EL PAíS › OPINION

De Kafka, Miqueas, la memoria y Luciano Arruga

 Por Daniel Goldman *

1 Preciso ser preciso, ya que la imprecisión conduce a la incertidumbre, la incertidumbre al frío, y el frío al vacío. “Obsérvate en la ceguera. Di con claridad, rigor y coraje lo que estás sintiendo”, profería el griego en el Cratilo. Esa misma precisión en el relato es la que usaba Franz Kafka en sus escritos aparentemente ambiguos, pero perfectos en su descripción de la realidad. ¿Por qué eran cabales sus relatos? Porque, según sus exegetas (Max Brod entre ellos), como un reloj suizo volvía textualmente al mismo lugar. Habitualmente, al mismo punto. Periódicamente, al terreno del hartazgo. Recurrentemente, al recinto de la saturación y el cansancio. Entonces, lo kafkiano (si es que de manera recatada se me permite definirlo) significa “la expresión de la angustia humana, ante la carencia de lógica”. Lo kafkiano resulta el acto de confrontarse al absurdo de la existencia, que se acentúa por la fatuidad de las decisiones, los trámites y los papeleos de las instituciones. Es ese procedimiento de dar vueltas y vueltas creyendo que se descubre la escapatoria al laberinto del cual, al final, no se sale. Se regresa al mismo lugar. Punto al que se vuelve pero paradójicamente no se retorna.

2 El 18 de julio resulta un asentamiento, un meollo kafkiano. Volvemos y no retornamos. Retrocedemos “en” y “al” mismo espacio. Como un macabro juego de la oca. Observo con mis ojos la calle Pasteur, con mi instinto a los escritos del célebre checo, y soy yo mismo el que no puede salir. No puedo desplazarme del Once, ni del propio Kafka. Lo miro como en un espejo. No alcanzo a emerger de su Castillo ni de su Proceso. Atrapado en un espacio y un tiempo. Y no por un problema burocrático, como él aparentemente nos sugiere. Me convenzo que Kafka es mucho más sutil y profundo. No me sirve el argumento de legitimar la doméstica tontera de un auxiliar de un juzgado. El sabe fehacientemente que los atascos en los pasillos y las obstrucciones en las puertas de los tribunales son los canales de escapatoria para los asesinos y sus cómplices. Ahí está la clave. Por eso me seduce el pensamiento de este profeta. Falso y verdadero a la vez. El más lúcido y maldito del siglo XX. El que tanto tiene en común con el bíblico Miqueas.

3 Si bien los dos vaticinan humildemente y de manera muy parecida, el contraste entre Miqueas y Kafka radica en que este último destaca que la indiferencia y el miedo son experiencias pavorosamente fundantes del ser humano. Esto y sólo esto lo distingue a uno del otro. Kafka revela el pavor “al” poder. Y el pavor “del” poder. Si bien a la mayoría nos deslumbra, a Kafka “el poder” le repugna. Lo induce a manifestarse explícitamente en contra. Sostiene que siempre es humillante. Nada le es tan importante como identificar el poder en cualquiera de sus formas, para apartarse del mismo. Lo que dice en filosofía Michel Foucault, Franz Kafka lo expresa en literatura. Otros dos que se encuentran en el laberinto.

4 En el mismo rumbo, trece siglos antes que el hombre de Praga, Miqueas, desde la llanura de Sefelá, al sur de Jerusalén, descubrió algo equivalente aunque no paralelo. Tal vez (y no sé descifrarlo con tanta exactitud) lo señalaba en otros términos: el poder de Dios es un don, mientras que el del hombre, denigrante. Cuando el individuo posee poder, se confunde, goza y cree que por eso fue hecho a imagen Divina. Miserable. Sólo fue hecho a semejanza del Creador en su presunto amor. No en su poder.

5 Y no puedo evadirme en la recurrencia de otro profeta del siglo XX, Abraham Jehoshua Heschel. El dúctil maestro de mi maestro, asevera en sus escritos que el término bíblico “a imagen de Dios” aparece en el texto sagrado sólo para recordarnos que todo lo que se encuentra sobre la tierra está situado bajo el dominio del hombre, excepto la vida humana. Radical diferencia. Por lo tanto, el uso de la frase tiene como objeto enfatizar el escándalo del sentido criminal en todo asesinato. “Por vuestra sangre y vida también exigiré que me rindan cuentas: por cada animal lo exigiré; también del hombre exigiré que me rinda cuentas por la vida humana, de cada hombre por la de su prójimo... y de cada maltrato también lo exigiré”, dice la Torá. Conclusión absoluta, tajante e indiscutible: tenemos que tener estima por cada hombre, y repudio por el poder humano. El poder del hombre es peligroso, reza el propio Dios, anarquista si se quiere.

6 Tengo obligación moral de volver a Kafka. Como si fuese una lectura romántica, en su texto encuentro una pequeña salida. Pizca de oxígeno que entra como por una rendija en alguno de sus vocablos: “renuncia es resistencia”. Aunque aparentemente no sabe cómo combatirlo, Kafka enfáticamente “renuncia” a negociar con el poder. Giro literario e ideológico. Dedica cada letra y toda su fuerza a decirnos cómo apartarnos del dominio. Y aunque su modalidad metafórica da la sensación de fragilidad, ella ciertamente resulta la forma más severa, dura y combativa en el plano de la resistencia. Si bien la fuerza que esgrime el poder es desproporcionada con la nuestra, Kafka nos instruye a no desesperar. Las apariencias engañan. Cuando supuestamente no hay salida, aunque parezca absurdo, la escapatoria es inventar otra salida: “no desesperar”. “Si has comenzado un camino –dice Kafka–, sigue adelante en cualquier circunstancia. La única oportunidad radica en no desesperar. Si no hallas nada detrás de las puertas, hay otros pisos. Y si no encuentras nada arriba, no importa. Continúa subiendo ya que la única salida es no desesperar.” “Desesperar jamais, aprendemos muito nesses (años)”, entona Ivan Lins, al son del samba brasileño.

7 Lo opuesto a la desesperanza no es la esperanza sino la desesperación. Con una distinción literaria, pero no ideológica, Kafka reitera lo que había proferido Miqueas, y refrenda lo que enseña Heschel. Después de veintiún años, la militante acción de seguir denunciando aunque todo se de vuelta, es el modo más sabio en el arte de no desesperar. Renuncia es resistencia y denuncia también es resistencia. 20 años+1 es mucho. Pero también no es nada, cantaba Gardel. La nada es todo. Pero es la forma más cínica y angustiante de la totalidad, añade Albert Camus. La única respuesta a la nada, es decir a la muerte, es la vida.

8 Paradojas del lenguaje –hubiese sentenciado el propio Kafka–. Se denomina “políticamente correcto” al neutro, y “reaccionario” al que no reacciona. Pulcros y elegantes nos rodean con cuellos duros, y gestos institucionales. Hablan de religión y no practican la religiosidad. Discuten de valores pero se asustan de la manera más primitiva y abrazan la seguridad. Se aferran al poder y se espantan de los pobres, quienes les resulta una amenaza. ¡Ay de los políticamente correctos y de los reaccionarios! aseveraría Miqueas.

9 Paradojas que dejan de ser lenguaje –determinaría otra vez el mismo Kafka–. Todo acto “de memoria” que no contiene denuncia es un acto que simplemente “se hace de memoria”. En la AMIA tuvo intervención (si mal no recuerdo) la policía de la provincia de Buenos Aires. La mejor del mundo. La de Camps y Etchecolatz. La que mató a Luciano Arruga, el joven identificado hace solo un tiempito, después de 5 años y 8 meses. Maldita policía y cómplice burocracia. Maldita burocracia y cómplice policía. En definitiva pobre pibe, y pibe pobre. Que no es lo mismo pero es igual. Silvio Rodríguez dixit. Y me pregunto: ¿Qué declaración institucional contundente (pero verdaderamente contundente) hubo ante la muerte del pibe? Yo no la escuché. Tal vez me la perdí. No es la política, estúpido, es la pobreza. Reitero: paradojas que dejan de ser lenguaje.

10 Cada uno de los familiares de la tragedia AMIA, únicos y genuinos representantes del inmenso dolor, enseñan que detrás de la desilusión y después de la desesperación, se aprende a volver a amar y a no desesperar. Al igual que los sobrevivientes de la Shoá, las Madres, las Abuelas, y los parientes de los pibes Arruga, los dolientes activan sus memorias señalando que la pulsión de la existencia revela que hay un sentido que trasciende al odio, a la injusticia y al absurdo. A través de las ausencias presentes, en la férrea decisión de la denuncia al poder y de la renuncia del poder, los familiares, las víctimas directas, en su íntegro compromiso, representan el duro testimonio en la cadena de esas voces que siempre quisieron ser silenciadas en las tramas de la historia. Por eso “No desesperar” se transforma en un mandamiento.

* Rabino.

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Imagen: DyN
 
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