorra de sus antiguos fantasmas. Entre polleras con lentejuelas brillantes de las murgas del conurbano bonaerense, rastas y aros artesanales aparecieron las banderas rojas, las de estrellas de cinco puntas y consignas que vivaban a Evo Morales, que clamaban contra la desigualdad social. Más de dos mil jóvenes de cuatrocientas organizaciones de centroizquierda de todo el país, agrupaciones territoriales, sociales y políticas, llegaron a Córdoba convocados por la CTA que encabeza desde hace años la apuesta por la construcción de un movimiento de masas anclado en un proceso político inédito al que llaman de la Constituyente Social.

Antonio fue de los primeros en llegar. Tenía ocho años cuando los dueños del campo en el que vivía su familia los desalojaron de forma violenta, le cuenta temprano a Página/12. Los propietarios cercaron las cincuenta hectáreas de terreno donde vivían, con sus padres adentro; ellos aguantaron un tiempo hasta que no pudieron más y terminaron yéndose a buscar trabajo de peones a otros lugares. Ahora él, veinte años más tarde, encabeza una de las organizaciones campesinas de Chaco que pelea por la tierra, inspirada en el modelo de las Ligas Agrarias. La organización lleva el nombre de Poriajhú, una palabra de origen guaraní que significa “Unión de los campesinos pobres”.

“En ese entonces mis padres estaban aislados –dice Antonio–, no tenían contactos con otras familias ni conocían las formas de organizarse.” Y eso a él no le volvió a pasar. Cuando llegaron a una reserva de la ciudad chaqueña de Roque Sáenz Peña, en las puertas del postergado Impenetrable, conocieron a las familias campesinas de ahí, muchos inmigrantes algodoneros que habían llegado de las provincias vecinas y de los países limítrofes y que habían empezado a organizarse a fines de la década del ’90, cuando existió uno de los más fuertes intentos de desalojo.

Hace años, ellos fueron una de las primeras organizaciones campesinas y de originarios que firmaron la adhesión a la propuesta de la CTA convocando a una Constituyente Social. Y aquella firma dio paso luego a otras firmas. De Chaco llegó el Grupo Universitario Estudiantil, un grupo de estudiantes que se plantea ser la conexión entre el afuera y el adentro de la academia y donde militan profesores de matemática, ingenieros industriales o ingenieros químicos que van a dar clases a las escuelas o los barrios. También llegó Fabio Zerpa, de los cadetes y mensajeros del Chaco, una agrupación que tras organizarse gremialmente recibió despidos de parte de las empresas y ahora pelea por el trabajo en blanco. O llegó Carlos Arenales, integrante de una comunidad originaria del pueblo toba, cuya organización hace años se quejaba porque los corrían las balas, dijo, y ahora porque los corren los capitalistas. Detrás de ellos, hubo representantes de todas las provincias.

Embalse Río Tercero es para la CTA la primera convocatoria a un encuentro nacional de jóvenes. El contexto es la Constituyente Social, un espacio que nació en el año 2002 en Mar del Plata, durante un plenario de trabajadores que se propuso impulsar un movimiento político, social y cultural de liberación en medio de la crisis y del estallido de los partidos políticos. En esa coyuntura, se aprobó la consigna de darles el poder a los representados. El primer gran encuentro nacional se hizo en octubre del año pasado en Jujuy, con más de 30 mil personas y más de 680 organizaciones. Los jóvenes se reúnen en Córdoba para preparar ahora el encuentro de noviembre que esta vez será en Neuquén, pero eso es sólo una formalidad.

Porque la Constituyente se propone “dar vuelta como un guante” ese “minué de las elecciones que se repiten cada cuatro o cinco años”, dijo Juan Carlos Giuliani, secretario de medios de CTA en la apertura del encuentro. “Los que tienen la sartén por el mango siguen decidiendo hora a hora el resto de las vidas, ahí están los golpistas, los que intentan ahora acabar con Honduras”, En esa “derecha cipaya y oligárquica” que, dijo, “no está escrito en ninguna parte que va a volver”, que todo este proceso termine en una “restauración conservadora”. Y agregó, mientras los que llegaban lo ovacionaban con los cantos de la liberación de los años ’70, “ahí está el faro de Cuba, ahí está Ecuador, Bolivia, Venezuela y el año que viene vamos a estar con ellos nosotros desde la Constituyente Social que se haga en el Bicentenario”.

En la sala, en tanto, mientras se preparan los jóvenes para empezar el encuentro que va a tener talleres durante todo el día de hoy para discutir acciones, estaban los que llegaban de otras provincias. Ernesto Cincotta de San Juan empezó a militar en Proyecto Sur después de las peleas por el boleto estudiantil y ahora trabaja con Celia Beron, una estudiante de una organización misionera de religiosidad popular llamada Antuen, con la que bregan en esa provincia contra la instalación de las políticas mineras, y del gobierno provincial. “Te camuflan todo”, dice Celia. “La información es escasa y absurda, y la propaganda incoherente: dicen que la minería te da educación y trabajo, y combate la pobreza, y realmente no pasa por ahí”. Y estaba Vanesa Guajardo, Laila y Gustavo, que no venían de ninguna organización y lo decían con ganas. Son autoconvocados, parte de los miles de vecinos de una de las asambleas que nacieron en el valle mendocino de Uco contra la instalación de otros proyectos mineros y la ley de los glaciares.

Y ellos no son todos sino una parte. Hay expresiones de los partidos políticos de centroizquierda como Proyecto Sur, Partido Comunista o Quebracho. Adrián, un cordobés, estudiante de física, intentaba explicarlo de esta manera: la Constituyente es la forma que está tomando un movimiento de masas, con una fuerza que estaba, que existía y que la CTA entendió cómo tenía que articularla. No es transversal la propuesta porque no la lideran los kirchneristas, y en medio de los discursos, las críticas van también hacia el Gobierno. “Pero acá están todos”, decía Gustavo Giusti, de Quebracho. “Los kirchneristas como los Túpac Amaru de Jujuy y nosotros, que somos completamente antikirchneristas.”

En uno de los rincones, a la tardecita ya, Rosa Portillo ensayaba unos pasos al ritmo del redoblante, vestida de blanco brillante y lentejuelas. Saltaba delante de un carromato anaranjado, una especie de gran trailer rodante, en el que viajaron desde Buenos Aires más de cincuenta integrantes de la agrupación Culebrón Timbal. Rosa tiene veinte años, es de Cuartel V, una de las barriadas más pobres y violentas de Moreno, donde los pibes se mueren en la calle, y las calles quedan regadas de santuarios con las cruces de los muertos. Hace siete meses se sumó a la organización, ahora hace percusión, estudia edición de video y produce un programa de radio comunitaria donde las noticias incluyen informaciones del barrio. “Para los pibes es importante venir a mostrar lo que pasa en los barrios”, dice Víctor Risso de Culebrón Timbal. “Nosotros trabajamos por la lógica de la democracia participativa versus la democracia representativa y nuestro trabajo en los barrios es como una semilla que sentimos que tiene que ir por ahí.”

El Culebrón nació en 1997 como una banda de rock que buscaba a través de la música rescatar los valores populares del Gran Buenos Aires con sus mestizajes suburbanos. De los flogger que viven al lado de una ruta donde se venera al Gauchito Gil, dice Víctor, o adonde los barrios mezclan los ruidos del chamamé con la cumbia villera. El centro de trabajo de Culebrón estuvo en esos barrios, donde empezaron a tejer redes con las organizaciones locales, desde la Iglesia hasta las sociedades de fomento y centros de jubilados al lado de un escenario de este otro rock mestizo y de color.

Córdoba empieza a mezclar también todo eso.

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Imagen: Miguel Viezzoli
 
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