EL PAíS › OPINION

Derechazos

 Por Mario Wainfeld

Jaime Duran Barba banalizó el Holocausto cuando equiparó al presidente venezolano Hugo Chávez con Adolfo Hitler. Si hubiera frenado ahí, la barrabasada habría generado menos ola porque es un tópico del discurso anti kirchnerista, aceptado por demasiados republicanos de postín. Pero el mega asesor del jefe de Gobierno Mauricio Macri derrapó al calificar como “espectacular” al Führer. Tal vez se fue de boca por narcisismo, tal vez dio rienda suelta a su idiosincrasia.

Como fuera, la barrabasada hubiera pasado inadvertida si eso dependía de los medios dominantes. Clarín la ignoró al día siguiente, La Nación le asignó un “pirulo”, el segundo de una columna. La reacción social los forzó a retomar el tema. El episodio sugiere dos conclusiones: la voluntad del establishment de encubrir a los políticos que promueve, por un lado. Por el otro, que la vivacidad de la sociedad civil es un tope a la omnipotencia de los medios.

Aunque hubo dirigentes y legisladores del PRO que criticaron, Macri optó por moverse entre murmullos ininteligibles y la inacción, dos de sus especialidades. Imposible leer o escuchar todo lo que se difunde en los medios, pero en tendencia los académicos u opineitors afines a la ancha alameda opositora guardaron silencio.

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Los lefebvristas no son adeptos a camuflar lo que piensan o a escudarse en el vocabulario cotidiano en Ecuador. Un conjunto sonoro quiso interrumpir la ceremonia ecuménica que se realizaba en la catedral metropolitana, en evocación de la Noche de los Cristales Rotos. Ahí sí, el repudio fue masivo porque estaban de por medio la jerarquía de la Iglesia Católica y el papa Francisco. Cabe saludar al encuentro, que hubiera sido impensable tres décadas atrás. La tolerancia generada por el sistema democrático ha permeado aún a sectores tan antiseculares como la cúpula eclesiástica. Esa transición es saludable y bienvenida.

El desafío de los integristas comprueba que subsisten núcleos duros de intransigencia, tan minoritarios como irreductibles.

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El cronista cree que lo ocurrido en esta misma semana respecto de Florencia Trinidad es más complejo que los dos hechos anteriores. Apenas lo aborda, entonces, destaca por un lado, la popularidad de la mujer, las posibilidades legales que le asisten y su propio discurso, que son también un síntoma de época. De aquellos que, precisamente, la mayoría dominante de la jerarquía católica, ha resistido y obstaculizado dentro de sus posibilidades. Por otra parte, la intolerancia y estigmatización perversas de comunicadores o ciudadanos del común dan cuenta del camino que queda por recorrer.

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Este escriba es poco conspirativo, como regla. Pero cree en que la sincronía de los acontecimientos es reveladora aunque no hayan sido concertados. Los tics derechosos cunden en la Argentina, en paralelo con un contexto mundial donde arraigan más hondo. Las reacciones inhumanas de los gobiernos democráticos europeos a partir de la tragedia de Lampedusa, el crecimiento electoral de derechas xenófobas en esas latitudes son indicios preocupantes, acumulativos, crecientes. El Tea Party es una alquimia dura de antipolítica y popularidad.

Las coyunturas políticas en este Sur son más propicias que las del centro del mundo, pero todos somos parientes de nuestros contemporáneos y toda señal debería ser una luz de alarma. Las ampliaciones de derechos, de humanismo y de respeto a las minorías son conquistas que se vienen acrecentando en las últimas décadas. Pero toda conquista es, como la palabra lo indica, un triunfo a expensas de algo (un orden social dado) o de alguien. Jamás están consagradas unánimemente, jamás exentas de acechanzas.

Los avances gratifican, las respuestas a la barbarie derechosa también, la ceremonia intercredos es (aún para los no creyentes) un hecho auspicioso. Pero la derecha existe y, en su límite, no es un adversario político con el que se compite con las herramientas o rutinas de la democracia. Es un enemigo contra el que es forzoso estar advertido. Y todos los actores democráticos cerrar filas como se hizo contra los lefebvristas pero no tanto contra el asesor estrella de Mauricio.

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