EL PAíS › OPINION

La Ciudad por quinta vez

Lo que hay en juego. Lo que arriesga Macri, su caudal y sus límites. El kirchnerismo procura elevar su techo y llegar a una segunda vuelta con chances. Las claves para leer el resultado. La ilusión de Solanas, su futuro. Ocho fórmulas que compiten con pocas ilusiones. La Legislatura y las flamantes comunas. Mirada previa para un día con sol.

 Por Mario Wainfeld

Los porteños elegirán hoy, por quinta vez en su breve historia como distrito, a su jefe de Gobierno. Según el “sentido común” de las encuestas de todo pelaje, el actual mandatario Mauricio Macri (PRO) obtendría el primer puesto y el senador Daniel Filmus (Frente para la Victoria) el segundo. El diputado Fernando Solanas, tercero en discordia, asegura que tales sondeos falsean la realidad y que dará el batacazo, saliendo segundo para disputar el ballottage con Macri. Todos los protagonistas dan por hecho que nadie alcanzará la exigente marca del 50 por ciento más uno de los votos.

En las elecciones precedentes sólo Aníbal Ibarra en 1999 pudo prescindir de la segunda vuelta, superando con comodidad a Domingo Cavallo. El primer jefe de Gobierno, Fernando de la Rúa, fue consagrado antes de que rigieran la Constitución de la Ciudad Autónoma y el régimen de doble vuelta.

Si no se corroboran los sondeos y las especulaciones previas, consultores y formadores de opinión deberán poner las barbas en remojo. Si se ratifican, el interés estará centrado en la diferencia entre el primero y el segundo. También en la comparación de sus desempeños con los del año 2007, cuando ya se enfrentaron. Y, por último, habrá que mirar cuántos votos “disponibles”, esto es, no absorbidos por los dos punteros, quedan para la segunda vuelta. Con bajo porcentaje de votos flotantes y amplia diferencia se consolidarían las perspectivas del primero. Con más votos a capturar y un gap corto, el segundo mejoraría sus chances.

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Las marcas del pasado: El electorado de la Capital es tradicional o hasta atávicamente refractario a todas las vertientes del peronismo, abarcando al kirchnerismo (ver asimismo nota aparte).

Macri, en cambio, conserva desde su primera irrupción en 2003 un piso muy alto.

Pino Solanas sorprendió con su cosecha en 2009, corriendo de atrás, en una elección expresiva, de medio mandato.

El horizonte más deseado hoy por el jefe de Gobierno sería volver a sacar más del 46 por ciento, como en su anterior competencia con Filmus.

El del aspirante kirchnerista, elevar el techo de su fuerza, que jamás traspuso el 24 por ciento del padrón, y acortar la brecha con el jefe de Gobierno.

El sueño de Solanas sería probar que su proeza de dos años atrás no fue una flor efímera. Suelen germinar en la Capital, acogedora con terceras fuerzas, en especial con sesgo de izquierda y centroizquierda, pero chúcara para sostener ese favor largo tiempo. Sólo el Frente Grande se mantuvo presente durante más de una década. Otras figuras marcaron hitos o tendencias pero no crecieron o perduraron poco: el democristiano Augusto Conte (en 1983), los socialistas Alfredo Palacios y Alfredo Bravo (a principios del siglo pasado y en esta etapa reciente), Luis Zamora en 1999.

Solanas y Macri depusieron sus candidaturas presidenciales, ya instaladas, para buscar la Jefatura de Gobierno. Dos casos de frazada corta, que desmantelaron sus espacios nacionales. Uno de ellos, cuanto menos, se equivocó en la jugada. Hoy se sabrá quién.

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Mauricio y la Rosada: El líder de PRO amaga desde 2003 con ser candidato a presidente, por un espacio que remixe un centroderecha asumido con retazos de peronismo. A la hora de la verdad, se retrae y opta por el terruño porteño. El impacto de esas decisiones dista de ser menor. No hay una opción precisa de derecha para los comicios de octubre. Y se destartaló el Peronismo Federal, que siempre lo espera para paliar su ausencia de liderazgos. Cabe dar por hecho que su caudal de votos porteños, aun en el caso de ser superado, es estimable. Cuesta imaginar cuál será el destino nacional de esos sufragios. Macri no expresa a ningún partido que apunte a la Rosada. El capital electoral de Macri, que hasta ahora ha sido policlasista y con implantación relativamente pareja en toda la Capital, se diluye más allá de la General Paz. Su fuerza y su debilidad, dialécticamente, se cifran en esos datos. Su accionar poco audaz potencia el fenómeno.

El jefe de Gobierno es el favorito para ganar la primera vuelta. Arriesga mucho: el único distrito que conduce su fuerza y casi todo su capital político. Si llegara a perder la Ciudad, su futuro se ensombrecería. Si fuera reelecto recrearía el horizonte para empezar a construir un espacio nacional. Hace ocho años que no afronta en serio ese desafío, lo que acota sus márgenes cuando, con los comicios encima, debe resolver si salta a ligas mayores.

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El candidato K: Filmus es candidato por tercera vez, las dos anteriores llegó segundo (contra Macri y contra los senadores cívicos María Eugenia Estenssoro y Samuel Cabanchik, ambos en 2007). Entre los kirchneristas es quien sostiene la mejor intención de voto. De cualquier modo en la coyuntura está por debajo de Cristina Fernández de Kirchner. Cero novedad porteña en esta situación, recurrente en casi todas las provincias.

El ideal de Filmus sería arrimar sus votos a la masividad que –da la impresión– congrega la Presidenta y generar un escenario de ballottage diferente al de 2007, a 23 puntos de Macri.

Los apoyos que consiga expresarán el piso (acaso el subsuelo) de Cristina Kirchner del Frente para la Victoria (FpV) en el arisco feudo porteño. Es cantado que la Presidenta tiene mayor aceptación que su paladín local.

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Pino y sus amigos: Solanas tuvo conflicto con sus aliados de estos dos últimos años, a los que agregó una insólita ruptura con el Frente Amplio Progresista, apenas acabado de conformar. El éxito condona las tácticas electorales y sutura las heridas que abre el personalismo. El castigo electoral se duplica, en tales casos. Pino no sólo pone en juego su porvenir vecinal, también su armado nacional. Los guarismos, por otro lado, traducirán si fue justo en colocarse a la par del gobernador Hermes Binner o del senador Luis Juez o si su patrimonio debía inducirlo a ser más modesto y orgánico.

“Ganar” es una expresión polisémica en política. Para Solanas equivaldría a mantener su caudal de 2009, máxime si ingresa en segunda vuelta. Si venciera, ejercería una fuerza centrípeta sobre compañeros de ruta y aliados. Si perdiera, es cantada la exacerbación de la diáspora que ya comenzó.

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Las cuartas fuerzas: Catorce fórmulas se postulan, varias hueras de esperanza. Otras las conservan, en proporciones menudas. Referencia llamativa, hay partidos que dominaron la Capital, como el radicalismo que fue hegemónico hasta la aparición del Frepaso y luego recuperó bríos con la Alianza. La Coalición Cívica de Elisa Carrió, otra protagonista que concitó altos consensos, está en el pelotón. Tanto como Ricardo López Murphy, cuya resonante elección presidencial en 2003 es un recuerdo borroso. Jorge Telerman se llevó más del 20 por ciento de los votos en 2007, si lograra la cuarta parte sería un buen guarismo. Fuera del PRO, el FpV y Proyecto Sur las pretensiones, puertas adentro, se resumen a ganar la miniinterna entre ocho y conseguir una o dos bancas en la Legislatura. El sistema proporcional D’Hondt sin piso es endiablado para la predicción, no se puede aseverar qué porcentaje es preciso para conseguir un legislador. Tres por ciento sería una hipótesis a corroborar. En tal contexto, para muchos sería aceptable acceder a una banca y festejable (con sordina y moderación) si se suman dos.

En ese conglomerado que, todo lo indica, moverá poco el amperímetro están los principales rivales del FpV de octubre: el radicalismo y el Peronismo Federal, que han engarzado flojas elecciones en todas las provincias que eligieron sus autoridades. Van siete, en seis ganó el oficialismo local, un dato que seguramente traduce un clima de opinión y, relativo, conformismo.

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Legislatura y comunas: Es casi imposible que el macrismo consiga mayoría en la Legislatura. No la tiene con su excelente acopio de 2007, que es el que debe renovar. El cuerpo seguirá, más que dividido, fragmentado en esquirlas. La proliferación de bloques unipersonales o pequeños es una marca de fábrica del Parlamento porteño, no tan sospechado de corrupción como el viejo Concejo Deliberante pero sí desacreditado por ineficiente, rosquero y poco vistoso.

Debutan con el pie izquierdo las comunas, una institución tendiente a descentralizar el poder, empoderar a vecinos y enriquecer la representación política. Tal vez por esas virtudes, las comunas fueron frenadas por distintas administraciones. Se plasmaron recién diez años después de lo que fijaban las normas legales. La idea era que sus autoridades se eligieran por separado de las ejecutivas y legislativas. No se cumplió. La información en campaña fue entre escasa y nula. Se votarán comuneros presentados por los partidos, aunque se puede cortar boleta. De cualquier modo, el avance se pone en marcha y quizá vaya rindiendo frutos con el transcurso del tiempo.

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Vox populi: Se pronostica un día con sol y templado. El pueblo soberano definirá (acaso de modo inapelable, acaso con final abierto) si será un día macrista, peronista o solanista. En cualquier supuesto, una nueva instancia de participación es una buena noticia en un país que padeció dictaduras y proscripciones. Hasta acá, las elecciones provinciales fueron razonablemente limpias (excepción hecha de Chubut) y con participación elevada. Ojalá se repitan esas buenas costumbres. De todo lo demás, incluyendo algunas menciones sobre las campañas y sobre trayectorias de los candidatos que se ahorran para respetar (dentro lo posible) las difusas reglas de la veda electoral, se hablará en el diario de mañana.

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Imagen: Guadalupe Lombardo
 
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