EL PAíS › TESTIMONIO JUDICIAL DE WADO DE PEDRO POR LA REPRESIóN DE 2001

Las picanas del adiós

Al declarar en el juicio por la represión de 2001, el secretario general de la Presidencia Wado de Pedro narró que los policías que lo privaron en forma ilegal de su libertad en la Plaza de Mayo le aplicaron descargas de una picana portátil.

 Por Horacio Verbitsky

Al menos uno de los equipos de la Policía Federal que actuaron en el centro de la Capital el 20 de diciembre de 2001 empleó una picana portátil para torturar a un detenido en la Plaza de Mayo. Así se desprende del testimonio que prestó ante el Tribunal Oral Federal 6 el ahora secretario general de la Presidencia, Eduardo De Pedro. En la causa 1527 están procesados el ex secretario de Seguridad Enrique Mathov, el ex jefe de la Policia Federal comisario Rubén Santos; el ex superintendente de Seguridad Metropolitana Raúl Andreozzi; el ex director general de Operaciones Norberto Gaudiero y otros 13 policías que abrieron fuego sobre los manifestantes. Fue sobreseído el ex presidente Fernando de la Rúa y eludió a la justicia por muerte el ex ministro del Interior Ramón Mestre.

En su respuesta por escrito al cuestionario que le envió el tribunal presidido por el juez José V.Martínez Sobrino, De Pedro narró que el instrumento de tortura fue utilizado para reducirlo y obligarlo a subir a un patrullero, dentro del cual dos policías uniformados y uno de civil siguieron castigándolo. Identificó a uno de los agresores por la placa que llevaba al cuello, colgada de un cordón blanco y con el número 6816. De Pedro, entonces de 25 años, militaba en la organización HIJOS y trabajaba en la Unión de Empleados de la Justicia de la Nación (UEJN). Su padre, Enrique de Pedro, fue asesinado en abril de 1977 y su madre, Lucila Révora, detenida-desaparecida en octubre del año siguiente. El mismo estuvo desaparecido varios meses hasta que sus familiares lograron recuperarlo.

Según su testimonio, a media mañana del 20 de diciembre el taxi en el que se dirigía a la Cámara Nacional Electoral de la calle 25 de Mayo 250 se detuvo en Diagonal Norte y Maipú, porque el tránsito estaba cortado. Allí supo que en más adelante estaban reprimiendo a las Madres de Plaza de Mayo. Mientras caminaba por Diagonal Norte hacia la plaza vio a la policía montada dispersando a la poca gente que había en forma violenta. Trató de refugiarse junto a la boca del subterráneo, pero los ojos comenzaron a picarle por los gases que lanzaba la policía, que con sus caballos topaba a quienes intentaban pasar de Diagonal Norte y Florida. En una de las corridas que se produjeron allí perdió el bolso donde llevaba llaves, agenda, remedios y papeles de trabajo y militancia, no sabe si enganchado en una de las motos policiales o arrebatado por uno de sus tripulantes. De Pedro se dirigió hacia Plaza de Mayo, “donde estaban los patrulleros, la policía montada y las motos, para reclamarlo. En el momento en que le fui a preguntar a un policía por mi bolso, sentí que me tomaban por el cuello entre varias personas, y uno vino con el caballo y me pegó con la fusta. Traté de explicar por qué estaba ahí, que reclamaba mi bolso, pero comenzaron a meterme en un patrullero que estaba con la puerta abierta, momento en el que vi del lado opuesto a los medios de prensa, fotógrafos, etc. Temiendo por mi vida, alcanzo a gritar a los medios de prensa que soy de H.I.J.O.S.”. Lejos de calmarse, se enardecieron. “Ah, este es de H.I.J.O.S”, dijo un policía a sus espaldas. “En ese momento, sentí en la pierna izquierda y por la zona del riñón un calor muy fuerte acompañado de descargas eléctricas, que hizo que se me aflojara la pierna con un ardor indescriptible. Alcancé a gritar ‘Con picana, no’, y finalmente me metieron en el patrullero”. Ante la incertidumbre “no sólo física, sino de mi destino, abrí la puerta opuesta, y salí corriendo, pero a los pocos metros comencé a sentir golpes de todo tipo, cayendo al piso. A partir de allí, a las patadas, palazos y picaneadas (con picana portátil), se sumaron los insultos y amenazas de muerte (“vos te hacés el guapo, pendejo, sos boleta”, etc); finalmente me subieron al patrullero, con un policía uniformado a mi derecha, uno de civil a mi izquierda, y otro al volante. Me pusieron boca abajo, y empezaron a pegarme en los riñones, en la espalda, a la vez que me insultaban y me decían, de distintas maneras, que me iban a matar. Ibamos ligero, y mientras tanto continuaban los golpes y los insultos, hasta que uno de los policías me alzó de los pelos, puso mi rostro entre el espacio que estaba entre los dos asientos delanteros, y le dijo al conductor “Che, ahora dale vos”. Al conductor se lo notaba muy violento y me insultaba diciéndome “Pendejo hijo de puta, te vamos a matar”, mientras me golpeaba con su codo en el rostro. Yo intenté cubrirme el rostro siempre, pero el policía se daba vuelta y me pegaba en la cabeza”.

Por esta distracción del conductor, el patrullero chocó con un taxi. Wado recibió un golpe fuerte en el hombro derecho y se desmayó. Al recuperar el conocimiento uno de los policías le retorció el brazo y lo inmovilizó boca abajo para que no hablara mientras otro lo amenazaba con matarlo. No obstante De Pedro pidió un médico a gritos, mientras llegaba una ambulancia para trasladar al taxista herido. “Pendejo de mierda, esto es por tu culpa, ahora vas a ser boleta”, le dijo el conductor del patrullero mientras el otro policía lo esposó y el de civil se quedó con su cédula de identidad. Una médica se acercó a ofrecer ayuda y el policía de civil le respondió que no era necesaria. Pero Wado aprovechó para gritar su nombre y pedir que lo llevaran a un hospital, “puesto que me sentía muy descompensado por los efectos de la picana eléctrica, los golpes en la cabeza y el dolor en el cuerpo”. Cuando llegó una segunda ambulancia, lo sacaron del patrullero esposado y lo subieron con otros dos policías. De Pedro percibió que uno de ellos estaba asustado por lo que el pudiera contar y lo tranquilizó: “Voy a decir que los golpes fueron por el choque”. Como por el castigo no podía caminar lo ingresaron en silla de ruedas a la guardia del Hospital Argerich, donde un médico ordenó que le sacaran las esposas. Por el dolor en la nuca y los chichones le tomaron diversas placas y lo revisó un neurocirujano o neurólogo, nunca supo con seguridad su especialidad. A uno de los médicos le pidió que llamara al gremio de judiciales, donde Wado trabajaba. En el box de la guardia lo visitaron los abogados Mariano Recalde, Claudio Sciolini y Pablo Ceriani, este último del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), y un asesor de la Defensoría del Pueblo de la Ciudad. Ante un habeas corpus presentado por el CELS, De Pedro recuperó la libertad desde el hospital. “Estuve privado ilegítimamente de mi libertad y nunca figuré, como sí lo hicieron otros detenidos, en el Libro de Entradas de la Comisaría actuante, a más de haber negado que estuviera detenido ante distintos testigos en la misma Comisaría”, culmina su testimonio.

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Wado de Pedro, entonces de 25 años, reducido en la Plaza de Mayo en diciembre de 2001.
Imagen: Damián Neustadt
 
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