EL PAíS › LOS PORTEÑOS VOTAN HOY EL JEFE DE GOBIERNO EN SEGUNDA

vuelta Hasta el 2015

Macri y Filmus, frente a frente por segunda vez. Las expectativas, los precedentes. Las dos campañas, revisitadas. El dudoso futuro de los votos PRO. Binner y Macri, dos caminos distintos. Los pronunciamientos provinciales, constantes. Algo de lo que vendrá.

 Por Mario Wainfeld

Imagen: Carolina Camps y Leando Teysseire.

Los habitantes de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA) determinarán hoy quién será su jefe de Gobierno hasta 2015. El resultado de la primera vuelta, las encuestas, la sensación térmica desalientan la hipótesis de un milagro en el cuarto oscuro. Todo indica que Mauricio Macri vencerá, por segunda vez, al senador Daniel Filmus por un margen amplio. El interrogante, para los contendientes y la opinión pública, finca en la diferencia. Si se hila un poco más fino, si ésta será mayor, menor o igual que en 2007. Con la mayoría de las cartas expuestas sobre la mesa, para el representante del Frente para la Victoria sería (dentro de lo disponible) un logro repetir ese desempeño. Mejorarlo sería, para el líder de PRO, la frutilla del postre.

Hace tres semanas se reiteraron, con ciertos matices (más votos para ambos que en aquel entonces) los guarismos de la otra contienda. Ese dato, añadido a las sucesivas revalidaciones de oficialismos provinciales, pinta una estabilidad electoral llamativa. Es verosímil considerarla correlato de largos ocho años de sustentabilidad económica y estabilidad política con pocos términos de comparación en la historia democrática argentina y casi ninguno en la etapa iniciada en 1983. Acaso los ocho primeros años de mandato del ex presidente Carlos Menem guarden cierta analogía, más allá de la enorme diferencia entre los modelos económicos de la gestión menemista y las kirchneristas.

Lo cierto es que, superando debates tonantes y crónicas excitadas, hay una situación económico-social estable, con crecimiento, mejora de la distribución del ingreso (aun con desigualdades subsistentes y otras de nuevo cuño dentro de los sectores populares) y disminución sostenida del desempleo. Tal es el (a veces subestimado, cuando no ignorado) contexto del excitado cronograma electoral.

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Campañas, part I y II: El segundo tramo de campaña permitió a Filmus calentar un poco el ambiente, instalarse como opción y mostrar zonas flacas del macrismo. La denuncia sobre campaña sucia y las torpes defensas de la gente de PRO desnudaron un rostro torvo, que el maquillaje de un profesional equipo macrista disimuló en gran medida. La traslación de esa recuperación en las urnas se medirá en pocas horas.

El challenger insistió, en sustancia, en los ejes que venía sosteniendo: afán por nacionalizar la disputa, poco énfasis en propuestas vecinales precisas, más proclividad a la disputa discursiva y mediática que al trabajo territorial. El oficialismo porteño privilegió un sesgo prolijamente inverso. En verdad, ambos persistieron en la modalidad de sus actividades locales en el período transcurrido desde que Macri asumió el poder.

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Recuerdos de provincias: Si se corrobora lo previsible, habrá ocho triunfos oficialistas en los nueve distritos que ya definieron sus autoridades. Es un dato duro. Una profecía sobre el porvenir es, desde ya, más light. Con esa salvedad, se apunta que la tendencia seguramente persistirá en alta proporción en las 13 provincias que faltan, ya que Santiago del Estero y Corrientes tienen un calendario diferente.

El ojímetro del cronista (mechado con información de dirigentes de todo pelaje y sondeos que hay que leer con recelo) registra al menos cuatro que tienen pinta de ser peleadas. Tres son justicialistas, se trata de Córdoba, Mendoza y La Pampa (revuelta por enmarañadas operaciones del kirchnerismo y del prócer local Carlos Verna). Una es marcadamente radical, Río Negro. En las demás, en apariencia, los gobernadores son favoritos. Desde luego, los escrutinios son algo macizo, las predicciones líquidas.

Más allá de las salvedades formuladas, todo sugiere que la primacía de las fuerzas gobernantes, ya sucedida en 2007, es un elemento estructural.

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Los terceros que también juegan: El socialismo, con más penurias de las esperadas, sigue mandando en Santa Fe. Antonio Bonfatti sucederá a su tutor político Hermes Binner. La gobernadora Fabiana Ríos, con un partido a esta altura fueguino sin sustento nacional, conservó su reducto por pocos votos, en ballo-ttage. Macri está a un tris de acompañarlos. Con gigantescas diferencias, los tres expresan un fenómeno novedoso: pertenecen a fuerzas que jamás antes gobernaron una provincia (digamos, para simplificar eludiendo tecnicismos, que la CABA lo es).

El socialismo siempre fue un partido nacional, aunque se hizo fuerte primero en Rosario y después en Santa Fe. El PRO siempre se definió como nacional, aunque sus desempeños en años anteriores lo confinaron aquende la General Paz. Ahora, los dos trascienden lo provincial, con diferencias notorias en su praxis. El gobernador Binner se lanzó a las presidenciales, armando un Frente con vocación de perdurar. Mucho más angurriento, Macri pateó para adelante por segunda vez su ambición de llegar a la Casa Rosada. Así las cosas, los veredictos de Santa Fe y Córdoba algo incidirán en las perspectivas del Frente Amplio Progresista (FAP). Más neblinosa es la derivación nacional del batacazo de Miguel Torres del Sel en Santa Fe, la pasable cosecha de Alfredo Olmedo en Salta y el resultado de hoy en Capital. “La oposición” los concelebró como propios, disimulando detalles medio groseros como que el Midachi no sólo expresó “bronca” contra el kirchnerismo, sino que también puso en jaque al bastión socialista y a la proyección del FAP. Los medios dominantes adoptaron ese enfoque primitivo. Fueron más allá: su empatía con Macri los llevó a esconder la campaña y las graves denuncias en su contra, en sintonía plena con los designios del gurú Jaime Durán Barba.

Es temerario aventurar cómo se canalizarán esos votos a los que Macri privó de una oferta presidencial. Cuesta suponer que él pueda reconducirlos. Da la impresión de que al hombre no lo beneficiaría que otro emergente del Grupo A llegara a Balcarce 50 antes de 2015, variante que lo relegaría en la competencia interna y lo privaría de ser la gran esperanza blanca antikirchnerista. Ese cuadro de situación, posiblemente, signará sus movidas a partir del 15 de agosto. La platea de doctrina y el mayor multimedios le reclamarán de viva voz conductas antipragmáticas, disfuncionales para su futuro (amén de su improbable eficacia). Habrá que ver cómo se moverá “Mauricio”.

Una anécdota de estas horas es sugestiva. Del Sel produjo una masiva migración de funcionarios y dirigentes PRO hacia Santa Fe, siete días ha. Bailaron con él, corearon su jingle, prometieron “importarlo” a la CABA en los días posteriores. El entusiasmo mermó y la visita se disipó o disimuló. El motivo ostensible fue que el Midachi sinceró que votaría a Eduardo Duhalde para la primera magistratura. Los festejos del ex presidente fueron, apenas, más estridentes que el malhumor que cundió en las tiendas de color amarillo.

Del Sel ya expresó que regresará a las tablas, dejando en suspenso cómo gestionará la carrada de votos que obtuvo, de magra traslación institucional. Cero senador, pocos diputados, una comuna. Si se hubiera alzado con la gobernación su futuro era un canto a la improvisación y un serio prospecto de ingobernabilidad. Legal, legítimo por cierto, tanto como disparatado.

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Detalles para observar: El peronismo, de reconocida versatililidad ideológica, es (a buena distancia) el partido dominante en las elecciones a gobernadores y jefes de Gobierno desde 1983. Apenas cuatro distritos contradicen plenamente la hegemonía, sin registrar una sola victoria justicialista. Uno de ellos es la CABA, que elige su Ejecutivo por quinta vez. Su padrón ha sido generoso con todos sus jefes de Gobierno: catapultó al radical Fernando de la Rúa a la presidencia, reeligió al frepasista Aníbal Ibarra, Macri está en la puerta para conseguirlo.

El ex presidente de Boca ha sido desde su estreno en 2003 un mimado por el padrón porteño, aunque en esa ocasión Ibarra lo batió en la segunda vuelta, forzándolo a esperar cuatro años para tomarse revancha. El potencial electoral de “Mauricio”, que a esta altura (guste o no) es legitimidad de ejercicio, ha sido alto desde entonces: jamás perdió una votación.

El pronunciamiento de la primera vuelta le fue muy auspicioso y predominó en toda la extensión del distrito. Mirado más en detalle, es patente que las diferencias sociales dejaron su marca. En los barrios más populares y en las villas, el FpV compitió en mucha mayor paridad, primó en algunos. Es un elemento para leer el comicio, que seguramente debería enriquecerse con una mirada a cómo fue allí el armado político kirchnerista, en relación con sus variopintos sectores internos.

Las encuestas a boca de urna arrojan otros datos de interés, siempre menos certeros que los indubitables del escrutinio, pero concordantes entre consultoras de todo pelaje. El más llamativo es el predominio del kirchnerismo entre los votantes más jóvenes, ganando en esa franja, a contracorriente de la tendencia general. El fenómeno habla de la peculiaridad de la Capital, una ciudad cuya población no crece desde hace añares y envejece en concordancia. La circunstancia, entre tantas, es imposible de trasladar a otras realidades, con otra densidad, otra proporción de jóvenes en el padrón, otra distribución de la renta.

Con la excepción, cada vez más aislada, de Chubut, los comicios del año fueron razonablemente transparentes, sin escándalos ni denuncias serias. Hace 21 días, la CABA enfiló en esa línea. Es deseable que hoy, con un conteo sencillo que posibilita un escrutinio veloz, se repita ese comportamiento ciudadano, que es un logro institucional.

El maratón sigue el domingo 7 de agosto en Córdoba, con final abierto y sin intervención del FpV ni del PRO. El 14 de agosto llegará la hora de las primarias abiertas obligatorias.

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