EL PAíS › OPINIóN

Ojo con el Tano

 Por Eduardo Aliverti

A riesgo de equivocarse: el que suscribe tiene la impresión de que la semana después arrojó, al menos por lo leído y escuchado en los medios, una mayoría de razonamientos más propios de las calenturas que del repaso y reposo esperables cuando transcurren los días siguientes al hecho. Se entiende que ante determinadas circunstancias lo primero que uno hace es agarrarse la cabeza. Pero después hay que soltarla.

Hubo apuntes muy interesantes, aunque –de nuevo, sólo una impresión– tuvieron el carácter de sueltos. De inarticulados. De haber tomado el todo por la parte. Haya sido así o no, asumamos otro riesgo sin ninguna pretenciosidad. Tratemos de ensamblar, de entender contradicciones, de hurgar mejor en ciertos datos y antecedentes. Puede salir mal, pero debe intentárselo porque de lo contrario continuará rigiendo una lógica de blanco o negro que no suele compadecerse con la complejidad de la política. Para empezar desde algún punto cualquiera: decir que ésta es una ciudad facha porque poco menos o algo más de la mitad de sus sufragantes optó por la derecha, según se tome para no ir muy lejos el domingo pasado o la segunda vuelta de 2007, es un disparate. Esta es la misma ciudad que derrotó a Domingo Cavallo, y ése sí que es un tipo que instaba desde la derecha explícita. No era Macri, que se agota en suelta de globos, pinturas de amarillo y fraseología de escuela primaria, sin cuadros políticos más que el ingenio provisto por su asesor publicitario ecuatoriano. Esta es la misma ciudad que entrega una oferta cultural, en el más amplio sentido del término, de escaso parangón mundial. Esta es la misma ciudad epicentro de innúmeras movilizaciones y protestas sectoriales de todo tipo, no precisamente de derecha. Es la ciudad de la Carpa Blanca docente, la ciudad que tiene periodismo sin discurso único, la ciudad del debate. Es todo eso tanto como la sede gorila histórica, el centro financiero del garcaje, la pornografía de las desigualdades sociales. Y aun así, tiene más a su favor progre que la Madrid del PP, que las urbes francesas de los votos auténticamente fascistas por Le Pen, que la Milán del separatismo aliado a Berlusconi, que la Santiago pinochetista, que la Montevideo votadora de amnistías a los milicos. Buenos Aires es, incluso, la ciudad que habilita un artículo como el de Fito Páez, cuyo pecado no es lo que dijo sino haberse permitido afirmar en público lo mismo que piensa el núcleo duro de quienes detestan a Macri y a lo que Macri representa. Y es la misma Buenos Aires en la que Cristina significa un arco que va desde ganar cómoda hasta una excelente elección. ¿Qué dirán cuando eso suceda? ¿Que de ciudad facha se convirtió de la noche a la mañana en la quintaesencia izquierdista?

Hay un aspecto de lo sucedido el domingo que llama poderosamente la atención. Con 20 puntos de diferencia, que se lo mire por donde se lo mire es una victoria numéricamente aplastante, insospechada y con pinta total de irremontable, no hubo festejos públicos, de ninguna naturaleza. Sólo los globos y pasos de baile en el bunker PRO. No se escuchó ni un bocinazo. Nada de nada. ¿Cómo es posible que semejante detalle fuera pasado de largo? ¿Cómo puede ser que no se haya reparado con énfasis en el modo formidable con que eso expresa el segmento descafeinado de la victoria macrista? Compárese esa indiferencia con los cacerolazos de la tilinguería cuando el conflicto con “el campo”, con los despotriques contra la yegua montonera, con el quilombo que armaron, con los actos que desplegaron. ¿Dónde estuvo esta vez el entusiasmo facho? ¿Por qué no salieron a la calle con 47 a 27? ¿Será que la sencillez de lo ocurrido es menos binaria que adjudicar la distancia en las cifras a una horda de pensamiento garca? ¿Será que solamente se trata de que las cosas son percibidas como en un buen rumbo y que no tiene sentido cambiar en ningún lado? En lo que va del año ya van ocho elecciones y, salvo en Catamarca, con sus bemoles, ganaron los oficialismos. ¿No será que el nacional está preso de su propio éxito y que justo por eso acaba de tocarle una derrota dolorosa pero comprensible? Lo de “dolorosa” es irrefutable en lo anímico, aunque también puede discutirse, si es bajo la estrictez de cierto raciocinio político, porque después de todo, un Macri ganador conlleva que hay algo para contrastar discurso y acciones: gobernar contra una oposición activa es agotador, pero gobernar sin oposición aburguesa.

Se habló también de las características aguachentas del candidato Filmus, y en voz baja hay kirchneristas que son todavía más ácidos al respecto. Sin embargo, juicios de igual procedencia citan la inteligencia del macrismo al plantear una campaña de paz y amor, sin ataques, carente de toda altisonancia. Si esto último fue así; si en efecto resultó decisivo acertarle al tono decontracté para sacar semejante diferencia, vaya entonces con lo que habría ocurrido con gente mucho más agresiva que Filmus, como Boudou o el propio Tomada. En todo caso, lo que correspondería cuestionar es la estrategia de la Presidenta. Cristina jugó casi hasta último momento con el nombre del elegido, achicándole los tiempos y endosándole una imagen de acatamiento sin chistar, tanto en el manejo de las candidaturas ejecutivas como en la conformación de las listas. Y la pobreza de la campaña K dio idea de que no estaban especialmente ansiosos por ganar, al margen de las bondades o deficiencias de Filmus. En todo momento se lo vio más solo que acompañado. Debería replantearse si acaso no consiguió un muy buen guarismo, porque fue a pesar de la campaña que tuvo.

A la hora de (no) sorprenderse por los números, igualmente hay que pensar en cuál fue el destino del voto radical tradicional. ¿Desaparecieron los radicales, en lo que supo ser su bastión? ¿Son nada más que el 2 por ciento obtenido por una candidata impresentable? ¿O siguen siendo muchos y fueron a parar a Macri, como debe ser? Tampoco se examinó la elección de Solanas, más allá de repetir que quedó encorsetado por la polarización. Perdió la mitad de sus votos de hace apenas dos años. Hoy, así y todo, estaríamos hablando de otra cosa si no le hubiese sido funcional a la derecha, aun cuando sólo se computara la parte progre de sus seguidores. En cualquier hipótesis, si ésa no gusta, ¿los votos de Solanas, que al fin y al cabo fueron la tercera fuerza, también son adjudicables a la ciudad facha? Es cierto: Pino hace todo lo posible por parecer un jugador de Macri y ahora redobla esfuerzos convocando a la libertad de acción de sus votantes. Pero lo que él hace no es necesariamente lo mismo que lo que expresa su espacio.

Finalmente, en cuanto a indagaciones numéricas puntuales, cabe reiterar como muy dudosa la semblanza exitista que trazaron los grandes medios opositores. Esa cuenta de que Macri en Capital, más el probable triunfo de socialistas y radicales en Santa Fe, más favoritos cordobeses que no son del gusto K, redibuja el panorama. ¿Cómo sería? ¿Con cuál candidato aglutinador? ¿Con qué cálculo en la provincia de Buenos Aires, e incluso en esos grandes centros urbanos donde la Presidenta comanda con amplitud la intención de voto? Cuando se puntean algunas exploraciones de lo sucedido el domingo en Capital, parecería que empezó a cambiar todo el país. No se debe arriesgar un pronóstico concluyente a favor de Cristina, sencillamente porque no se gana hasta que se gana, pero tampoco confundir datos con expresiones de deseos.

Sí pueden anotarse algunas enseñanzas. La inconveniencia de decidir siempre en soledad. La ausencia de un trabajo más intenso y efectivo en el cuerpo a cuerpo, en la militancia. El exceso de confianza en la publicidad oficial. Aspectos todos, entre otros, que hasta aquí no parecen afectar la proyección presidencial. Pero que ponen luz amarilla sobre una manera de construir política demasiado entregada a lo emocional, a la mera suma de votos, a las encuestas favorables. Al Cristina todo lo puede. La oposición tiene lo suyo, claro, y caramba si lo tiene. ¿O ahora resulta que también se perdió de vista que el Macri ganador es un bajado de la contienda nacional, al que acompañan otros bajados varios?

Un poco más de serenidad. Lo que devuelva el espejo analítico de la política no puede ser la imagen del tano Pasman.

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