EL PAíS › LA VISITA DE BERGOGLIO A ROMA COMO PARTE DEL ENFRENTAMIENTO EPISCOPAL

Una interna argentina en la Casa Central

El discurso público fue blando y políticamente correcto. Pero la visita de los obispos argentinos al Papa se inscribe en la pelea entre los sectores ultraconservadores y la conducción “de centro” del cardenal Bergoglio.

 Por Washington Uranga

La Comisión Ejecutiva del Episcopado, con su presidente, el cardenal Jorge Bergoglio a la cabeza, culminó ya su ronda de entrevistas con la curia vaticana. El punto máximo fue el encuentro celebrado el jueves con el papa Benedicto XVI, horas después de haber pasado por el despacho del secretario de Estado y “primer ministro” de la Iglesia Católica, el cardenal italiano Tarcisio Bertone. Poco se podrá saber y mucho se puede especular sobre los resultados concretos de los contactos que los cuatro obispos (junto al presidente estaban los dos vicepresidentes Luis Villalba y José Arancedo, y el secretario general Enrique Eguía Seguí) mantuvieron en estos días en la capital italiana. Frente a las informaciones que señalaban que el propósito del viaje fue aclarar en Roma los puntos de vista de quienes conducen actualmente el Episcopado frente a las operaciones que sectores de ultraderecha eclesiástica han hecho en connivencia con el nuncio apostólico Adriano Bernardini, la información oficial no se movió un milímetro de lo “políticamente correcto”. La oficina de prensa informó que “este viaje permitió expresarle (al Santo Padre) el clima de fraternidad y comunión episcopal de la Iglesia en Argentina”. Y como si esto fuera poco “confirmar el vínculo filial con él y con la Santa Sede”.

En la última asamblea de la Conferencia Episcopal en noviembre del año anterior, no por casualidad el tema central fue la “colegialidad episcopal”. Si los obispos decidieron hablar del trabajo conjunto y asociado entre ellos es, entre otras razones, porque algunos ruidos existen. Bergoglio, que para muchos observadores externos al ámbito eclesiástico puede ser visto como un hombre conservador, es dentro del escenario del Episcopado el representante de posiciones de centro. Esto más allá del estilo personalista que le impone a su gestión y que lo lleva a frecuentes enfrentamientos, tanto con sus pares como con los actores políticos. Esto fue especialmente visible durante el gobierno de Néstor Kirchner. A esa personalidad Bergoglio suma una activa agenda política que incluye reuniones tan asiduas como reservadas con toda clase de actores de la vida pública del país. En este ámbito el cardenal de Buenos Aires suele transmitir, “a título personal”, sus opiniones sobre la vida, la política, la economía, la moral y tantos otros temas. Todo dicho “sin la pretensión de incidir” sobre sus interlocutores, que sin embargo salen de allí anoticiados del pensamiento eclesiástico.

En la jerarquía se vivió como una derrota la aprobación del matrimonio entre personas del mismo sexo. Cuando se discutió la estrategia eclesiástica, Bergoglio no estuvo de acuerdo con los ultraconservadores que buscaron la confrontación pública. Prefería más bajo perfil, incluyendo la aceptación de la unión civil como “mal menor” y, por supuesto, la presentación pública de la doctrina católica sobre la materia. Perdió la pulseada con los ultraconservadores. Disciplinado, Bergoglio se puso al frente de la estrategia que decidió la mayoría. Consumada la derrota pasó facturas internas.

No obstante lo anterior, los ultraconservadores encabezados por Héctor Aguer, arzobispo de La Plata, siguieron señalando a Bergoglio como responsable de la derrota porque siempre consideraron que la posición eclesiástica no fue suficientemente firme. Y ahora, advierten, frente a la posibilidad del debate sobre la despenalización del aborto, no quieren repetir la situación. Lo dicen aquí y lo dicen en Roma con tono acusatorio. Allá les sirve de coro el cardenal argentino Leonardo Sandri, uno de los ministros del Papa, quien no deja pasar oportunidad para reafirmar “la defensa y promoción de la vida desde su concepción hasta su término natural y de la familia tal como lo enseña la Iglesia Católica”. Como parte de la campaña, Aguer y los suyos reclaman más soldados: exigen que Roma nombre como obispos a sacerdotes enrolados en el conservadurismo. Quieren recuperar el control que en otro tiempo tuvieron en la asamblea episcopal, dominada en las últimas décadas por posiciones más moderadas.

Los conservadores avanzaron en el Episcopado. Son más aunque no todos los que ellos mismos (y quizá Roma) desean. Este año, en noviembre, hay elecciones en la Conferencia. Bergoglio no puede ser reelecto. Aunque es el líder conservador, es poco probable que Aguer alcance la presidencia del Episcopado por voto de los obispos. Pero él y su grupo aspiran a colocar por lo menos a uno de los vicepresidentes y a controlar algunas de las comisiones claves como educación (hoy en manos de Aguer) o pastoral social (donde actualmente está Jorge Casaretto, también sin posibilidad de repetir ese cargo).

Pero hay un ingrediente más. En diciembre Bergoglio cumple 75 años y debe renunciar, porque así lo determina la legislación eclesiástica, al Arzobispado porteño. Es potestad del Papa aceptarle o no la renuncia y podría prolongar su mandato por el tiempo que quiera. De todos modos la renuncia estará presentada y Bergoglio quedará a “disponibilidad” de Benedicto XVI. A Aguer le seduce ocupar el Arzobispado de Buenos Aires y por esa vía llegar a cardenal. Y para ello no necesita votos, sino influencia y poder. Para eso visita con asiduidad Roma, cultiva amistades y se muestra en el Vaticano donde los ultraconservadores lo ven como uno de los suyos.

Estas también son cuestiones que hoy se debaten en los ámbitos eclesiásticos argentinos. Y que de acuerdo con la información oficial sobre lo tratado en Roma bien podrían estar incluidas bajo el título “otros temas pastorales e institucionales vinculados con la vida de la Iglesia en Argentina”. Habrá que esperar los acontecimientos. En marzo se reúne la Comisión Permanente. En mayo se realiza la primera asamblea del año. Y en noviembre, después de los comicios nacionales, la asamblea electiva de los obispos.

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